martes, 28 de febrero de 2023

MANUEL QUEJIDO. Distancia sin medida

En el Palacio de Velázquez. Parque del Retiro de Madrid, el Museo Reina Sofía con esta exposición repasa la carrera del artista MANUEL QUEJIDO (Sevilla, 1946), que se inició en 1964, en los que QUEJIDO explora el expresionismo, el pop y la experimentación geométrica, en 1974 el artista entra por fin a pintar, desde este año hasta hoy día: la pintura no se limita a representar un pensamiento, sino que lo produce en su propio hacer. En este proceso, según la forma de hacer de QUEJIDO, el pintar, pensar van siempre acompañados por un tercer término, el del sentir.

Indagaciones sobre la pintura

La exposición recibe al visitante en la nave central del Palacio con tres conjuntos de obras de gran formato fechadas en tres décadas distintas. Así, se muestran Espejo 8 (1984), y Espejo 11(1985) de la serie Reflejos, acompañadas de Partida de damas (1985); así como tres Tabiques (Tabique, VI, VIII y IX), de principios de los años 90, en los que Quejido investiga sobre cómo, en la pintura, concurren lo profundo y lo absolutamente plano, y donde se percibe una reflexión sobre Diego Velázquez, una figura a la que el artista recurre en otros trabajos a lo largo de su trayectoria.

Junto estas obras, como otro ejemplo más de indagaciones en la representación del espacio en la pintura, el visitante puede contemplar obras de la serie Moebius Q-vista, realizada entre 2003 y 2005, inspirada en la cinta de Moebius- una superficie con una sola cara y un solo borde descrita por los matemáticos  alemanes August Ferdinand Möbius y Johann Benedict en 1858- Serie más tardía que los Tabiques y Reflejos, en los Moebius Q-vista el artista vuelve a estudiar el enigma de la capacidad cúbica que queda contenida en la cara, única de la pintura.

Seguimos el itinerario indicado por la comisaria de la exposición Beatriz Velázquez.

Otros trabajos, un poco anteriores y que se muestran en otro espacio Ele (1978) o Sin palabras (1977). En este último se dio el salto de Quejido a la pintura sobre lienzo de gran formato y una temática que habla de la inadecuación entre el mundo, las palabras y las imágenes. El cuadro es un díptico en el que Quejido, jugando con los espacios, figura noche y día como personajes andantes cuyas trayectorias van a confluir. El momento de tránsito puede adscribirse tanto al día como a la noche, pero, a la vez, es un instante distinto de ambos, único y para el que no existe palabra en nuestro idioma (ya que englobaría tanto el momento de amanecer como el del ocaso. Otra obra que se instala en el atolladero de la incompatibilidad entre las palabras y las cosas es Matilde disimula un pensamiento, de 1974. Obra que inaugura la larga preocupación del artista sobre la relación pensamiento y pintura.

Un elemento presente de forma asidua en la obra de Quejido es la historia del arte, como las series de 30 bombillas (2010) y Los pensamientos negros (1988-89) que pueden verse en la muestra. En ellas, cada trabajo está asociado a la forma de pintar de algunos de los artistas del pasado, entre ellos, por citar algunos, Piero della Francesca, Velázquez, Ingres, Goya, Cézanne, Picasso, Matisse, Warhol o Bacon. A la vez, Quejido decide situar este ramillete de pintores en un diagrama especial orientado según la historia de la pintura, pero que, a la vez, puede servir como sistema para determinar muchas de las formas posibles de pintar (a través de una hoja en el espacio, se puede hacer esta lectura de quien es quien, muy interesante).

Siguiendo el recorrido, el artista aborda la cuestión del acto de pintar en otras obras como Los pintores (2015), iniciada a mediados de los noventa, o en las distintas versiones de Nacer pintor (2006) que se muestran en la exposición, aunque hay versiones también desde finales de los noventa. En Nacer pintor Quejido retoma los motivos de sus pinturas de los años ochenta y los ordena como secuencias, como narrando la historia de un niño que crece hasta convertirse en pintor. Es también a una alusión a ese “nacimiento pintor” que es cada pintura.

Crítica social

Llegamos al ala derecha del Palacio de Velázquez. En otro registro, muy distinto, el artista se sirve desde 1993 de la superficialidad de la pintura para enunciar una repulsa ante la situación del mundo, que llama de “mediación generalizada”.

Quejido reacciona de formas diversas. Así, por ejemplo, vuelve su mirada una vez más hacia Diego Velázquez en su obra VerazQes, realizados en 2005 a partir de La Fragua de Vulcano, Las hilanderas y Las meninas, y donde efectúa sendas alegorías del ejército, la corona y la banca, cuyo imperio queda enmascarado en la maraña de la mediación.

