viernes, 15 de julio de 2022

Néstor Sanmiguel Diest. La peripecia del autómata

Paseando por el Parque del Retiro que siempre es un placer, nos acercamos al Palacio de Velázquez (Museo Reina Sofía) a visitar la exposición dedicada al artista Néstor Sanmiguel Diest (Zaragoza, 1949) brinda la oportunidad de examinar su producción desde sus inicios, a finales de la década de 1980, hasta la actualidad. Comisariada por Beatriz Herráez, La peripecia del autómata recoge alrededor de 130 trabajos de Sanmiguel Diest en los que se cruzan registros pictóricos, sistemas de reglas y signos gráficos y que, lejos de establecer un itinerario exhaustivo o con voluntad antológica, dibuja una cartografía en la que se relacionan piezas ejecutadas en distintos momentos de su trayectoria.

La muestra forma parte de un proyecto integrado por dos exposiciones distintas: ésta de Madrid, y la que se abrirá próximamente en Victoria-Gasteiz, en el Museo de Arte contemporáneo del País Vasco-Artium Museoa.

El trabajo de Sanmiguel Diest se vincula desde un inicio a la fundación de colectivos artísticos como A Ua Crag (1985-1996) y el Segundo partido de la montaña (1987-1988), y se presenta como un creador metódico que idea de modo ininterrumpido sistemas, reglas y protocolos, que aplica en la construcción de sus piezas. Su abundante obra, principalmente dibujos y pinturas, conforma un catálogo singular en el que se confunden los límites entre imagen y texto.

A finales de los años ochenta mantiene una doble ocupación: en su taller artístico y empleando como patronistas en una factoría textil, un lugar que no abandona plenamente has el año 2000.

Alejado de cualquier convención, en su trabajo son frecuentes las referencias a los ámbitos de la historia del arte, la literatura y la música, pero también a lo más cotidiano y ordinario, al incorporar en sus piezas documentos, facturas, fragmentos de textos o páginas de prensa. Se trata de una invitación a pasear por una selva de símbolos en una negociación constante con aquello que se agolpa en los márgenes y que, con frecuencia, pasa desapercibido.

La peripecia del autómata se inicia con pinturas de gran formato realizadas a finales de los años ochenta. Al igual que si se tratase de un diario extendido en el tiempo, en sus páginas encontramos protagonistas recurrentes como las denominadas “formas madres” -figuras que crecen y decrecen del mismo modo que sucede en la fabricación de un tallaje-, pero también engranajes, mecanismos y plantillas que conviven con emblemas, acrónimos y texto -manuscritos o impresos-, una forma de proceder que se pone de manifiesto de manera más directa en series de obras que abarcan varios años de ejecución, como Las emociones barrocas (1997-2005) y Libro para Manuel (El segundo nombre de las cosas) (2009-2010).

Sanmiguel Diest también se sumerge en las profundidades del pasado para recuperar -siguiendo a Arendt- esos “fragmentos de pensamientos” cristalizados. Evocadas, fraccionadas o replicadas con exactitud, entre las fuentes señaladas por el artista se incluyen los nombres de Joan Miró, Francis Picabia, Ellsworth Kelly, Rosemarie Trockel, Jackson Pollock, Tim Rollins $ K.O.S. (Kids of Survival), Bridget Riley, junto a los Joy División, Sonic Youth with Wound e Isidore Ducasse, William Burroughs, Virginia Woolf, André Malraux, Ursula K. Le Guin, o Julio Cortázar de quien llega a transcribir libros enteros en sus lienzos (Rayuela y libro para Manuel).

