martes, 24 de julio de 2018

MONET / BOUDIN


El Museo Nacional Thyssen-Bornemisza ofrece con MONET / BOUDIN la primera ocasión de descubrir a través de una exposición monográfica la relación entre el gran pintor impresionista Claude Monet (París, 1840-Giverny, 1926) y su maestro Eugène Boudin (Honfleur, 1824- Deauville, 1898), representante destacado de la pintura al aire libre francesa de mediados del siglo XIX.

El primer encuentro entre los dos artistas se produjo en la primavera de 1856, cuan coincidieron en la papelería Gravier, en El Havre. Boudin, que era 16 años mayor, felicitó a Monet por su trabajo como caricaturista, por el que ya comenzaba a destacar, y le animó a seguir estudiando y pintando, invitándole  a hacerlo junto a él. Boudin iniciaba entonces su primera obra madura, tras aprendizaje autodidacta basado en la copia de maestros holandeses del siglo XVII, y realizaba estudios al aire libre, en la tradición del paisajismo de la Escuela de Barbizón. El joven Monet aceptó la sugerencia y comenzó a dibujar y pintar con él paisajes en plein air convirtiéndose en su discípulo. Al cabo de dos años, poseía ya la suficiente destreza para emprender su primer lienzo destinado a ser expuesto al público: Vista cerca de Roulles (1858), inspirado en el paisaje de los alrededores de El Hevre, al igual que Paisaje Normando (h. 1857-1858) de Boudin. Ambos son paisajes equilibrados, algo convencionales en la disposición de los motivos, pero que captan con sabiduría la luminosidad del día, una preocupación constante de Boudin que supo trasladar a su discípulo.


En los años siguientes, como había hecho Boudin, Monet estudió las obras de pintores de la Generación de 1830 como Rousseau o Daubigny. Su partida a París en 1859 pudo haberles alejado, pero los frecuentes viajes a El Havre, la correspondencia que mantuvieron y la producción artística de ambos demuestran que el vínculo se mantuvo, de forma que la inicial relación entre mentor y alumno se fue transformando en admiración y estímulo para ambos.


Trouville era un pequeño pueblo de pescadores con una extensa playa que pronto se convirtió en destino turístico de burgueses y aristócratas. Boudin lo descubrió  a comienzos de la década de 1860 y volvió todos los veranos para pintar el puerto, los muelles, el río Touques y escenas de playa. Con estas últimas, pretendía llamar la atención de una clientela más amplia, entre la que se encontrasen los propios veraneantes de Trouville. No recibieron la acogida esperada, como ocurrió  con Concierto en el Casino de Deauville, expuesto sin éxito en el Salón de París de 1865. Con el paso de los años, se decantó por composiciones más pequeñas y vibrantes, destinadas a un coleccionismo minoritario, y en 1870 abandonó prácticamente sus escenas de playas por una dedicación más intensivas al género de las marinas, cuya demanda era mayor.


Durante el verano de 1870, Monet se instaló con su familia en Trouville, donde ensayó varias escenas de playa basadas en las de su maestro. Pero en obras como: Camille en la playa en Trouville (1870), las figuras anónimas  de Boudin representadas siempre alejadas, como elementos de un paisaje, se convierten en personajes concretos como su esposa Camille o la de Boudin, Marie-Anne Guédès.


Como reconocimiento a su papel en la gestación del impresionismo, Monet invitó a su maestro a participar en la Primera Exposición Impresionista, en 1874. Boudin expuso tres lienzos, cuatro acuarelas y seis pasteles. El propio Manet, además de cinco lienzos, expuso siete pasteles, en lo que puede interpretarse como homenaje a su maestro. Bautizado por Corot como “el rey de los cielos”, Boudin siguió  pintando a lo largo de toda su vida este tipo de estudios, adaptando en su producción más tarde colores más luminosos y brillantes, en la estela del impresionismo.

A finales de la década de 1870, la amistad entre Monet y Boudin comenzó a enfriarse. Pudo contribuir a ello la relación de Monet con Alice Hoschedé antes de la muerte de Camille, por la que Boudin sentía un gran aprecio, o la crisis económica de 1875, que afecto profundamente al mercado artístico. Sin embargo, el maestro conservó la admiración por su antiguo discípulo y numerosas obras de la década de 1880 y 1890 muestran una convergencia de intereses, vistas de los acantilados de Normandía y la costa de Bretaña.


