martes, 26 de julio de 2016

Gustave Caillebotte, auténtico mecenas para sus compañeros impresionistas.

El Museo Thyssen-Bornemisza presenta en colaboración con el Musée des impressionnismes Giverny una exposición dedicada al artista  Gustave Caillebotte (París, 1848-Petit Gennevilliers, 1894) nace en el seno de una familia acomodada que le permite recibir una educación privilegiada. Ya elabora algunos estudios artísticos cuando en 1872 comenzó a frecuentar el taller de Leon Bonnat. Ese mismo año hace el preceptivo viaje a Italia y en 1873 supera la prueba de acceso para la École des Beaux Arts.


A pesar de recibir una formación fundamentada en los valores académicos tradicionales, el pintor mostró un mayor interés por aquello que rompía con lo establecido. Sus primeras obras muestran una mirada original sobre la naturaleza y la ciudad moderna. El tema cede su protagonismo a una composición arriesgada, dominada por un alto punto de vista y perspectivas oblicuas que crean un efecto tensión.

En 1875, después de que  el jurado del Salón rechazara el primer lienzo que presentaba de manera oficial, Los acuchilladores, Caillebotte se unió al bando de los pintores independientes. Un año después volvería a mostrar esta obra junto a cinco cuadros de temática urbana en la segunda exposición impresionista. A partir de este momento, el artista dio un paso más en el impulso del movimiento a través de la compra y colección de obras de sus compañeros.

Una de las figuras menos conocidas y a la vez más originales del movimiento impresionista. La exposición: Caillebotte, pintor y jardinero muestra la evolución temática y estilística  del pintor francés, desde sus inicios en el París moderno de Haussmann hasta su pintura de jardines, que ocupará una parte importante de su producción artística.

Durante mucho tiempo, Caillebotte ha sido conocido fundamentalmente por su papel de mecenas e impulsor del movimiento impresionista. Organizó exposiciones y coleccionó un gran número de obras de artistas como Pisarro, Degas, Renoir, Sisly, Cézanne y Monet. Esa generosidad eclipsó durante mucho tiempo su derecho a ser recordado como artista del grupo y, de hecho uno de los más originales. A su muerte,  en 1894 legó su notable colección al estado francés, generosa decisión que fue recibida con reticencias con desagrado por el gobierno, debido a que entonces el impresionismo no estaba consagrado en  los salones canónicos. El hecho fue conocido como El affaire Caibellotte, supuso la entrada de cuarenta obras maestras de los principales creadores del impresionismo que forman la espina dorsal del Musée D’Orsay.


La comisaria es Marina Ferreti, directora de Exposiciones e Investigación del Musée des impressionismes Ginerny, la exposición presenta un total de 65 obras procedentes de colecciones privadas y museos internacionales como el Marmottan Monet de París, el Brooklyn Museum de Nueva York y la National Gallery of Art de Washington D.C., dividida en cuatro etapas vitales: El París de Haussmann, un universo mineral. Vacaciones en Yerres. El Sena y los viajes de Normandía y El jardín de Petit Gennevilliers.

La exposición se centra en los años finales de la década de 1880, cuando el artista se retira a Petit Gennevilliers y crea allí un suntuoso jardín. En ese periodo  Caillebotte trata con frecuencia a Claude Monet, al que había iniciado en la jardinería en los días de gloria del impresionismo y con quien comparte intereses y preocupaciones. Pues los dos someten su arte a una profunda renovación, y ambos también, siempre inquietos y en busca de nuevos caminos, raras veces se encuentran satisfechos con lo que hacen. Apasionados desde hace años por la horticultura, crean simultáneamente los jardines que inspirarán sus últimas obras maestras. Pero Monet vive hasta 1926, en plena gloria y la reputación de su jardín de Giverny se difundirá pro todo el mundo. Caillebotte, en cambio, muere  prematuramente en 1894, cuando su obra está aún en plena evolución. Como hará por su parte Monet unos años después, se inspira casi exclusivamente en la propiedad que él ha diseñado de principio a fin, a orillas del Sena.