Como explica él mismo en una conversación con Ángel Calvo Ulloa en el catálogo, el descubrimiento de la pintura de Jackson Pollock, Y Ellsworth Kelly en Zaragoza, que le llegó a través de una familia de militares norteamericanos, le marcó profundamente: “mis influencias primeras fueron con esa familia de militares norteamericanos, en Zaragoza, cuando estaban montando la base aérea allí. El caso que en la casa donde mi abuela trabajaba de portera, vivían muchas de aquellas familias de los militare que venían a España. Por aquel entonces yo tenía cuatro o cinco años como mucho, y una de las familias le caía muy bien. Ellos me llevaban a su casa donde, además de revistas de arte, tenían un dibujo de Jackson Pollock y otro de Ellsworth Kelly. Yo pasé mucho tiempo, creo que hasta los dieciséis o diecisiete años, intentando copiar un Pollock, algo que me resultó totalmente imposible, porque nadie me explicó cómo estaba hecho. Ten en cuenta que el interés por el arte que existía en mi casa mi casa me venía por mi madre, que le gustaba mucho el impresionismo, sobre todo el francés, claro. Sin embargo, era un tiempo en que en España no había ningún tipo de noticia acerca de las nuevas tendencias. Por lo tanto, para mí, la pintura se hacía con pincel fino, y yo pensaba que el caso de Pollock era exactamente igual, que estaba todo hecho a motitas, con pinceladas pequeñas como lo hacían los fauvistas. Bueno, imagínate, cosas de esas”.

Su sistema de trabajo funciona por acumulación, y se extiende más allá de los límites de la obra en forma de juegos de palabras y cadenas de aforismos que dan títulos a las obras.

Néstor Sanmiguel Diest desarrolla un trabajo muy interesante.

© Mariví Otero 2022
Manuel Otero Rodríguez

Fuente: La peripecia del autómata. Néstor Sanmiguel Diest. Hasta el 19 de septiembre 2022. Palacio de Velázquez, Parque del Retiro. Museo Reina Sofía. Gabinete de Prensa del Museo: Documentación y fotografía.

viernes, 1 de julio de 2022

ALEX KATZ. El color es la realidad

Alex Katz Blue Umbrella #2, 1972 Óleo sobre lienzo. 244 x 366 cm Colección privada, Nueva York. 

El Museo Nacional Thyssen-Bornemisza resplandece con las obras de Alex Katz. La gran exposición retrospectiva del pintor norteamericano Alex Katz (Nueva York, 1927), una de las principales figuras de la historia del arte americano del siglo XX, a sus noventa y cinco años, todavía sigue en activo. La exposición está comisariada por Guillermo Sola, director artístico del museo y ha contado con el apoyo del propio artista, que ha seguido en detalle el desarrollo de la muestra.

Se han logrado reunir treinta y cinco óleos de gran formato, acompañados de algunos estudios, que permiten realizar un completo recorrido por los temas habituales de Katz: sus retratos individuales, múltiples y de grupo, alternados con sus reconocibles flores y envolventes paisajes de vivos colores y fondos planos.

Alex Katz. Museo Thyssen Bornemisza.

En el realismo tradicional, el objeto era sustantivo y el color adjetivo. Para Katz, por el contrario, el color es la realidad, y los objetos, modificaciones accidentales del color. La aspiración suprema de Katz consiste en hacer pintura “en tiempo presente”. Eso quiere decir pintar nuestro tiempo histórico, pintar la moda, las tendencias de cada década, pero también captar al vuelo el ahora más figurativo: la sensación de la luz en este instante preciso.

Pero la meta última de Katz no es la técnica pictórica, sino crear una imagen eficaz: una imagen rápida, impactante, que se grabe en la memoria del espectador. La primera modelo y más frecuente de Alex Katz ha sido su mujer, Ada. A veces se ha comparado a la Ada de Katz con la Marilyn de Warhol: ambas son rostros icónicos, que reconocemos automáticamente. Pero con una diferencia: Warhol toma prestada su Marilyn del cine y la prensa, de los medios de masas, mientras que Katz inventa sus propios iconos.

Alex Katz. Museo Thyssen Bornemisza.