Sin consumar (1997-1999) constituye otra réplica al estado de mediación, en particular al consumismo. La monumentalidad de la obra, friso pseudopublicitario engalanado con todo tipo de productos, evoca la desmesura comunista y los productos de ganga, con toda una marea de precios flotando alrededor de los bienes prometidos.

MANOLO QUEJIDO. Sin Consumar. 1997-1999. Acrílico sobre Aluminio. Colección Junta de Andalucía. Centro Andaluz de Arte Contemporáneo.

Seguimos en este lado derecha del Palacio de Velázquez, que sigue mostrando al visitante épocas anteriores del trabajo de Quejido. Se muestran, por ejemplo, sus Cartulinas, estudios pictóricos ceñidos al formato estándar de la cartulina 100 x 70, que llegan a contar por centenas y en las que plasma asuntos de lo más misceláneo: objetos, personajes, personajes, personas concretas, animales, ideas, lugares. Asimismo, se muestran las obras Trideliriums, Siluetes y Secuencias (1969-1974), reducciones al blanco y negro de las tres vías con las que el artista había iniciado su producción: el expresionismo, el pop y la experimentación geométrica.

En 1980 acudí a la inauguración Madrid D.F. octubre-noviembre 1980, en el Museo Municipal, siendo nuestro alcalde Enrique Tierno Galván, tengo el catálogo y revisándolo he de confirmar que fue una gran muestra, destacan las obras de Manolo Quejido.

© Mariví Otero 2023
Manuel Otero Rodríguez

Fuente: MANOLO QUEJIDO. Distancia sin medida. Museo Nacional Reina Sofía. Palacio de Velázquez. Parque del Retiro de Madrid. 21 de octubre al 16 de mayo de 2023. Gabinete de Prensa Museo Reina Sofía: documentación y fotografías.

FACUNDO DE ZUVIRÍA. Estampas porteñas

Facundo de Zuviría. Evelina, de la serie Siesta argentina, 2003. 28 × 35 cm. Colección Astrid Ullens de Schooten, Bruselas. © Facundo de Zuviría

En la Fundación MAPFRE Madrid visitamos la primera exposición retrospectiva que se presenta en España del artista argentino FACUNDO DE ZUVIRÍA (Buenos Aires, 1954).

La muestra que se centra en imágenes de Buenos Aires refleja su “obsesión” como él mismo ha reiterado en varias ocasiones, por su ciudad natal. El autor ha retratado sin tregua los escaparates y las fachadas de sus calles, con una predilección por señalización urbana levemente obsoleta. De ahí, sin duda, <la nostalgia, el presente que ya se escribe en un tiempo pasado, la “melancolía de un anacronismo” que se perciben en su obra>, tal como señala Alexis Fabry, comisario de la exposición, citando a Alan Pauls en su Factor Borges.

Facundo de Zuviría es uno de los fotógrafos más relevantes de Argentina, un país en el que la disciplina fotográfica no estaba considerada al nivel de las artes plásticas a comienzo de la década de 1980, cuando inicia su carrera.

Facundo de Zuviría . Peinados Permanentes Rosita, Monserrat, 1985. 18,8 × 27,5 cm. Colección privada, París. © Facundo de Zuviría

La exposición, abarca cuarenta años de trayectoria del artista, de 1982 a 2022, se concentra en unas 195 fotografías en blanco y negro y en color y ofrece un itinerario lineal, un todo continuo por la obra de Zuviría solo interrumpido por las series “Siesta argentina”, la más conocida y política, y “Frontalismo”, gran ejemplo de su inclinación por la composición y la simetría. Esta serie, iniciada en 2010, era en un principio una serie, con un fin, sin embargo, aún hoy en día continúa en proceso. Lo mismo ocurre con “Estampas porteñas”, que el artista considera su trabaja más personal, pues se nutre de motivos a los que vuelve una y otra vez en sus paseos habituales por Buenos Aires.

Facundo de Zuviría. La Paz, Buenos Aires, 1986. Copia Cibachrome. Copia posterior. 26,8 × 39,9 cm. Colección Leticia y Stanislas Poniatowski. © Facundo de Zuviría

Tal y como él mismo ha señalado, su modo de trabajar es “coleccionando lugares o escenas que incorporaba a una especie de acervo personal, que iba organizando en series fotográficas que se prolongaban en el tiempo y que a veces, se convertían en nuevos temas”.