Caillebotte se distancia de los retratos y las visitas urbanas que había realizado en su etapa de París para centrarse en una naturaleza controlada por la mano del hombre en Petit Gennevilliers. Sin embargo, continúa empleando aquellas perspectivas audaces y el innovador modo de construir el espacio de sus escenas parisienses, tan próximas a la fotografía y al cine, en sus series de veleros y en las composiciones florales.


Desde 1881 y hasta su muerte, el artista se obsesiona con el tema pictórico  de los barcos. Como le  ocurrió con la horticultura y su jardín en Petit Gennevilliers, se trata de una pasión pero en este caso concreto una pasión que le consume. Las embarcaciones son un motivo que aparece una y otra vez  en más de treinta óleos de esta etapa final. En ellos se capta una escena, un instante, en el que se plasma su atracción por el mundo moderno.

A partir de 1888 se instaló definitivamente en la finca junto a Charlotte Berthier, modelo y compañera con la que no tuvo hijos y por lo que decidió firmar un testamento en el que legaba toda su colección a Francia.


© Mariví Otero 2016
Asistente: Manuel Otero Rodríguez

Fuente: Caillebotte, Pintor y Jardinero, Museo Thyssen-Bornemisza. Departamento de Prensa y documentación. Del 19 de julio al 30 de octubre 2016. 

Caravaggio y los pintores del norte: Un revolucionario inquieto.


En las Salas del Museo Thyssen-Bornemisza, se exhiben cincuenta y tres obras, doce de ellas del maestro Lombardo procedentes de colecciones privadas, museos e instituciones como el Metropolitan Museum de Nueva York, la Galleria Degli Uffizi de Florencia, el Museo del Ermitage de San Petersburgo, el Rijksmuseum de Ámsterdam o la Iglesia de San Pietro in Montorio en Roma.
El recorrido abarca el curso de la carrera de Caravaggio, desde el periodo romano hasta las emotivas pinturas oscuras de sus últimos años, junto a una selección de obras de sus más destacados seguidores en Holanda: Dirk van Baburen, Gerrit van Honthorst o Hendrick Ter Brugghen. Flandes: Nicolas Régnier o Louis Finson y Francia: Simon Vouet, Claude Vignon o Valentin de Boulogne.

Gert Jan van der Sman, profesor de la Universidad de Leiden y miembro del Instituto Universitario Olandese di Storia dell’ Arte de Florence (Universidad de Utrecht), desarrolla un  trabajo como comisario, que en principio, parece complejo, el resultado final es espléndido.


Gran renovador de la pintura del siglo XVII, Michelangelo Merisi nació el 28 de septiembre de 1573 en la localidad lombarda de Caravaggio, en la provincia italiana de Bérgamo.

Caravaggio es el pintor más misterioso y sin duda el más revolucionario de la historia del arte. En Roma, treinta años después de la muerte de Miguel Ángel, desencadenó una violenta reacción contra el Manierismo, “la maniera” de pintar de sus predecesores, que juzgaba limitada, amanerada, académica. Impuso lenguaje realista, teatral, escogiendo en cada tema el instante más dramático, reclutando sus modelos en la calle, incluso para las escenas más sagradas como Muerte de la Virgen h. 1606 (Museo del Louvre), que no dudó en pintar como escena nocturna, algo que ningún artista había osado hacer antes. Proclamó la primacía de la naturaleza y de la verdad.

Fue, en pintura, la apoteosis de lo que se llamará, más tarde, el arte barroco. La época, en el paso del siglo XVI al XVII, está marcada por el frenesí, el exceso, el éxtasis. Del Concilio de Trento salió la Contrarreforma:  al rigor de Lutero y Calvino, que habían expulsado cuadros y esculturas de lugares sacros, los papas y los jesuitas opusieron una abundancia de imágenes, de ornamentos, de colores, de contrastes y de decoraciones, para deslumbrar a los fieles, subrayando el predominio de Roma. Claudio Monteverdi inventó la ópera. La obra de Caravaggio se integró en ese momento impetuoso y lo amplificó. Cada una de sus obras es un escándalo, por lo que algunos se indignaron. Nicolas Poussin, que llegó a Roma poco después de la muerte de Caravaggio, declaro: “Vino a destruir la pintura”.

