jueves, 4 de junio de 2020

LA PALABRA PINTADA


 "Plaza de la Paz" de Marysol González Sterling (1951). Escultura de Paco Barón (Madrid, 1931 - 2006, Madrid) "Paloma de la Paz" , 1988. En el Parque Enrique Tierno Galván.
 Foto: Mariví Otero . 3.6.2020

Nuestra vida cultural sigue parada pero muy activa virtualmente, Museos, Galerías nacionales e internacionales, Centros Culturales, Auditorios, Óperas, seguimos vivos, creativos y con esperanzas de que no nos olviden. Sigo trasteando por los altos de mi biblioteca rescatando esos libros abandonados siempre son pequeñas obras que vuelves a leer sacas notas… La elegida: LA PALABRA PINTADA (el arte moderno alcanza su punto de fuego) del escritor y periodista americano TOM WOLFE. Editorial Anagrama 1976. Barcelona IBSN 84-339-0430-2. España. Pop Art como llega [...]

“Andy Warhol. No hay nada más burgués que tener miedo a parecer burgués”.

Podemos dejar establecido como un principio, al llegar a este punto, que los coleccionistas de arte contemporáneo no quieren comprar arte difícilmente abstracto, excepto cuando es lo único que hay. Siempre preferirán arte realista con tal de que alguna autoridad les garantice que es a) nuevo y b) no realista. Comprender esta contradicción es comprender lo que pasó después: el Pop Art.

Un día, hacia 1963, estaba yo con el editor de una revista, un enterado total, y se me ocurrió sacar el tema del Expresionismo Abstracto, entonces me dejó, en un tono que me denunciaba como la única persona en Nueva York ignorante de la noticia: “Oye, tu, que el Expresionismo Abstracto ya está muerto. Ha terminado con él un profesor del Hunter College, un tipo llamado Leo Steinberg”.

Que yo sepa, Leo Steinberg no terminó con el Expresionismo Abstracto. Solo necesitaba un empujoncito. Lo que sí es cierto es que Steinberg fue una de las autoridades que avalaron el gusto por el Pop Art.

Leo Steinberg. 1920 - 2011. Crítico de arte e historiador.

Es opinión común que la era del Pop Art data de la exposición individual de Jasper Johns en la Galería Leo Castelli, del 20 de enero al 8 de febrero de 1958, con pinturas de banderas americanas, letras del alfabeto, hileras de números y dianas de tiro. Johns y su amigo Robert Rauschenberg eran los líderes de un cenáculo de artistas jóvenes que en la década de los cincuenta reaccionaron en contra del entonces santificado Expresionismo Abstracto. Los artistas jóvenes habían empezado a invadir la parte baja de Manhattan y frecuentaban, naturalmente, sitios legendarios con el Cedar Bar. Les gustaba dejar caer por el Cedar con sus cazadoras, pantalones de pana y demás arreos de bohemio que se precie, como jóvenes reclutas listos para la batalla contra el público miope, decían: “¡Hola, Bill!” (de Kooning), “¿Qué cuentas Mark?” (Rothko), “¡Hola, Franz!” (Kline). Pero los chicos mayores no se mostraban muy propicios que digamos a ser amigotes de aquellos donnadies adolescentes, odiosamente cobistas, y mucho menos a repartir con ellos sus arreboles. De acuerdo…  Johns y Rausenberg empezaron a minar el terreno a aquellos vejestorios hijos de mala madre por donde más vulnerables eran: su espantable solemnidad y su Alta Seriedad. El cenáculo de cenáculos de la calle Décima está repleto de unos   artistas tan espirituales que ni siquiera habían alcanzado las cotas de Pollock en el doble registro que lleva de la Danza de los Bohemios a la Consumación. Psicológicamente, estaban atrapados en la bohemia, y no sin resentimiento. Rothko rehusó participar en la exposición anual del museo Witney para salvaguardar “la ejecutoria de mis cuadros” dijo “ante el mundo” y rechazó (o pretendía haber rechazado) la posibilidad de poner los pies en una sola galería de la parte alta de la ciudad acepto en vernissages de algún amigo. En ese contexto, Rausenberg se dedicó a hacer declaraciones a las revistas especializadas en las que sostenía que ser un artista no difería, en nada, desde el punto de vista o cualquier otra cosa, y expuso obras como la formada por tres botellas de Coca-Cola, de las de verdad, coronadas por unas alas de águila. Era demasiado fácil definir todo aquello como mero dadaísmo. No era un exabrupto, estaba dotado de una poderosa frescura… de algo con lo que un crítico joven y ambicioso podía echarse a volar.

Jasper Johns. "Flag". encáustica, óleo y collage sobre tela montada sobre madera contrachapada.
1954-1955. Museum of Modern Art, Nueva York.

No es extraño que Leo Steinberg, y con él William Rubin, otro teórico (y coleccionistas), definirá el trabajo de Johns como la más nueva y alta síntesis. ¿El argumento central? Por supuesto. Nuestra vieja amiga la falta de relieve.

La nueva teoría se puede resumir de este modo: Johns había escogido objetos reales, tales como banderas, cifras, letras y dianas de tiro al blanco, que eran planos por naturaleza, Como si dijéramos, nacieron para ser planos. Y precisamente en ese contexto Johns lograba algo increíble: incorporar objetos reales a la pintura moderna de manera que ni violaba la ley de la falta de relieve ni aportaba implicaciones literarias. Es más: convertiría esas piezas cotidianas (las banderas y la cifras) en objetos de arte…con lo que les restaba contenido literario. ¿Eran forma, eran contenido? No eran nada. Sólo una más alta síntesis. “Un producto increíble” dijo Steinberg.

