viernes, 2 de noviembre de 2018

Redescubriendo el Mediterráneo. Luz y color

Hermen Anglada Camarasa
Tormenta en la playa, 1898
Óleo sobre lienzo
205 x 205 cm
Colección ENAIRE
Inv. 0092
© Hermen Anglada-Camarasa, VEGAP, Madrid, 2018

La Fundación Mapfre presenta esta muestra de intensos colores, con el redescubrimiento del Mediterráneo, una vía por la que pareció encontrar un momento de energía y a la vez de sosiego, de equilibrio entre lo antiguo y lo moderno, entre la ciudad y la naturaleza, que supuso una de las etapas más brillantes de la pintura en el tránsito del siglo XIX y XX.
En 1912 escribía Monet:

“Sólo sé que hago lo que puedo para plasmar lo que siento ante la naturaleza y que lo más frecuente es que, para llegar a reproducir lo que experimento, olvide totalmente las reglas más elementales de la pintura, si es que existen. En dos palabras, permito que aparezcan muchos defectos para fijar más sensaciones”.

La exposición hace un recorrido por aquella pintura que, con sus distintas peculiaridades, convirtió, durante aquel período, el Mediterráneo en motor de renovación del arte. De una manera u otra, los artistas presentes en la muestra adoptaron el Mediterráneo, sus aguas y su cultura como uno de los motivos principales de sus composiciones.

Claude Monet
La Méditerranée, (Cap d’Antibes), 1888
Óleo sobre lienzo
65,09 × 81,28 cm
Columbus Museum of Art, Ohio. Bequest of Frederick W. Schumacher
Inv. 1957.061.064

Comisarios de la muestra: Marie-Paule Vial, ex directora de los Museos de Marsella y del Musèe National de L’Orangerie y Pablo Jimenez Burillo, director del Área de Cultura de Fundación MAPFRE. Producida por Fundación Mapfre, ha sido posible únicamente gracias al apoyo de los más de setenta prestadores que han colaborado en ella. Entre ellos destacan el Musèe d’Orsay, Musèe National Picasso-París, el Musèe Matisse Nice, el Centre Georges Pompidou, el Musèe d’art Moderne de la Ville de Paris, el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, el Kunstmuseum, el Columbus Museum of Art o el Museo di Arte Moderno Contemporanea di Trento e Revereto. También ha sido imprescindible la generosidad y extraordinaria disposición de las colecciones particulares que han accedido a prestar obras de una calidad extraordinaria.

La exposición está compuesta por 138 obras de 41 artistas y se articula en seis secciones.

Siguiendo este hilo conductor, la muestra se abre con España, donde el litoral mediterráneo es, en ocasiones, mero espacio natural que acoge a los artistas locales en sus salidas a pintar al aire libre. Un lugar para el trabajo pero también, y sobre todo, para el placer, para el baño y los niños jugando y corriendo por la playa; es el caso de la pintura de Joaquín Sorolla, Cecilio Pla, Ignacio Pinazo. Sin embargo, nacer en el Mediterráneo también parecía proporcionar unas marcadas señas de identidad.

Así lo entendió en Cataluña, el noucentisme, con Joaquín Torres-García y Joaquín Sunyer a la cabeza, creando incluso un diario y una imagen nacional basada en paisajes tranquilos y equilibrados, en una vida sencilla y natural que se quería heredera de una Antigüedad inmutable.


El recorrido se abre con paisajes que no dejan ver el mar de Joaquín Torres-García, un uruguayo que desarrolló algunas de sus obras en Cataluña, para dar paso al primer pintor español que mostró una playa. La parte española ofrece distintas caras. Las playas de Valencia estallan en luz y alegría porque en ellas se desarrolla la vida, ya sea para trabajar o por placer, con niños, mujeres y pescadores. Es también el goce del turismo burgués. Junto a obras de Sorolla como Al agua y Clotilde y Elena en las rocas, en las que apare oírse el mar, gran obra Bajo la sombrilla, de Lluís Masriera.

Joaquín Sorolla
Al agua, 1908
Óleo sobre tela
81 x 106 cm
Fundación Bancaja
Foto: Juan García Rosell


La visión de este mundo idealizado en los artistas catalanes Joaquín Mir o Hermen Anglada Camarasa durante sus estancias en Mallorca se aproxima más, en cambio, a la de los pintores franceses. La isla se convierte en un símbolo de esa Arcadia que tanto anhelan, por la naturaleza salvaje y exuberante, buscar la luz clara que desvela los matices más ricos, los contrastes más sugerentes.