Recorrido por la exposición divida en seis apartados

Retratos y grandes lienzos

A finales de la década de 1950, y tras un periodo de dudas creativas, Katz comenzó a interesarse cada vez más por el retrato. Pintaba a su círculo de amigos y, sobre todo, a su segunda mujer y musa, Ada del Moro, a la que conoció en 1958. Se convirtió en su modelo más frecuente, siendo la protagonista de más de 1.000 obras. Katz explica que sólo quería plasmar el aspecto del retratado, su superficie, sin implicarse emocionalmente.

Fue entonces cuando se inició en los fondos planos, monocromáticos, que se convertirían en una de las características de su estilo. La figura se presenta separada del fondo, en un espacio desnudo, sin referencias especiales, objetos ni fuentes de luz. Poco después, influenciado por la pantalla de cine y las vallas publicitarias, Katz optó por las pinturas a gran escala, lo que supuso un punto de inflexión en su carrera. Quería llevar la pintura figurativa al lienzo grande, característico de los expresionistas abstractos, algo que nadie había hecho antes.

Alex Katz The Red Smile, 1963 Óleo sobre lienzo. 200 × 292 cm Whitney Museum of American Art, Nuava York. Adquisición con fondos del Painting and Sculpture Committee 

En 1977, le encargaron un gran mural en Times Square, donde podría competir directamente con las vallas publicitarias. Titulado: Nine Women, estaba compuesto por 23 primeros planos de mujeres, de 6 metros de altura, dispuestos en un panel de 75 metros de largo y coronado por una torre de 18 metros de alto en la intersección de Times Square con la calle 42 y la Séptima Avenida “Descubrí que mi pintura era más potente que cualquiera de las vallas publicitarias que lo rodeaban”, afirma Katz. “Fue una de las grandes experiencias de mi vida”.

Alex Katz Red Coat, 1982 Óleo sobre lienzo. 243,8 × 122 cm The Metropolitan Museum of Ar, Nueva York. Donación de The American Contemporary Art Foundation Inc., Leonard A. Lauder, presidente, 2015.

Retratos múltiples

Katz continuó explorando las posibilidades del retrato realizando series dentro del mismo lienzo. El retrato puede ser doble o múltiple, como una versión de la hoja de contactos en fotografía o la serie de fotogramas del cine. The Black Jacket (1972) suma cinco imágenes de una secuencia, ofreciendo vista desde varios ángulos, frontales o de perfil. Sus primeras repeticiones precedieron a las de Andy Warhol y su técnica es completamente diferente: Mientras Warhol la automatiza con el proceso serigráfico, Katz vuelve a pintar la imagen en cada repetición, y cada vez que la pinta, el resultado es diferente. También se presentan en la muestra ejemplos de retratos múltiples recientes, como Nicole1 (2016) y Vivien (2016).

Alex Katz The Black Jacket, 1972 Óleo sobre lienzo. 198 x 366 cm Colección privada, Suiza

Retratos de grupo

Desde mediados de la década de 1960 y durante los años siguientes, Katz retrató grupos de figuras, reflejando el mundo social de pintores, poetas, críticos y fotógrafos de su entorno. Sin embargo, ya no presenta las figuras sobre fondos planos, sino en entornos realistas. En The Cocktail Party (1965) aparecen once amigos del artista, perfectamente reconocibles, compartiendo una velada en su loft; una composición que recuerda a realistas franceses del siglo XIX, como Courbet, Manet o Fantin-Latour, que en sus retratos de grupo recogían la vida artística y literaria de París.

Alex Katz The Cocktail Party, 1965 Óleo sobre lienzo. 183 x 244 cm Colección privada, Chicago. Cortesía de Gray, Chicago/Nueva York 
Grandes paisajes

Habría que esperar 30 años para que volviera a aparecer, tras la primera gran retrospectiva de su obra en el Whitney Museum (1986), cuando decidió dar el segundo giro a su carrera con la pintura de paisajes de gran formato. Desde finales de la década de 1980 y durante la de 1990, Katz dedicó buena parte de su trabajo a estos grandes paisajes en los que el espectador pudiera verse envuelto por la pintura. “Para estar dentro del paisaje”, explica Katz “este tenía que alcanzar hasta entre tres y seis metros”.