La muestra de pasteles, acuarelas y ciento cincuenta óleos de Boudin en la galería de Durand-Ruel, en 1883, supuso su consagración definitiva. Alcanzada ya una cierta estabilidad económica, se propuso ir más allá de los gustos conservadores de su clientela y comenzó a pintar también para sí mismo, atento a algunas novedades impresionistas. De estos años son marinas en las que el elemento predominante es la luz del atardecer, como Marea baja (1884).


Por motivos de salud, Boudin viajó al Midi por vez primera en 1885, lo que pudo influirle en el empleo de una paleta más colorida a partir de entonces. Fue en todo caso en su visita a Beaulieu, en 1892, cuando hizo suya la luminosidad mediterránea, a la par que completaba sus lienzos al aire libre, gracias al buen tiempo. Como Manet, en 1893 llevó a cabo visitas de Antibes, y en 1895 pintó más de setenta lienzos en Venecia, considerados por el propia pintor su –canto del cisne-.

En 1920, Monet expresó a su biógrafo, Gustave Geffroy, un reconocimiento ya sin reservas hacia su maestro “lo he dicho y lo repito: todo se lo debo a Boudin”.

Tras la muerte de Boudin en 1898, Monet formó parte del comité que organizó su exposición póstuma.

Comisariada por Juan Ángel López- Manzanares, conservador del Museo Thyssen, la muestra reúne un centenar de obras de los dos pintores, incluyendo préstamos de museos e instituciones como el Musée d’Orsay de París, la National Gallery de Londres, el Metropolitan de Nueva York, el Museo de Israel en Jerusalén, el Museu Nacional de Belas Artes de Río de Janeiro o el Marunuma Art Park de Japón, así como de colecciones privadas, como la de Pére Simón.

El recorrido por la exposición se articula en ocho apartados temáticos en algún momento cronológicos, enfatiza los intereses artísticos que compartían ambos artistas, como la atracción por la iconografía de la vida moderna –plasmada en escenas de veraneantes en la playa de Trouvelle- por efectos cambiantes de la luz –que protagonizaron la mayor parte de sus óleos y pasteles- y, finalmente, por la naturaleza semisalvaje de los acantilados de las costas de Bretaña y Normandía.



© Mariví Otero 2018
Asistente: Manuel Otero Rodríguez

Fuente: MONET/ BOUDIN. Museo Nacional Thyssen-Bornemisza. Del 26 de junio al 30 de septiembre 2018. Oficina de Presa del Museo. Gema Sese.

LORENZO LOTTO. Retratos. El primer retratista moderno del Cinquecento italiano.

Retrato de hombre joven
Lorenzo Lotto
Óleo sobre tabla, 34,2 x 27,9 cm
h. 1500
Bérgamo, Accademia Carrara - Pinacoteca di Arte Antica

El Museo del Prado y la National Gallery de Londres presentan la primera gran exposición monográfica dedicada a los retratos de Lorenzo Lotto. Comisariada por Enrico Maria da Pozzolo, de la Universidad de Verona y Miguel Falomir director del Museo del Prado.

Lorenzo Lotto (Venecia, 1480- Loreto, 1557) fue uno de los artistas más fascinantes y singulares del Ciquecento italiano y su aprecio entre estudiosos y aficionados no ha dejado de crecer desde que Bernard Berenson le dedicó  por primera vez una monografía en 1895: Lorenzo Lotto; An Essay in Constructive Art Criticism. Lotto fue para Berenson, que escribía en paralelo al nacimiento del psicoanálisis freudiano, el primer retratista preocupado por reflejar los estados de ánimo y, como tal, el primer retratista moderno. Aunque esta revaloración de Lotto ha sido particularmente intensa desde la década de 1980; ninguna exposición o publicación monográfica ha abordado la fecha de sus retratos, lo que otorga un carácter pionero a esta iniciativa. Propone además  una mirada singular a sus realizaciones a través de la presencia en las salas de los objetos incluidos en sus retratos como testigo de la cultura material de la época. Asimismo, indaga en el modo en el que Lotto concebía y ejecutaba sus retratos, para lo que dada la escasez de estudios técnicos, cobran una importancia excepcional los dibujos rara vez expuestos junto a la pintura.