La onda expansiva que desencadenaron sus obras fue poderosa y persistente, pero la memoria de Caravaggio no resistió tanto. El artista cayó en el olvido. Habría que esperar tres siglos para que se le hiciera justicia. Su nombre volverá a la superficie a finales del siglo XIX; pero el público solo lo descubrirá, y calibrará su verdadera dimensión, con los trabajos del crítico Roberto Longhi, hacia 1920. Este reconoció la influencia de Caravaggio sobre todo el siglo XVII e incluso más allá, hasta Delacroix, Géricault (quien copió la Deposición de Caravaggio antes de abordar Los náufragos de la Medusa). Courbet y Manet. “Después de Miguel Ángel, ningún otro pintor italiano ha ejercido tanta influencia”, dijo el crítico norteamericano Bernard Bereson, quien consideró “incongruente” y no lo estimaba especialmente. “Después de él, la pintura ya no podía ser como antes. Su revolución fue una modificación profunda e irreversible de la relación sentimental e intelectual entre el artista y el objeto de su mirada”, escribió Giuliano Briganti. Y André Berne-Joffroy, secretario de Paul Valéry, resume: “Lo que, después del Renacimiento, comienza con Caravaggio es simplemente pintura moderna”.

Escandaloso, provocador, inadmisible en vida, Caravaggio lo siguió siendo después de muerto. Como no se encontró su cadáver, algunos pretendieron que había simulado su muerto para zafarse de sus perseguidores.

[…] Escribió el profesor Julián Gállego: “Pero Caravaggio sigue siempre vivo y joven, porque no se limitó a darnos una réplica objetiva del universo: nos dio su versión propia, su opinión, humilde y dramática de que la belleza reside en la verdad. Una verdad a la que llega, como cada cual, por medios artificiosos, rechazados otros, igualmente válidos para captarla (como la atmósfera libre de Venecia, basada en una técnica de pinceladas sueltas), para convencernos de que la vida es (también) un hermoso drama, incluso cuando se trata de la vida de una modesta fruta en un cestillo.


Caravaggio y los pintores del norte traslada al visitante a la época de Michelangelo Merisi  y a las décadas que siguieron a su muerte, cuando su fama aún estaba en su punto más alto, un periodo especialmente rico en hitos pictóricos. La exposición se abre con dos salas dedicadas a las obras que el pintor realizo durante sus años en Roma en las que se pone de manifiesto su polifacética  carrera. En las siguientes, se presentan cuadros de artistas del otro lado de los Alpes que contemplaron con sus propios ojos obras de Caravaggio. El resultado de sus impresiones se muestra desde una perspectiva lo más amplia posible, pues cada uno aportaba su propio bagaje y, además, buscaba nuevos modos de expresión, tanto en el arte religioso como en el profano. Las dos últimas salas están dedicadas a la producción de Caravaggio y sus seguidores extranjeros en Nápoles y el sur de Italia.



© Mariví Otero 2016
Asistente: Manuel Otero Rodríguez.

Fuente: Caravaggio y los pintores del Norte. Museo Thyssen-Bormenisza. Muestra del 21 de Junio al 18 de septiembre de 2016. Documentación Oficina de Prensa del Museo Thyssen-Bornemisza. Madrid.

lunes, 25 de julio de 2016

Impresionistas y modernos: Obras maestras de la Phillips Collection

Amadeo Modigliani. Elena Povolozky, 1917.
Óleo sobre lienzo.

Todo aquel que esté al tanto de la pintura moderna conoce la colección Phillips. Mejor dicho, casi todo el que esté al tanto de la pintura. Los comienzos de la modernidad, el posimpresionismo como se solía llamar, los acepta todo el mundo ahora como los fundamentos de nuestra manera de entender las artes plásticas. Constituyen el eje  en torno al cual todavía sigue girando todo lo concerniente a las artes. La persona que asiste a este fenómeno, está acostumbrada a ver  el nombre de esta colección  en casi todas las reproducciones de sus cuadros favoritos.

