viernes, 20 de diciembre de 2019
jueves, 19 de diciembre de 2019
LUGÁN antes de LUGÁN
La Galería José de la Mano, presenta
la exposición titulada LUGÁN antes de
LUGÁN está integrada por un total de
catorce obras sobre papel, datadas entre los años 1958 y 1966, que pertenecen a
la etapa inicial de la producción del artista LUGÁN= Luis García Núñez (Madrid, 1929). En ellas se puede ver cómo
todavía firmaba con su nombre, LUGÁN es
el acrónimo que adopto como nombre artístico a partir de 1967. A esta etapa la Galería José de la Mano ya le dedicó
una exposición en el año 2015, en la que se expusieron las seis piezas
interactivas que LUGÁN presentó en
el Pabellón español de la Bienal de São Paulo de 1973.
LUGÁN, es uno de los
artistas más singulares del panorama artístico español de la segunda mitad del
siglo XX. Su trabajo es conocido por sus obras de naturaleza electrónica,
conformadas por dispositivos que integran lo audiovisual, cinético y lo táctil,
que supusieron toda una novedad entre las creaciones de la época. La unión
entre arte y tecnología es el rasgo más simbólico de su trayectoria, que ha
estado profundamente marcada por su experiencia pionera en el Centro de Cálculo
de la Universidad de Madrid y su trabajo como técnico electrónico en Telefónica.
En una entrevista a Ignacio Gómez de Liaño por
Juan Bosco, le pregunta:
¿Y LUGÁN?
LUGÁN era un constructor de artificios que
contaban con algún componente eléctrico y tenían aspecto de esculturas.
Utilizaba de modo creativo la tecnología. Había en él un gusto por lo arcaico
–como en los científicos de Julio Verne- o
bien por una tecnología dadaísta. Hizo una mano metálica que al tocarla parecía
tener la misma temperatura que tu mano: eran juegos dadaístas, pero hecho a
partir de la tecnología. No sé exactamente qué hizo LUGÁN en el Centro de
Cálculo, pero era un verdadero animador, por sus hallazgos y su ingenio.
LUGÁN (Luis Garcia Nunez), Sin titulo, 1962
Luis García Núñez en la década de los
cincuenta decidió matricularse en la Escuela de Artes y Oficios de Madrid.
Además de asistir a estas clases acudió con asiduidad al Círculo de Bellas
Artes y al Casón del Buen Retiro para realizar dibujos al natural. Su primera
exposición individual la realiza en la Sala Abril de Madrid. Poco después
ampliaría su trayectoria expositiva como miembro del grupo Castillo 63 que fundó con sus amigos y compañeros de
profesión Elena Asins, Julio Plaza,
Onésimo Anciones, Miguel Pinto, Manuel Prior y Víctor Ventura.
LUGÁN (Luis Garcia Nunez), Sin titulo, 1959
No obstante, cada uno conservaba su estilo y mantenía su propia línea
independiente. Participaron en exposiciones en distintos puntos del país con
muestras itinerantes como la titulada Festivales
de España. El grupo no duró demasiado y se disolvió a mediados de 1966. Ese
mismo años, en el mes de julio coincidiría con Elene Asins, Julio Plaza e Ignacio Gómez de Liaño en un viaje a La
Haya para ver una exposición retrospectiva de Piet Mondrian.
LUGÁN
antes de LUGÁN
En la década de los
cincuenta la pintura de Luis García Núñez, como puede verse en las obras de
estos años expuestas en la Galería José
de la Mano, el uso de una paleta de colores vivos y la creación de unas
geometrías en las que se aprecia una clara influencia cubista, fruto de su
admiración por la obra de los maestros Pablo
Picasso y Juan Gris en sus primeros años de formación.
En cambio a comienzos de los años sesenta el artista se sintió más
atraído por unas geometrías reducidas a su mínima expresión, que forman sutiles
juegos de líneas, y por un cromatismo intencionadamente austero, en donde el
gris es el gran protagonista. No obstante, como contrapunto introdujo en muchas
de ellas pequeñas notas de color intenso que le permitían iluminar la totalidad
de la obra. La inspiración para emplear este recurso la tomó de la música
dodecafónica y de la pintura del maestro Piet
Mondrian, famoso por sus Composiciones
protagonizadas por combinaciones de geometrías rectangulares de colores
primarios: rojo, azul y amarillo.