Joaquim Mir
Fragmento decoración Casa Trinxet, 1903
Óleo sobre tela
142 x 174 cm
Fundación Francisco Godia, Barcelona
Foto: Jaume Blassi

Julio González

Nacido en Barcelona en 1876, pasó buena parte de su vida en París, trabajó con Picasso y Gargallo, posiblemente con Brancusi, y, junto a ellos se relacionó con otros de los artistas más importantes del momento, como Alberto Giacometti o Fernand Léger. En los inicios de su carrera participó en el noucentisme, tal como lo muestran las pinturas Dos mujeres y Paisaje. Sin embargo, sí atendemos a su dilatada trayectoria como escultor, no podemos afirmar que fuera un escultor noucentista, y ello a pesar de que un tema propio de esta tendencia no dejó de estar presente nunca en su obra: La Montserrat, figura femenina, arquetipo de la mujer catalana, la campesina, La bien plantada, en palabras de D’Ors. Fue con ocasión de su participación con La Montserrat en el Pabellón de la República española de la Exposición Internacional de París en 1937, cuando realiza numerosos dibujos, esculturas, máscaras y pinturas en torno a este tema.


El tren París-Lyon, que llegó hasta Marsella en 1856, hasta Niza en 1864 y hasta Ventimiglia en 1878, facilitó los viajes hacia el sur. Allí se creó una especie de taller a cielo abierto para varias generaciones de pintores que huyen de los embates del mundo urbano. La identificación fue tal que, cuando hoy en día hablamos de “los talleres del Midi”, asociamos los distintos lugares con los artistas que en ellos residieron: Aix- en Provence con Cézanne, Arlés con Van Gogh, Antibes con Picasso.

Lo podemos apreciar en la sección que abre Francia, la misma experiencia de Monet a su llegada a Bordighera, como también  la de Signac en Saint Tropez o Derain en L’Estanque, del Braque de antes del cubismo, de Renoir en Cagnes-sur-Mer o de Pierre Bonnard en Le Cannet.

Al hablar de Mediterráneo, hablamos de tradición; la del clasicismo, la calma el equilibrio, el orden y la serenidad; rasgos ideales, modelos creados con el paso del tiempo. Pero con clasicismo no nos referimos solo a la Antigüedad clásica; aludimos asimismo a las fuerzas más primitivas. Así, y aunque pueda resultar paradójico, también al hablar de clasicismo hablamos de modernidad, pues se pueden hacer las obras más modernas en nombre de lo clásico.

Paul Signac
L'Entrée du port de Marseille, 1911
Óleo sobre lienzo
116,7 × 162 cm
Musée Cantini (depósito del Musée d'Orsay)
Foto: ©Ville de Marseille, Dist. RMN-Grand Palais / Jean Bernard

Los talleres del Midi

En la década  de 1880, tras los pasos del pintor Monticelli, Van Gogh se instala en Arlés buscando “el sol del glorioso Midi”. Alquila una casa pintada de amarillo con la intención de convertirla en el “taller del sur” para una comunidad de artistas. Aunque este sueño no pudo hacerse realidad, fueron muchos los pintores que desde entonces acudieron a su llamada. Renoir, Monet, Braque, Derain, Dufy, Bonnard. Matisse o Picasso fueron a medirse con la luz del Midi. Se reunían todos los veranos, invitándose unos a otros. Algunos solo pasaban unos días, otros volvían a verse con regularidad y otros, como Renoir, Bonnard y Matisse, acabaron quedándose allí definitivamente.

En 1897, Signac compró La Hune, villa que se convirtió en lugar de encuentro para Matisse, Camoin, Marquet, Manguin y Bonnard. Ninguno de ellos era puntillista estricto, pero compartían el mismo interés por la luz y su relación con el color. Tanto Camoin como Manguin Tomaron por costumbre pasar largos períodos en el Midi y, tras su etapa fauve, atemperaron sus composiciones para representar motivos de carácter edénico, como ejemplifican las obras de Manguin Cassis, el baño o La faunesa, transmitiendo la sensación de una felicidad al margen del tiempo.

Pierre Bonnard
Paysage, Le Cannet, ca. 1927
Óleo sobre lienzo
43 x 61 cm
Collection du Centre Pompidou, MNAM/CCI, Paris, en dépôt au Musée de l'Annonciade de Saint-Tropez.
Inv. 1955.1.42; AM 3841 P
© Pierre Bonnard, VEGAP, Madrid, 2018


En el verano de 1905, Derain y Matisse comenzaron en Collioure a trabajar con el color brillante y puro, iniciando la aventura fauvista. Un año después, Derain se reunió con Braque y sus amigos Dufy y Friesz en L’Estaque para seguir desarrollando esta pintura, que tiene en su obra L’Estaque o en el Paisaje en L’Estaque de Braque buenos ejemplos.