En Gold and Black II (1993) los troncos y las ramas se integran con el fondo amarillo en un mismo plano, mientras que Apple Blossoms (1994) recuerda inevitablemente a la técnica del dripping de Jackson Pollock. Estas variaciones lumínicas se mantienen en el trabajo de Katz durante el siglo XXI, y pueden verse en obras como Golden Field #3 (2001), Orange and Black (2006).

Alex Katz Apple Blossoms, 1994 Óleo sobre lienzo. 244 × 305 cm Whitney Museum of American Art, Nueva York. Adquisición con fondos del Contemporary Painting and Sculpture Committee, del Wilfried P. and Rose j. Cohen Purchase -fund, del Katherine Schmidt Shubert Purchase Fund, del David M. Solinger Purchase Fund, del Grace Belt Endowed Purchase Fund, y de la Louise and Bessie Adler Foundation

Flores

Katz pintó grandes primeros planos de flores, solas o en pequeños ramos, como White Lilies (1966) y Rose Bud (1967). Le sirve para ensayar composiciones, superponiendo formas sin las limitaciones de los cuerpos, que deben mantener una verosimilitud en el espacio, y le permiten profundizar en su estudio del movimiento. Al igual que los retratos, son obras de gran tamaño y no se consideran naturalezas muertas ni fragmentos de paisajes. A principios del siglo XXI, Katz volvió a pintar flores, cubriendo lienzos enteros con capullos similares a los de esa primera época.

Alex Katz White Lilies, 1966 Óleo sobre lienzo. 236 × 202 cm Milwaukee Art Museum. Donación de Jane Bradley Pettit

Cutouts

La exposición también incluye la obra Green Table (1996), una mesa de madera sobre la que se presentan 17 cabezas pintadas o cutouts, una práctica que Katz empezó a desarrollar en 1959, casi de manera fortuita, con la que otorga una cierta tridimensionalidad a la pintura.

Alex Katz Green Table, 1996 Óleo sobre aluminio. 122 x 274 x 91 cm Colección privada

En 1950, Katz se instaló por primera vez en Manhattan y vivió en lofts económicos de la parte baja de la ciudad. Se ganaba la vida trabajando en una empresa de enmarcados y realizando pinturas murales. En 1951 inauguró una primera exposición junto a su mujer, Jean Cohen, eb¡n la Peter Cooper Gallery, y en 1954 expuso en solitario en la Roko Gallery, ambas en Nueva York.

© Mariví Otero 2022
Manuel Otero Rodríguez

Fuente: Alex Katz. Museo Nacional Thyssen-Bornemisza. Del 11 de junio al 11 de septiembre de 2022. Documentación y fotografías, departamento de Prensa del Museo.

PÉREZ SIQUIER

 

La Chanca, Almería, 1958. Copia posterior, plata en gelatina. 35x24 cm.Colecciones Fundación MAPFRE.© Carlos Pérez Siquier, VEGAP, Madrid, 2022

En la Fundación MAPFRE, Madrid, exposición del fotógrafo almeriense Carlos Pérez Siquier (Almería, 1930-2021) que hace un recorrido por la obra, desde sus primeras series, que se caracterizan por una aguda crítica social, hasta las imágenes de una España en la que comienza a desarrollarse una sociedad de consumo aparentemente “moderna” y libre, durante la posguerra y el franquismo. Además, se incluyen sus trabajos posteriores en los que vemos como la introspección sustituye al “ruido de sus inicios y a la estética que se puede incluso considerarse kitsch de series La Playa.