La Phillips Collection celebra este año su noventa y cinco aniversario. En el marco de esta efeméride y de forma excepcional, la institución norteamericana, con sede en Washington, ha preparado una exposición itinerante internacional a partir de sus fondos. La muestra únicamente podrá verse en tres ciudades. Tras su paso por el Palazzo delle Esposizioni de Roma, la muestra llega a España de la mano de la Obra Social “La Caixa” Tras haber sido expuestos en CaixaForum Barcelona, los fondos llegaron a CaixaForum Madrid donde se pueden ver entre julio y octubre.

Se diferencia de otras instituciones que se establecieron en el periodo de entreguerras del siglo pasado por el interés de su fundador, Duncan Phillips (1886-1966), en las conexiones entre obras de arte del pasado y las del presente. Desde joven, Phillips siempre quiso apoyar a los artistas jóvenes, adquiriendo obras en base a sus méritos y no porque pertenecieran a tendencias  especificas o fueran  reconocidas. Apostó siempre por la idea de la modernidad como un diálogo entre pasado y presente, sin ningún tipo de restricción geográfica, nacional ni histórica. (Conferencia a cargo de la comisaria de la exposición Dr. Susan B. Frank y conservadora de la Phillips Collection).


Impresionistas y modernos. Obras maestras de la Phillips Collection presenta una selección de pinturas del que fue el primer museo de arte moderno de Estados Unidos. Esta destacada institución  abrió sus puertas al público en 1921, concebida por su fundador, Duncan Phillips, como “un museo íntimo combinado con un centro de experimentación” comenta la Dra. Susan Behrends Frank. En la actualidad, la Phillips Collection es reconocida en todo el mundo por su colección de arte de los dos últimos siglos.

Esta excepcional muestra reúne sesenta obras de cuarenta y cuatro artistas europeos y americanos. Distribuida en seis ámbitos temáticos que se articulan cronológicamente, refleja la evolución de la pintura moderna desde el siglo XIX hasta bien entrado el siglo XX. Se inicia con una selección de obras de los principales artistas que revolucionaron la pintura europea como Ingres, Delacroix, Courbet o Manet,  en estrecho diálogo con los grandes maestros impresionistas como Van Gogh, Cézanne, Degas, Monet y Sisley. 

Edgar Degas (1834–1917), Bailarinas en la barra, ca. 1900. The Phillips Collection, Washington D.C.

Ocupan un lugar central los maestros modernos que han dado forma a la visión artística del siglo XX, incluyendo a Bonnard, Braque, Gris, Kandinsky, Kokoschka, Matisse, Modigliani, Picasso, Soutine y Vuillard.

Pablo Picasso, La habitación azul, 1901. The Phillips Collection, Washington DC. © Sucesión Pablo Picasso, VEGAP, Madrid 2016

Junto con los estadounidenses Arthur Dove y Georgia O’Keeffe.

Georgia O'Keeffe. Motivo de hojas, 1926.
Óleo sobre lienzo.

La muestra finaliza con algunos  trabajos seminales del periodo de posguerra a cargo de artistas  americanos y europeos como De Staël, Diebenkom, Gottlieb, Guston y Rothko, que contribuyeron a crear una experiencia totalmente nueva para el visitante de exposición.

Nicolas de Staël. Fuga, 1951 - 1952.
´óleo sobre lienzo.

Ámbitos de la exposición:

1. Clasicismo, romanticismo y realismo

En el arte europeo y estadounidense del siglo XIX se produce un diálogo constante entre los ideales clásicos y la imaginación romántica y el realismo de los hechos observados. El clasicismo se entendía como la búsqueda de lo intemporal e ideal a través de la conciliación entre contrarios para alcanzar el equilibrio y la realidad en la composición. El realismo se convirtió en el antídoto para ambos, puesto que se centraba en los hechos observables como remedio contra la naturaleza idealizada el misterio y el exotismo.