Georges Braque
Paysage à l'Estaque, 1906
Óleo sobre lienzo
60 × 73 cm
Musée de l'Annonciade, Saint Tropez
Collection du Centre Pompidou, Mnam/Cci, Paris. Legs de M. Georges Grammont. Legs à l'Etat français pour dépôt au Musée de l'Annonciade, Saint Tropez en 1959
nºinv. D 1955.1.44; AM 3847 P
Foto: © Centre Pompidou, MNAM-CCI, Dist. RMN-Grand Palais / Philippe Migeat
© Georges Braque, VEGAP, Madrid, 2018

Continuamos el recorrido expositivo y llegamos a la sección de los italianos, el Mediterráneo parece más bien una idea, un concepto que preside la manera de pintar. Sea cual sea el tema, el Mediterráneo como reencuentro con el clasicismo y las propias raíces parecen guiar la mano de artistas como Giorgio de Chirico, Carlo Carrà o Massimo Campligi, Alberto Savinio.

Escenas que, en principio, podrían resultarnos familiares se muestran, en cambio, bajo el aspecto de lo extraño y lo inquietante. Imbuidas de melancolía, estas pinturas parecen hablarnos de la pérdida difícil de definir, de describir o de representar. Imágenes del alma que nos remiten al pasado, al clasicismo, recordándonos que la felicidad de la Arcadia mediterránea nunca volverá a ser la misma.

Giorgio de Chirico
Le muse (Le muse in villeggiatura; En villégiature), 1927
Óleo sobre lienzo 73,2 x 54 cm
MART 2169
Mart, Museo di arte moderna e contemporanea di Trento e Rovereto
Collezione L.F.
© Giorgio de Chirico, VEGAP, Madrid, 2018

Matisse/Picasso, con quienes se cierra la exposición, aglutinan aspectos de los pintores anteriormente  citados, como si con ellos el Mediterráneo llegará a su acumulación. Por un lado, la placidez que transmiten las composiciones de Matisse, con su gusto por la pintura y por la vida. Por otro, la ambivalencia de las obras de Picasso: narrativas algunas, también clásicas y primitivas a un tiempo, en ellas se muestra toda la agresividad y la melancolía del artista, de una vida. Mientras Matisse celebra la naturaleza, Picasso parece no encontrar reposo y alterna estilos, buscando, sin hallarlo, el deleite de la pintura. Y es esta la dialéctica que encontramos en el seno del clasicismo, de un lenguaje al que los artistas vuelven una y otra vez mientras se abren a la modernidad. 

Henri Matisse
Figure à l'ombrelle, Collioure, 1905
Óleo sobre lienzo
46 x 37,5 cm
Musée Matisse, Nice
Legs de Madame Henri Matisse, 1960
(Inv. 63.2.14)
Foto: François Fernandez
© Succession H. Matisse,VEGAP, Madrid, 2018.

Picasso quizá canso de la afluencia turística, en septiembre de 1958 Picasso se traslada al Château de Vauvenargues, ubicado en las faldas del monte Sainte-Victoire. Solo tres años más tarde, sin embargo, marcha a Notre Dame-de-Vie, una finca en el flanco de una colina de Mougins. La casa se convierte en parte de su historia. En las paredes del comedor coloca algunas de sus obras fetiches, como si de alguna manera, en Mougins, el artista hubiera vuelto a su raíces, cerrando así un circulo cuyo comienzo y cuyo final el Mediterráneo.

Pablo Picasso
Los pichones, 1957
Óleo sobre tela
100 x 81,5 cm
Museu Picasso, Barcelona
MPB 70.457
Foto : © Martí Gasull
© Sucesión Pablo Picasso, VEGAP, Madrid, 2018

Iluminación intensa, lo que no impide que se mantenga la sensación de que este paseo por el Mediterráneo, es como resume la comisaria Marie-Paule Vial “Entusiasmo, armonía y felicidad”.
Aristide Maillol
Mediterránea, 1905
Bronce
107 x 115 x 78 cm
Colección particular.
Foto: Krause, Johansen
© Aristide Maillol, VEGAP, Madrid, 2018

C, Marivi Otero 2018
Manuel Otero Rodríguez

Fuente: Redescubriendo el Mediterráneo. Fundación Mapfre/ Madrid. 10 de octubre 2018 al 13 de Enero 2019.Dirección Corporativa de Comunicación/ Alejandra Fernández Martínez.

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