Con
motivo del 80 aniversario de la creación de Guernica (1937), de Pablo Ruiz Picasso, y de la llegada
a sus salas hace 25 años, el Museo
Nacional Centro de Arte Reina Sofía. El camino a Guernica, una
exposición, que a través de un conjunto de obras difíciles de volver a reunir,
narra las circunstancias personales e históricas y la radical transformación artística que
experimentó Picasso a partir de
finales de los años 20 para llevarle a componer el mural tal y como finalmente
lo hizo.
Destacan
obras como Las tres bailarinas (1925), de la Tate de Londres, o la escultura Mujer en el jardín (1930), del Museo Picasso de París. Venidas desde
Nueva York, pueden contemplarse Mujer
peinándose (1940), del MoMA, Desnudo
de pie junto al mar (1929), del MET; o Mandolina
y guitarra (1924), del Museo Salomon R. Guggenheim, y Monumento: cabeza de mujer (1929) de una colección particular.
A través de estas y otras muchas piezas claves de la
época comprendida entre finales de los 20 y mediados de los 40, se muestra la
metamorfosis que experimentó el arte de Picasso desde el inicial optimismo
del cubismo hasta la búsqueda de una nueva imagen del mundo –entre la belleza y
la monstruosidad- en un momento de gran
convulsión como fueron los años 30, marcados por acontecimientos como la
irrupción de movimientos como el fascismo
o la Guerra Civil española y con la
Segunda Guerra Mundial en ciernes.
Picasso, un hombre maduro y ya una figura consagrada
internacionalmente sufre diversas crisis artísticas al mismo tiempo que ve
surgir nuevas corrientes en las que no participa, como el surrealismo de Dalí,
Buñuel o Miró (queda claro que Picasso no participó en el movimiento
surrealista), donde se muestra el mundo del inconsciente, de los espacios
imposibles y cuerpos violentados y en el que abundan paisajes abiertos,
contrapuestos a los espacios cerrados de los bodegones cubistas. Hasta entonces,
el mundo de su arte había sido fundamentalmente íntimo y personal, estaba
limitado por las paredes y las ventanas de un cuarto.
Sin
embargo, dieciocho meses antes de pintar Guernica, Picasso entra en una fase
de dudas e, incluso de cierto bloqueo artístico. En este período apenas hace
grandes pinturas, lo que contrasta con la vitalidad de otros momentos. Da la
impresión de que el artista busca realizar una obra en la que confluyan los
diversos caminos que había iniciado a mediados de los años veinte, cuando
intenta expresar a través de su pintura la violencia de la sociedad moderna,
que parece ajena a los lenguajes plásticos que él había manejado hasta
entonces.
La exposición,
distribuida en diez salas, el Guernica es el epicentro alrededor
del cual orbitan otras piezas anteriores y posteriores de Picasso que nos dan las
claves precisas para analizar las transiciones vitales del artista y para
alcanzar la conclusión de que no habría
existido esta obra sin los singulares experimentos anteriores.
Los años 20 y 30
Belleza y terror
Caras y fantasmas
Monstruos y monumentos
¿Qué sucede con la tragedia?
Tras el bombardeo
Mater dolorosa
Las cosas se desmoronan
Producción en los años 40
Memento mori
Máquinas de sufrimiento
Medianoche en el siglo
Piedad y terror
La muestra trata también de esbozar los
motivos por los que el Guernica se
ha erigido en una de las piezas más icónicas de la historia del arte. Un lienzo
que, desde 1937 y para varias generaciones de todo el mundo, se ha convertido
“en la escena trágica de nuestra cultura”, según T.J. Clark, uno de sus dos
comisarios.
Conscientes de su proyección
internacional y de su papel histórico, cuando el Gobierno republicano le
encarga la obra para la Exposición Internacional de París como denuncia de la
guerra civil española, Picasso aborda el asunto del conflicto bélico de
forma muy diferente a como se había venido haciendo hasta el siglo XX –con
monumentos de y para militares- El artista introduce el dolor y el sufrimiento
de los civiles, convirtiendo al Guernica
en tal vez el primer antimonumento de la Historia, y probablemente es esto
lo que le ha convertido en el gran icono del siglo XX.
La ausencia de alusiones concretas, el
protagonismo de las víctimas anónimas, la contundencia expresiva de sus formas
y la fuerza que da la incertidumbre espacial del cuadro, lo han convertido en
el mayor alegato moral contra el terror de las guerras modernas que no solo
destruyen la vida, sino también la identidad del ser humano. Además en la obra,
como sugiere T.J. Clark, lo que hace el artista es afrontar el momento de la
existencia en que un individuo o un grupo reconocen, demasiado tarde ya, la
muerte y la vulnerabilidad. Y el subsiguiente derrumbamiento que experimenta
hacia una mortalidad desguarnecida no sólo despierta horror en quienes lo
contemplan, sino piedad y terror, en una mezcla que asusta pero fortalece. A
pesar del dolor inapelable, la imagen es un revulsivo. Guernica es,
fundamentalmente, la defensa universal del humanismo.
Tras varios años de trabajo de investigación, el Museo ha realizado una
meticulosa selección de 180 obras que resultan fundamentales para articular y
entender el discurso de la exposición y que proceden tanto de los fondos del Reina Sofía como de unas treinta instituciones y colecciones
privadas de todo el mundo: el Musée
Picasso y el Centre Georges Ponpidou, de París; La Tate Modern, de Londres; el MoMA
y el Metropolitan Museum, de Nueva York, entre las primeras; o Nahmad y Menil, entre las segundas, que
han efectuado para la ocasión préstamos excepcionales.
Picasso
tardo años en escapar del hechizo de Guernica. Las “Mujeres llorando”
fueron la secuela del mural, y los retratos que se pueden contemplar de Dora
Maar en Máquinas de sufrimiento eran
en esencia variaciones del mismo tema. La dimensión sádica de los retratos de Picasso
parece innegable, y en ocasiones el artista llegó a reconocerlo. Los cuartos en
los que está atrapada podrían ser búnkeres o cámaras de tortura, pero incluso
en esos lugares se reafirma, lejos de estar angustiada invariablemente.
Quizá el mejor, y sin
duda el más serio, de los “retratos” de Dora Maar sea el realizado en la
primavera y el principio del verano de 1940: Mujer peinándose, del MoMA, que puede contemplarse en la sala Medianoche en el siglo y en el que Picasso
se remonta a una autentica angustia trágica mientras las tropas de Hitler se
acercan a París. Picasso lo pintó en Royan, una pequeña localidad costera a la
que había huido en septiembre de 1939. La fecha de finalización del cuadro, que
el artista escribió en el bastidor, es el 19 de junio de 1940. Las tropas nazis
habían entrado en París el 14.
Los comisarios de la exposición son los historiadores del Arte: T.J. Clark y Anne M. Wagner. Dirección del proyecto, Manuel Borja- Villel y Rosario Peiró. Coordinación, Carolina Bustamante y Almudena Diez.
© Mariví Otero 2017
Manuel
Otero Rodríguez
Bibliografía: Piedad
y terror en Picasso. El camino a Guernica. 4 de abril de 2017- 4 de
septiembre de 2017. Museo Nacional
Centro de Arte Reina Sofía. Gabinete de Presa.
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