La Chanca, Almería, 1960. Copia posterior, plata en gelatina. 35x24 cm. Colecciones Fundación MAPFRE. © Carlos Pérez Siquier, VEGAP, Madrid, 2022

Una de las características más señaladas del trabajo de Pérez Siquier, es la de haber mantenido, desde el comienzo de su trayectoria en la década de 1950, su condición de artista periférico, pues vivió toda su vida en su Almería natal. Sin haberse trasladado nunca de los grandes centros de producción de nuestro país como Madrid y Barcelona, Pérez Siquier se convirtió en una figura fundamental en la fotografía española, en contacto continuo con otros autores del momento como Joan Colom, Xavier Miserachs o Ricard Terré. Además, el autor se convirtió en el catalizador del colectivo fotográfico más influyente de su momento, el Grupo AFAL (1963-1965), que se reunió en torno a la revista homónima y no dudó en provocar con su obra intensas rupturas que iban a contracorriente de su tiempo.

La Chanca, Almería, 1957. Copia posterior, plata en gelatina. 35x24 cm. Colecciones Fundación MAPFRE © Carlos Pérez Siquier, VEGAP, Madrid, 2022

La exposición se plantea como una amplia retrospectiva que recorre sus series más señaladas realizadas entre 1957 y 2018, con una importante aportación de imágenes inéditas y archivos documentales que enriquecen su discurso.

Hacemos el recorrido a través de siete series dispuestas cronológicamente por 170 fotografías.

La Chanca, Almería, 1957. Copia posterior, plata en gelatina. 35x24 cm. Colecciones Fundación MAPFRE © Carlos Pérez Siquier, VEGAP, Madrid, 2022

La Chanca y la Chanca en color (1957-1965)

Las imágenes que conforman “La Chanca” representan el paradigma de toda una época en la que el humanismo fotográfico se entrelaza con los intereses de la novela social o de la crónica de viajes que la mejor literatura española del momento estaba desarrollando, de Rafael Sánchez Ferlosio a Camilo José Cela o, muy especialmente en este caso, Juan Goytisolo. Al igual que el texto La Chanca, de Goytisolo, algo posterior a la obra de Pérez Siquier y censurado en España hasta 1981, la serie se adentra en el barrio almeriense poblado por un subproletariado urbano que habita una peculiar arquitectura. Un caso de estudio local que, sin embargo, universaliza su significado de manera inmediata, en contacto directo con las poéticas renovadoras de la fotografía y el cine neorrealistas italianos.

La Chanca, Almería, 1965. Copia posterior, inyección de tinta. 30x30 cm. Colecciones Fundación MAPFRE. © Carlos Pérez Siquier, VEGAP, Madrid, 2022

Informalismos (1965)

Estos paramentos aislados, fragmentados, con sus sedimentos de color, enlazan con el informalismo pictórico, o con la búsqueda de la pura abstracción hacia la que Siquier tiende desde ese momento, buscando las formas autónomas y la valoración de los colores planos. Abstracción, pero en el contexto de un barrio en peligro de derribo como era La Chanca.

S/T 1965. Copia posterior, inyección de tinta. 40x40 cm. Colecciones Fundación MAPFRE. © Carlos Pérez Siquier, VEGAP, Madrid, 2022

S/T 1965. Copia posterior, inyección de tinta. 40x40 cm. Colecciones Fundación MAPFRE. © Carlos Pérez Siquier, VEGAP, Madrid, 2022

La Playa (1972-1980)

Como fotógrafo contratado por el Ministerio de Información y Turismo, Pérez Siquier emprende diversos viajes a través del litoral español para obtener imágenes que serán destinadas a la promoción turística.

En su conjunto, “La Playa” emana sentido del humor, un contenido de gusto surrealista, una celebración del volumen corporal y la vida que destila y una mirada fina hacia una cotidianidad distinta, basada en la relajación de las normas morales impuestas entre los bañistas. Este punto de vista vincula la obra de Pérez Siquier al arte pop de artistas plásticos como Tom Wesselmann, John Kacere o Joan Rabascall. Y, de manera sorprendente y poco señalada hasta el momento, precede en varios años a la obra en color de Martin Parr, según ha reconocido el propio fotógrafo británico. Pocos se atrevían en ese momento con la fotografía en color, pocos lograban encontrar una voz propia con este nuevo medio que parecía quitar toda la poesía a la tradición del blanco y negro.