La mirada del autor se nutre del arte pop norteamericano, de las pinturas de Edwad Hopper o del artista argentino Rómulo Macció. También se alimenta de la literatura, de la de Ricardo Piglia y sobre todo de la de su escritor preferido, Jorge Luis Borges. De él emula su deambular como peatón, su “apropiación” de la ciudad de eso que el literato llamó “las modestas diferencias de Buenos Aires”. En sus comienzos se siente entusiasmado por el artista ruso Alexander Rodchenko, especialmente por su faceta cono fotógrafo, admira su complejidad a nivel formal: las sombras, los contrapicados, los reflejos o los planos superpuestos, que inspiran, entre otras, su obra El ciudadano, Alem y Viamonte,1988. Pero si hay alguien que influye en Zuviría es Walker Evans. La obra del fotógrafo estadounidense entro en su vida cuando ya había comenzado sus series porteñas.

Facundo de Zuviría . Evita, San Telmo, septiembre de 1982. Copia Cibachrome. Copia posterior. 26,4 × 39,4 cm. Colección privada, París. © Facundo de Zuviría

A lo largo del recorrido, la exposición tratar de mostrar los dos palos en los que se mueve Zuviría a lo largo de su trayectoria. Por un lado, la agilidad, la cercanía e incluso la luminosidad que expresan sus estampas porteñas; por otro, la austeridad y la lejanía que manifiestan dos de las series en las que se detiene la exposición: 

Siesta Argentina

Las imágenes que Zuviría produce entre 2001 y 2003, algunas de ellas publicadas en el libro “Siesta Argentina” 2003, son testimonio elocuente de los efectos de la crisis conocida como el corralito, que afectó a toda la sociedad argentina y que provoco que la mayoría de los negocios tuvieron que cerrar y los habitantes perdieran gran parte de su poder adquisitivo.

Representada por locales vacíos, tiendas cerradas, escaparates en desuso y lavanderías misteriosas en las que no se aprecian indicios de actividad, el blanco y negro utilizado por el artista refuerza la sensación de estar capturando una ciudad que se desvanece.

Facundo de Zuviría. Cine en Belgrano, 198. 24,8 × 33,1 cm. Colección privada, París. © Facundo de Zuviría

A propósito de la serie, el crítico de arte Lucas Fragasso señalo: “La siesta es ese momento suspendido, ese breve fragmento temporal situado entre el sueño profundo y la vigilia. Casi un estado artificial que cobra en las imágenes de Facundo de Zuviría una dimensión dramática. Ellas nos hablan de ese tiempo en que parte de la ciudad aparece sumida en un obligado descanso. En la siesta, los sentidos externos se apagan y el sueño protege al durmiente de las incitaciones externas […]. En el despertar, lo recientemente pasado, de lo cual no nos hemos alejado lo suficiente, de repente nos golpea. En el instante mismo de restregarnos los ojos golpea con toda su dureza. Quizás las imágenes fotográficas de “La siesta argentina” también nos permiten divisar el momento en que se abren los ojos, cuando la siesta llega a su fin y algo que golpea comienza a cobrar forma”.

Facundo de Zuviría . Lavadero en Manantiales, Uruguay, ca. 1991. Copia cromogénica. Copia de época. 9,3 × 14,1 cm. Colección Nathalie et Nicolas Motelay. © Facundo de Zuviría

Frontalismo

“Siempre fotografié las fachadas de frente, buscando en esas líneas simples y austeras los rasgos definitorios de su esencia, una suerte de argentinidad manifiesta en los frentes urbanos. Con esta idea [de “frontalismo”] me propuse confeccionar una especie de catálogo personal de fachadas urbanas, viviendas de clases media en los barrios, tiendas modestas y algunas otras cuyo significado parece difícil de precisar”.

Facundo de Zuviría . Casita en la autopista, Liniers, 1984. 8,4 × 12,6 cm. Colección Astrid Ullens de Schooten, Bruselas. © Facundo de Zuviría

La obra de Zuviría ofrece una mirada del Buenos Aires de los últimos 40 años. Una muestra para disfrutar de la mirada de un gran fotógrafo.

Facundo de Zuviría . Elvira, San Telmo, 1984. Copia posterior. 16 x 24 cm. Colección del artista, cortesía de Toluca Fine Art. © Facundo de Zuviría

© Mariví Otero 2023
Manuel Otero Rodríguez

Fuente: Facundo de Zuviría. Estampas porteñas. Fundación Mapfre Madrid. Del 11 de febrero al 7 de mayo 2023. Comunicación de la Fundación: Documentación y fotografías. Alejandra Fernández.