viernes, 22 de agosto de 2014

Visitando los Alfareros de Galicia con mi Madre

Agosto, mes triste, el pasado día 6 he perdido a mi Madre. Mujer culta, independiente, espléndida y sabia gallega ¡muy bella! Husmeando por su biblioteca, me tope con un libro titulado Viajes Galaicos, de Carlos García Bayón, después de leer varios capítulos descubro uno marcado por ella, pensé le gusto,  pero recordé que hice este viaje con ella hace ya algunos años, visitando a los Alfareros de Galicia y adquiriendo bellas piezas que hoy forman parte de  mi colección.

Ella

Por el barro originario de Buño, Niñodaguia y Bonxe, con un paréntesis para saborear las curvas barrocas de Trasalba

Los grandes creadores de las formas han sido Dios y los alfareros de Galicia, y todo ello, porque para algo ha de servir la ciencia infusa  sin haber  pasado por el COU y sin haber cursado en ninguna politécnica eso que denominan diseño industrial y artístico. Mas dejando a Dios en sus jardines y alfares celestes y hablando de tejas abajo, es en las manos y sensibilidad de los oleiros de Buño, Niñodaguia y Bonxe donde hay que buscar los antecentes de las exquisitas y aristocráticas curvas que engalanan la historia, verbigracia, las carnales de la otomana en que descansa  Madame Recamier, las naturalista que caligrafían las chimeneas y balconadas del seráfico Gaudí, las ondulatorias con que Le Corbusier erigió en una pradera la capilla de Romchamp...  ¡cáspita!  ¡pues vaya retablo de las Maravillas! ! Como usted lo oye! La alfarería gallega es intensa, extensa y estoica cultura que se extiende en el tiempo, desde los castros geológicos hasta la electrónica contemporánea; y en la geografía, desde las riberas atlánticas hasta las alturas mesetarias y forestales de Terra Chá o Portomourisco. Los topónimos de los alfares artesanos han nomeado constantemente por corredoiras  y caminos reales, por ferias  y mercados y siguen abundosos en la memoria popular, no solamente los de Buño, Niñodaguìa, Bonxe, sino los de Gundivós,  a mi Madre y a mí nos gustaba mucho la cerámica de Gundivós, la forma, el negro por el exterior a modo de tiznado la diferencia del resto, reproduzco una pieza de la colección. Lobios, Gaioso, Tioira, Bamio Seixo...

Gundivós

En el siglo XVIII, así lo asegura Larruga, había en Galicia cerca de doscientas alfarerías, pero los aconteceres las han ido menguando hasta quedar reducidas a cifras numantinas. ¿Por qué? ¿Cuántos alfares en régimen artesano y familiar sobreviven en la región?  Tal vez veinte ¡Ah! pero los azares, ahora felices, están revalorizando los productos de los ¡oleiros! y dando un giro copérnico a los obradores que si antes eran solicitados por el caràcter utilitario de las piezas elaboradas, ahora lo son por su valor artístico de las mismas, por el gusto de sus formas tradicionales, por la elegancia de la nueva obra, por  su ingenuísimo, y cada producto que primariamente cumplía una función sorda y anodina en el hogar, ocupa ahora los estantes sobresalientes de las vitrinas como una cenicienta que de pronto se siente en el trono real.

Piezas de la colección

Alfares

Es lógico que uno se sienta impulsado por éstas y las plurales razones que motorizan la mecánica histórica a visitar y golosear los obradores alfareros, sus hornos, a ver los procesos artesanos, a contemplar y admirar las manos creadoras, los ojos fabuladores, el barro cálido y plástico, a pulsar las altas temperaturas de los hornos,  a curiosear el régimen familiar y a picotear cuanto color,  instrumento, pedal, pisón  engrane en el quehacer alfarero y que  nos llega desde la   lejanía sin rostro de los siglos.

¿Cuántos Oleiros, topónimos dispersos por la geografía gallega, testimonian la extensión de esta artesanía rural? Cuando el padre Sarmiento pasó por las orillas barbanzonas y visitó un  ¡Oleiro!, cerca de Riveira, anota el fraile que vio,  al pasar de su  andadura, muchas mámoas, ¡y oí! que había muchas en Oleiros ¡Acaso se diría  Ollarios por las ollas cinerarias que se hallan en dichas mámoas! ¿Será,  pues,  esta la causa de tales topónimos? El padre Sarmiento, ínclito ecuestre en mula campesina, se las sabia todas. En el extraordinario estudio de García Alén sobre la  Alfarería en Galicia, anota 16 Oleiros desperdigados por nuestra geografía gallega. Allá ahora cada cual con su teoría.

Bonxe,  lo difícil para llegar Bonxe, es llegar a Bonxe. Por Curtis, Guitiriz y Otero de Rei, ya está  en el umbral  de los cacharreiros de Terra Chà. No hace mucho, por Tirimol, Gaioso y Bonxe, al amparo de abundantes arcillas,  cada casa campesina tenía su obrador familiar, su horno, donde producían cerámicas,  con sabidurías que llegaban desde los ancestros. Ahora la alfarería por estos paisajes  de la  Chaira es una heroica  sobrevivencia.

Bonxe

Buño, está  en la vía caminante de Malpica, un caserío que perfora la carretera. En Buño la alfarería comenzó  el sexto día de la Creación, cuando se inventó el primer barro y el primer hombre. En las alfarerías de Buño lo que no es tradición es  plagio.

Niñodaguia,  cruzando Lalin y Orense, a una aldea de Xunqueira de Espadañedo donde ha hecho nido un águila. Por eso la llaman Niñodaguia. Es un puñado de casas diez alfares, 24 cacharreiros, una iglesita con espadaña, hórreos de madera, una fuente, plátanos a orillas de la carretera, maíces y patatales... El barro aquí también es comunal, y son más de 20 hectáreas que florecen en Veigachà.

Mamá,  gracias por este espléndido  viaje, y otros muchos realizados juntas a lo largo de nuestra vida.

© Mariví Otero 2014

Bibliografía: García Bayón, C. Editorial Biblioteca de Galicia 1989.

Fotografías: Manuel Otero Rodriguez y Mariví Otero.

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