Marbella, 1974. Copia posterior, inyección de tinta. 50x50 cm. Colecciones Fundación MAPFRE. © Carlos Pérez Siquier, VEGAP, Madrid, 2022

Torremolinos, 1974. Copia posterior, inyección de tinta. 50x50 cm. Colecciones Fundación MAPFRE. © Carlos Pérez Siquier, VEGAP, Madrid, 2022

Trampas para incautos (1980-2001)

En el ámbito estrictamente fotográfico, se trata de la serie en la que Pérez Siquier se encuentra más cerca de las propuestas desarrolladas en la década de 1970 por Luigi Ghirri o William Eggleston: y, por otro lado, aporta profundidad de contenido y estudio compositivo a lo que, en otros artistas del color, como Stephen Shore, era mero gusto por lo instantáneo y superficial. Recurre a superficies cada vez más despojadas y silencia sus imágenes, que tienden al juego monocromático, a una cierta contemplación como la que baña su trabajo más reciente.

Roquetas de Mar, 1975. Copia posterior, inyección de tinta. 50x50 cm. Colecciones Fundación MAPFRE. © Carlos Pérez Siquier, VEGAP, Madrid, 2022

Encuentros (1991-2002)

En “Encuentros” ha quedado solo el espacio percibido como sustancia extensa y vibrante de color y luz, una gradación hacia tono bajos a la que Pérez Siquier ha llegado a través de una acumulación gradual y de un refinamiento de la experiencia en el transcurso de su labor fotográfica, de un silenciamiento internacional desde la voz más chirriante de “La Playa”. Ese permanente equilibrio entre el documento y la creación se recrea en el paisaje almeriense con algunas de sus fotografías más elocuentes, con mayores resonancias estéticas, donde se diría que asistimos a una suerte de distopía envolvente, extrañamente amable.

Marbella, 1983. Copia posterior, inyección de tinta. 50x50 cm. Colecciones Fundación MAPFRE. © Carlos Pérez Siquier, VEGAP, Madrid, 2022

Cádiz, 1980. Copia posterior, inyección de tinta. 50x50 cm. Colecciones Fundación MAPFRE. © Carlos Pérez Siquier, VEGAP, Madrid, 2022

La Briseña (2015-2017)

Como contrapunto y referencia final al trabajo más reciente de un fotógrafo que siguió en activo durante sus últimos años, cuando contaba con casi noventa, la exposición se cierra con la serie “La Briseña”, que sugiere un repliegue hacia el interior, un gesto muy común en fotógrafos que entran en su madurez. Del mimo modo que los coloridos exteriores de la arquitectura vernácula protagonizaban “La Chanca” en color seis décadas atrás, en sus últimas obras el encuadre lo ocupa el interior de su residencia veraniega, situada en el desierto almeriense. Un pequeño que da nombre a la serie y que toma su denominación de los vientos que corren ese paisaje. Unos vientos que, al decir de Aldous Huxley en su “Soneto a Almería”, no tienen emblemas que agitar.

La Chanca, 1963. Impresión cromogénica sobre papel fotográfico  Fujichrome. 12x12 cm.. Colecciones Fundación MAPFRE. © Carlos Pérez Siquier, VEGAP, Madrid, 2022

Con esta muestra Fundación MAPFRE pretende impulsar el reconocimiento internacional de una figura que fue merecedora del Premio Nacional de Fotografía en 2003.

Carlos Pérez Siquier
© Mariví Otero 2022
Manuel Otero Rodríguez

Fuente: Pérez Siquier. Fundación MAPFRE, Madrid. De 1 de junio al 28 de agosto de 2022. Documentación y fotografías: Comunicación Fundación Mapfre. Alejandra Fernández Martínez.