2. Impresionismo y posimpresionismo

A medidos de la década de 1860, el realismo dio paso a los impresionistas franceses, entre ellos a Claude Monet y Alfred Sisley, que insistían en pintar escenas de la vida cotidiana y vistas urbanas o paisajes trabajándolas al aire libre con una paleta luminosa y prismática. En la producción de todos ellos, la naturaleza ya no es el resultado final, sino que se convierte en un punto de partida para generar interpretaciones personales.  

3. París y el cubismo

[…] Hacia 1910,  con la invención del cubismo, llagaba el momento decisivo de romper las ataduras con la realidad visual. Los artífices fueron Picasso y Braque, decididos a abandonar la perspectiva tradicional para crear un modo totalmente distinto de pintar. Los principios de forma fragmentada y puntos de vista variados en los que se basa el arte cubista acabaron influyendo en muchos pintores y escultores llegando también hasta Gran Bretaña y Estados Unidos.

4. Intimismo y arte moderno

A finales del XIX, en Francia se concebía la pintura como algo personal o “intimo”, vinculada a los sentimientos y a la imaginación del artista. Dos de las figuras fundamentales que exploraron este terreno fueron Pierre Bonnard y Edouard Vuillard, que pintaron escenas de su vida privada, en la que incluyen amigos y familiares, con un estilo muy personal. Para los artistas de la era moderna, se convirtió en un instrumento que les permitió explorar nuevos lenguajes estéticos y artísticos, al margen de la función moralizante y simbólica que tradicionalmente había tenido como género. Los objetos que el artista elegía podían tener un valor o una importancia personales. Los maestros modernos de la naturaleza muerta en el siglo XX van desde Georges Braque, con sus composiciones perfectamente equilibradas, hasta Giorgio Morandi y su intima poesía visual, o Ben Nicholson con sus estructuras conceptuales de inspiración cubista. No obstante, es Herni Matisse quien aporta los ejemplos más expresivos. Con obras de atrevido cromatismo que combinan inventiva y vigor en un enfoque a medio camino entre la abstracción y la figuración.

5. Naturaleza y expresionismo

En un nuevo siglo en el que se iban normalizando la electricidad, los rayos X, los automóviles las películas de celuloide y los aviones, todos esos cambios en la concepción del mundo y con respecto al lugar que ocupaba la humanidad en él incitaron a muchos artistas de ambos lados del Atlántico a crear equivalentes visuales de esas nuevas experiencias. El expresionismo del siglo XX intentó con frecuencia poner de relieve un sentido  subyacente de lo personal y lo espiritual que pudiera abarcar lo visionario. De todas formas, aunque esos artistas europeos y estadounidenses consideraban que el arte podía expresar la experiencia personal independiente del tema, la naturaleza siguió una fuente de inspiración constante para todos ellos. Wassily Kandisky y Chaïm Soutine, Georges Rouault, Oskar Kokoschka y la artista Georgia O’Keeffe.

6. Expresionismo abstracto

El expresionismo abstracto suele asociarse a la nueva pintura estadounidense surgida tras la Segunda Guerra Mundial. No obstante, la concepción expresionista de la abstracción no fue una prerrogativa de los artistas norteamericanos, sino también de los europeos y, en especial, de lo que vivían en el París de la posguerra, entre 1945 y 1951. Entre los miembros de la segunda Escuela de París, se encontraban numerosos extranjeros, como Nicolas de Staël, de origen ruso, y la pintora protuguesa Maria Helena Vieira da Silva, que experimentaron  con pequeñas manchas de color sobre lienzos de tamaño caballete para elaborar su particular visión pictórica. La Phillips Collection dio a conocer el trabajo de estos artistas en Estados Unidos.

Al otro lado del Atlántico, una generación de artistas había alcanzado la madurez creativa en la década de 1940 y 1950 convirtió a Estados Unidos en una potencia internacional, y con ello a la ciudad de Nueva York en la capital mundial del arte, en sustitución de París como centro de la actividad artística de vanguardia. Afectados por la conmoción política de la Segunda Guerra Mundial y sus consecuencias, aquellos jóvenes estadounidenses consideraron que el artista contemporáneo  se enfrentaba a lo que describieron repetidamente “una crisis del tema”. Para muchos de ellos como Adolph Gottloeb, Philip Guston, Willem de Kooning, Robert Motherwell, Jackson Pollock y Mark Rothko.