Imagen de la exposición “Lorenzo Lotto. Retratos”. Foto © Museo Nacional del Prado.

La exposición incluye obras procedentes de los lugares donde trabajó este pintor nómada: su Venecia natal, Treviso, Roma y Las Marcas, realizadas durante cincuenta años. Las primeras traen ecos de Antonello da Messina tamizados por Alvise Viviarini, su maestro, y Giovanni Bellini, a los que se agregaron elementos nórdicos (principalmente Durero), de Giorgione, Rafael, Leonardo y, en la década de 1540, de Tiziano. Lotto reelaboró estos aportes hasta dotarse de un lenguaje propio en el que miradas, ademanes y objetos se aúnan para transcender la descripción física y el estatus de los retratados y revelar sus sentimientos más profundos. Son retratos con un formidable potencial narrativo que invitan a imaginar las vidas de los efigiados y dan fe de una Italia en profunda transformación.

Retrato del obispo Bernardo de’ Rossi
Lorenzo Lotto
Óleo sobre tabla, 52 x 40 cm

1505
Nápoles, Museo Nazionale di Capodimonte


Algunas de las secciones de la exposición.

Solo, sin fiel Gobierno y muy inquieto de mente

En enero de 1540, en el lumbral de los sesenta años, Lotto regresó de Venecia, para abandonarla dos años después rumbo a Treviso, allí entre 1542 y 1545, pintó algunos de sus retratos más intensos, en los que plasmó, sin idealización, el irreversible y demoledor efecto del dolor y la vejez. Un velo de tristeza, casi una sombra de muerte, se extiende sobre quienes posaron frente a su caballete y, paradójicamente, sus lujosas indumentarias asumen casi el valor de una vanitas. Son retratos cuya sobriedad ceromática y compositiva reflejan el impacto de Tiziano, más en el terreno formal que en el conceptual, pues Lotto rehuyó la idealización de sus modelos. En 1545 Lotto regresó a Venecia por última vez y el 25 de marzo de 1546 redacto un segundo testamento, que incluye la confesión que titula  esta sección: “Solo, sin fiel gobierno y muy inquieto de mente”

Micer Marsilio Cassotti y su esposa Faustina
Lorenzo Lotto
Óleo sobre lienzo, 71 x 84 cm
1523
Madrid, Museo Nacional del Prado

Dibujos

Los dibujos, ya sean de retratos o de obras religiosas, han estado prácticamente ausentes en las exposiciones dedicadas a Lotto y ello ha dificultado su estudio. En esta hay varios dibujos que se le atribuyen de distinta naturaleza. Unos debieron de concebirse como preparatorios para retratos pintados, y van desde el apunte  apresurado al diseño cuadriculado presto a ser traslado a la tabla o lienzo; otros sin embargo, presentan tal acabado que parecen obras autónomas, posiblemente concebidas para regalos. Por el Libro di espese diverse sabemos de la variedad de materiales de dibujo que adquiría (carboncillo, piedra negra, tizas blancas, yeso de sastre o tinta) que dan fe de su versatilidad como dibujante. Acompaña a los dibujos un fascinante retrato al óleo sobre papel, recientemente atribuido a Lotto, con la frescura del apunte tomado del natural, que ilustra un uso del óleo documentado pero del que apenas quedan ejemplos.

Retrato de mujer como Lucrecia
Lorenzo Lotto
Óleo sobre lienzo, 96,5 x 110,6 cm 
h. 1530 - 1532 
Londres, The National Gallery

Lotto, que conoció tanto el éxito como el fracaso, cayó prácticamente en el olvido tras su muerte y fue a finales del siglo XIX cuando Bernard Berenson (1865-1959) lo rescató como el primer pintor italiano preocupado por representar los estados de ánimo, como el primer retratista moderno. Esta interpretación aún vigente, encontró terreno abonado en una sociedad cada vez  más interesada por los aspectos profundos del individuo, y no parece casual que Berenson fuera coetáneo de Sigmund Freud (1856-1939) y los inicios del psicoanálisis.


 © Mariví Otero 2018
Asistente: Manuel Otero Rodríguez

Fuentes: Lorenzo Lotto. Retratos. Museo Nacional del Prado. Área de Comunicación del Museo del Prado. 19 de junio – 30 de septiembre 2018. Madrid.