lunes, 25 de abril de 2011

Me paso al Museo del Prado, lo que yo llamo isla… ¡es! el paseo del Prado, ¡arriba la fantasía! Voy a ver la exposición de Chardin 1699-1779.



Entro por los Jerónimos, he hecho una foto a nuestro Goya, cuando vuelva a ver Al Joven Ribera, entraré por Velázquez, ya me lo han dicho, ¡que lío!
También el Museo del Prado está al completo en general, que no viendo la estupenda exposición de Chardin, pocos éramos los visitantes, seguro que muchos de vosotros ya la habeis visto y los que no, no dejéis de verla, vuelvo a repetir que es estupenda y vamos a ver por qué:

Jean Siméon Chardin (París, 2 de Noviembre de 1699 – 6 de Diciembre de 1779), está considerado como uno de los más importantes pintores franceses del siglo XVIII. Se le conoce principalmente por sus naturalezas muertas y sus retratos. El Museo del prado presenta la primera exposición monográfica de Chardin en España. Ordenada por secciones, la exposición recorre de manera cronológica la obra de este artista, leo -en la guía de mano de la exposición- que Cézanne, Matisse, Picasso, Morandi o Lucien Freud, lo han considerado su maestro. Si es posible en sus composiciones, habrá que analizar esta visión del comisario, creo que no es nada equivocada.
En el siglo XVIII las instituciones inglesas el gusto inglés se convirtieron en modelos admirados por todos los pueblos de Europa que suspiraban por el gobierno de la razón, pues en Inglaterra el arte no se había empleado para incrementar el poder  y la gloria de los reyes de derecho divino. El público al que Hogarth de dirigió, incluso las personas que sirven de modelos para los retratos de Raynolds y Gainsborough, eran mortales corrientes. Recordemos que también, en Francia, la poderosa grandiosidad barroca de Versalles había pasado de moda a principios del XVIII, dejando paso a los efectos más delicados e íntimos del rococó de Watteau. Ahora este aristocrático mundo de ensueños empezó la vida de los hombres y mujeres vulgares de su época, inspirándose en ellos para pintar escenas emotivas o alegres. El más grande de ellos fue Jean Siméon Chardin, pintor dos años más joven que Hogarth. La bendición y la Madre laboriosa, dos de sus obras más celebres, regaladas por Chardin al rey  Luis XV. Chardin amó estos apacibles momentos de la vida de las gentes. Se parece al holandés Vermeer, en la manera de sentir y retener la poesía de una escena familiar, sin perseguir efectos llamativos o significativas alusiones. 
Hasta su colorido es apacible y limitado; en comparación  con los cuadros centelleantes de Watteau, sus obras pueden  parecer apagadas; pero si las examinamos en los mismos originales, de pronto descubriremos en ellas una ilimitada maestría en las gradaciones sutiles  de los tonos y en la aparentemente desmañada distribución de la escena, que hace de él uno de los pintores más estimables del siglo XVIII.

© Mariví Otero 2011

Bibliografía: Wikipedia, la enciclopedia libre
Chardin 1699-1779, guía de la exposición. Museo Nacional del Prado. 1 de Marzo-29 Mayo 2011. Madrid. 
Gombrich. E.H. Historia del Arte. Ediciones Garriga, S.A. 1975. Barcelona

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