Un recorrido delicioso, para disfrutar de una espléndida  selección de obras, de la gran  Phillips Collection de Washington.
      
© Mariví Otero 2016
Asistente: Manuel Otero Rodríguez

Fuente: Impresionistas y modernos. Obras maestras de la Phillips Collection. Del 14 julio al 23 de octubre 2016. Área de comunicación de la Obra Social “La Caixa”. Juan Antonio García Fermosel. CaixaForum Madrid.

EL BOSCO: Imaginación desbordante, un adelantado a su tiempo.

Presenta en esta ocasión el Museo Nacional del Prado una muestra de significación e importancia inusuales. El Bosco. La exposición del V Centenario de la que dicen es la más numerosa reunión de obras de este artista neerlandés, el más enigmático e influyente del Renacimiento.

Jheronimus van Aken (h. 1450-1516), conocido en España como “El Bosco”, nació y vivió en ‘s-Hertogenboch (Bois-le Duc), una ciudad al norte del ducado de Brabante, en la actual Holanda, a la que vinculó su fama al firmar sus obras como “Jheronimus Bosch”.

En la época del Bosco, ‘s-Hertogenbosch era una ciudad próspera. La plaza del mercado, en la que el artista residió entre 1462 y 1516, era punto de encuentro de todas las clases sociales y escenario de toda suerte de acontecimientos –cotidianos y festivos, religiosos o profanos- fundamentales en el mundo visual del pintor, que asistió a ellos como espectador privilegiado, desde casa o fuera de ella.

Mercado de telas en ’s-Hertogenbosch
Anónimo flamenco
Óleo sobre tabla, 126 x 67 cm
h. 1530
’s-Hertogenbosch (Países Bajos), Het Noordbrabants Museum

La comisaria de la exposición Pilar Silva Maroto, jefa del Departamento de Pintura Flamenca y Escuelas del Norte y Pintura Española del Museo del Prado, comenta: que de las veinticinco obras originales que existen de El Bosco, España tiene ocho y seis de ellas están en el Prado, no sólo son seis, son seis de las más importantes: La Adoración de los Magos, que es su obra más perfecta; El Jardín de las Delicias, que es la más emblemática; y El Carro de Heno, que es probablemente la última que hizo. Los datos que se desprenden del estudio de las maderas (técnica conocida como dendrocronología) sobre la que pintó la sitúan entre 1512 y 1515.

Felipe II, gran admirador de El Bosco, es el que logro reunir en España un gran número de obras de su mano. Fue, junto a Tiziano su autor favorito. Pese a que muchas se han perdido, han llegado hasta nosotros la mayoría  de las que mando llevar al Monasterio del Escorial. El Museo Nacional del Prado, heredó junto a Patrimonio Nacional de una parte importante de las pinturas que poseyó el monarca, exhibe en sus salas la mayor colección del mundo de obras originales del artista.

Junto a las ocho obras españolas de El Bosco, la exposición  cuenta con 14 óleos prestados. Provienen  de Berlín, Bruselas, Londres, Viena, Venecia, Rotterdam, Amsterdam, París, Filadelfia, Nueva York, Washington y Lisboa. De Lisboa es el Tríptico de Las Tentaciones de San Antonio Abad, normalmente en el Museo de Arte Antiga, obra que destaca artísticamente, importante su presencia  en España.

El Bosco
Óleo sobre tabla, 73 x 52,5 cm.
1510 - 1515
Madrid, Museo Nacional del Prado

La muestra cuenta con cincuenta y tres obras. Veintinueve las firma el artista neerlandés y cuatro fueron realizadas por su taller. Ante la dificultad que plantea fijar la cronología del artista, se ha optado por dividir su producción en secciones de carácter temático, en las que se han  incluido dibujos correspondientes a cada tema.