Pero algo más quedaba por decir. Johns había cubierto sus signos a base de pinceladas breves y nerviosas a lo Cézanne, continuaba Steinberg. Quizá por ello, parecían más planos que nunca.

Tal falta de relieve manifestaba de una vez por todas la falsa falta de relieve de los expresionistas abstractos como de Kooning y Pollock. La faena estaba a punto de terminar. Steinberg se aprestaba a darle a Clement Greenberg el golpe de gracia.

[…] Bien, poca atención merecían ya los expresionistas abstractos. Steinberg, con la ayuda de Rubin y de otro teórico, Lawrence Alloway, de cataratas a todo el mundo de día para otro. En 1960, sembró muchas de sus ideas en una serie de conferencias dadas en el Museo de Arte Moderno. La sala contaba únicamente con 480 butacas, Par es un pueblo tan pequeño como Culturburgo y el Museo ejerce sobre él tantos influjos, la plataforma resultaba adecuada. Las ideas de Steinberg cundieron tan aprisa como las de Steinberg resultaban perfectos para la nueva era. Greenberg era un teólogo siempre en el filo de la indignación y la hostilidad, como Johnattan Ewards o Savonarola, mientras Steinberg era frío, incluso un poco irónico. El prototipo del joven erudito, del historiador: serio pero civilizado.

Tan pronto como me di cuenta del mensaje de Johns, dijo Steinberg, “me pareció que los Kooning y Kline eran puestos en el mismo cesto que Rembrandt y Giotto. Repentinamente todos pasaban a ser pintores artificiosos” Mas tarde, Steinberg modificó la frase dejándola en “Watteau y Giotto”; quizás por la demente rima inter-idiomática, que sea dicho de paso, me parece bien… o quizás porque el hecho de ser colocado en un mismo cesto con Rembrandt, aunque fuera por obra y gracia de Steinberg, era algo que podía no resultar molesto para artista alguno, de Kooning incluido.

Todo lo dicho pudo constituir el final del Expresionismo Abstracto, y a la vez un triunfo inmejorable, artístico, en fin, para la Teoría del Arte. La delicada y excelsa interpretación de Steinberg colocó a la disciplina en un plano celestial, al lado de Paracelso, Meister Eckhart, Christian Rosenkreutz, Duns Scoto y los escolásticos… ¿Cuántos ángeles pueden bailar en la cabeza de un alfiler? Esa fue una vez una cuestión de sutileza infinita ¡Desde luego! Pero qué tal ésta: ¿Puede una nave espacial atravesar un de Kooning?

Willem de Kooning. "Interchange". Óleo sobre lienzo. 200.7 cm x 175.3 cm.
1955. Colección privada de Kenneth C. Griffin. actualmente expuesto en el Instituto de Arte de Chicago.

Steinberg podía atacar el expresionismo abstracto precisamente porque daba a entender que había encontrado algo más nuevo y mejor. Pero hay que notar que sus ataques en ningún momento se dirigieron en contra de las premisas de la Teoría del Arte de Finales del Siglo XX tal y como las estableció Greenberg, Aceptaba todos los principios fundamentales que éste había fijado. El realismo y el tridimensionalismo quedaban vetados. La falta de relieve era todavía un dios. Steinberg, simplemente, añadía: “He encontrado un mundo nuevo más plano”.

En pocos años las imágenes más famosas del Pop Art fueron las aplicaciones de Roy Lichtenstein hechas a partir de viñetas de tebeos bélicos y románticos, y los botes de Sopa Campbell y cajas de Brillo por Andy Warhol. Pero ¿no era eso realismo? De ninguna manera. Incluso se podría decir que todo lo contrario del realismo. Alloway, el inglés que acuñó el término Pop Art, aportaba el siguiente razonamiento: Los comics, etiquetas y marcas comerciales que gustaban a los artistas del Pop no eran representaciones de una realidad externa. Eran representaciones de una realidad externa. Eran sistemas hechos a base de los signos que habían llegado a ser un lugar común en la cultura americana. Al ampliarlos y darlos al lienzo, lo que hacían esos artistas era sacarlos de su condición de mensaje para convertirlos en algo que no era mensaje ni imagen de la realidad externa. “El Pop Art no es abstracto ni realista”, dijo Alloway, “aunque tiene contactos con ambas tendencias. El íntimo sentido Pop Art no es localizable; es, esencialmente, el de un arte acerca de signos y sistemas de signos”. Quizás era algo difícil de seguir, pero el certificado de aprobación no se hizo esperar por nadie: “¡Estupendo! por la presente queda usted autorizado a gustar de estos cuadros. Y son a prueba de realismo”. 

Brillo BOX. 964-68. Serigrafia yi acrílico sobre madera contrachapada. Museo Coleção Berardo, Lisboa © 2017 The Andy Warhol Foundation for the Visual Arts, Inc. / VEGAP

EL Pop Art rejuveneció por completo el mundo neoyorquino. Significó para las galerías, los coleccionistas, los asiduos de las exposiciones, la prensa especializada y los ingresos de los artistas los mismo que los Beatles significaban por aquel entonces para el mundo del disco. ¡Era el deshielo! ¡La primavera! La prensa abrazó al Pop Art con un deleite especial. Aquel maldito Expresionismo Abstracto había sido tan solemne, tan severo…” Vestigios de sensibilidad vulnerada se abren dubitativamente por un campo de azul cobalto no siempre propicio” ¿Cómo se puede escribir sobre un asunto tan monstruoso? El Pop Art, en cambio, es divertido…

© Mariví Otero 2020
Manuel Otero Rodríguez

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