El misterio es un valor añadido y nosotros la gente nos volvemos un poco locos con El Bosco, un pintor paradójico: hipnótico en el fondo y en la forma, en los temas y su factura, pero a la vez tan difícil de mirar. Solo Goya y Velázquez compiten con él en fervor popular, cada día en el Museo Nacional del Prado.

Del Paraíso al infierno

Alrededor del Carro de Heno se incorporan, varios trípticos de El Bosco en los que el Paraíso y el Infierno aparecen representados en las tablas  laterales, aunque varíe la forma de mostrarlos. Tradicionalmente, en la tabla central se incluía el Juicio Final, como sucede en el ejemplar de Brujas. En las Visiones del Más Allá de Viena, más que  la visión  del infierno, resulta original –y aún sorprendente- la del paraíso, con el túnel de luz deslumbrante que atraviesan los elegidos para llegar al Empíreo.


El jardín de las delicias

Junto a la pintura más emblemática y admirada de este genial artista, se exponen la reflectografía infrarroja y la radiografía de la obra, a menos escala, para que los visitantes podamos apreciar los cambios que el artista realizó desde que inició el dibujo subyacente hasta que concluyó la superficie pictórica, y el extraordinario dibujo de Hombre-arbol de la Albertina (bellismo dibujo).

La sección se completa con el retrato de su comitente, Engelbert II de Nassau del Rijkmusum de Amsterdam, obra del Maestro de los retratos de príncipes, y El libro de Horas de Engelbert de Nassau del Maestro de Viena  de María de Begoña de la Bodleian Library de Oxford, así como el manuscrito de Las visiones del caballero Tondal de Simón Marmion del Museo Getty de los Angeles.

Tríptico del jardín de las delicias
El Bosco
Óleo sobre tabla. 185,8 x 172,5 cm (tabla central); 185,8 x 76,5 cm (tablas izquierda y derecha)
h. 1490-1500
Madrid, Museo Nacional del Prado. Depósito de Patrimonio Nacional

Desde fines del siglo XIX, y sobre todo a partir del siglo XX, El Bosco y su obra han experimentado una revalorización creciente –incrementada aún más  si cabe por la reivindicación de su figura que hizo el surrealismo-, y sus pinturas y en particular el Jardín de las delicias que custodia el Museo del Prado, se han convertido en verdaderos iconos del arte occidental.

Acompañada por Manuel  asistente en este blog y el pequeño Mauro acudimos en el horario recomendado y sí, disfrutamos de la exposición estábamos la gente justa para poder hacer el recorrido por el extraordinario montaje escénico de una muestra a buen seguro irrepetible El Bosco. La exposición del V Centenario.


© Mariví Otero 2016
Asistente: Manuel Otero Rodríguez

Fuente: El Bosco. La exposición del V Centenario Museo Nacional del Prado. Guía de mano, 31 de Mayo al 11 de Septiembre de 2016. Exposición actual Prensa. Museo del Prado. Madrid.


Videoinstalación

Jardín Infinito





4 de Julio- 2 de Octubre 2016

A partir de la excepcional e icónica obra de El Bosco El Jardín de las Delicias, el Museo del Prado presenta por primera vez una ambiciosa videointalación, concebida ex profeso para la sala C del Museo, que permite experimentar y acercarse al célebre tríptico desde un espacio sensorial y perceptual, en el cual, el espectador camina y comparte el lugar del Paraíso, el Jardín Infinito el artista Álvaro Perdices y el cineasta Andrés Sanz, diseccionan los múltiples mundos pictóricos del cuadro haciendo posible una experiencia completamente inmersiva y envuelta en un paisaje sonoro dotado de infinidad de acentos. Las imágenes fragmentadas, los cambios de escala o la sorprendente “micronarrativas” adquieren una nueva dimensión, suscitando el primigenio asombro que la obra del Bosco siempre ha despertado.

2016. Videoinstalación. 75 minutos

Composición audio: Javier Adán y Santiago Rapallo

Espléndido trabajo.