LUGÁN (Luis Garcia Nunez), Sin titulo, 1958
Los últimos trabajos firmados como Luis
García Núñez ya anunciaban algunos matices que marcarán su posterior
producción de piezas tecnológicas, como la aleatoriedad o la fabricación de su
propio instrumental de trabajo. Por ejemplo, para lograr el efecto de las
veladuras y los degradados de algunas de las piezas expuestas, el artista, en
vez de utilizar aerógrafo, hacía uso de una bomba manual de fumigar plantas.
Con ello, conseguía un acabado mucho más regular.
LUGÁN (Luis Garcia Nunez), Sin titulo, 1965-66.
La investigación de LUGÁN se
muestra tan rigurosa como vivaz. Nada es improvisado y todo se ensaya. Para LUGÁN la autentica función del arte es
la ampliación del conocimiento humano sobre la realidad a través de una gama de
sensaciones simultáneas (sonido, texturas, temperaturas, color, luz, espacio y
volúmenes). Pero nada queda confiado al azar, pues todo se rige y controla
ordenadamente por impulsos rítmicos, secuencias estables.
LUGÁN (Luis Garcia Nunez), Sin titulo, 1965
De
la primera producción son estas catorce espléndidas obras, que por primera vez
se ven en público.
Con motivo de este
proyecto y de la exposición que inauguro el pasado día 17 el Museo Reina Sofía sobre Ignacio Gómez de Liaño, bajo el título Abandonar la
escritura, La Galería José de la
Mano ha editado una serigrafía, de 50 ejemplares, con un poema visual de Gómez de Liaño dedicado a LUGÁN, creado originalmente en 1973.
©
Mariví Otero. 2019.
Manuel
Otero Rodríguez
Fuente: LUGÁN antes de LUGÁN. Galería
José de la Mano. Madrid. De 4 diciembre al 1 de febrero 2020. Documentación y
fotografía: Alberto Manrique. VV.AA. Exposición: Modelos estructuras formas.
España 1957-79. Centro Andaluz de Arte Contemporáneo. 2005.
jueves, 12 de diciembre de 2019
GOYA. Dibujos. Solo la voluntad me sobra
Autorretrato. Francisco de Goya
Pincel y aguada de tinta de hollín sobre papel verjurado, 233 x 144 mm. 1796
Nueva York, The Metropolitan Museum of Art, Harris Brisbane Dick Fund, 1935
El
19 de noviembre de 1819 el nuevo museo abría sus puertas al público aún como
museo real y con fondos procedentes de las ricas colecciones de pintura y de
escultura reunidas por los reyes de España durante más de trescientos años.
Cuando Goya vivía aún en Madrid, tres pinturas suyas colgaban ya en la sala que
daba acceso a la galería central, los dos retratos ecuestres de Carlos IV y
María Luisa de Parma y El Garrochista. Con el tiempo, el Museo del Prado iba a reunir, además,
la mejor colección de las obras de Goya,
cerca de ciento cincuenta pinturas, quinientos dibujos, sus series de estampas
y una documentación única como es la valiosa correspondencia con su amigo
Martín Zapater.
Esta gran muestra, que
se ha inaugurado el día en el que el Museo
Nacional del Prado celebra sus
doscientos años, es el resultado de los trabajos realizados para elaborar un
nuevo Catálogo razonado de los dibujos de Goya,
fruto del convenio de colaboración que en el año 2014 firmaron la Fundación Botín y el Museo del Prado.
Otra en la misma noche. Cuaderno C, hoja 39
Francisco de Goya Pincel y aguada de tinta de hollín, sobre papel verjurado, 205 x 142 mm
1808-14 Madrid, Museo Nacional del Prado
La
exposición reúne por primera vez, en una ocasión única e irrepetible, más de
trescientos de los dibujos de Goya,
procedentes de las propias colecciones del Prado y de colecciones públicas y
privadas de todo el mundo, ofreciendo un recorrido cronológico por su obra, con
presencia de dibujos de toda su producción, desde el Cuaderno italiano a los
álbumes de Burdeos. Además, aporta una visión moderna de las ideas que el
artista abordó de forma recurrente durante su vida, y pone de manifiesto la
pervivencia y actualidad de su pensamiento.
Ligereza y atrevimiento de Juanito Apiñani en la de Madrid. Francisco de Goya
Sanguina. Papel Verjurado ahuesado con filigrana. 1814-1816
Madrid, Museo Nacional del Prado
Al
recorrer cronológicamente la obra de Goya
por la exposición, se observan temas e ideas recurrentes durante su
carrera, algunas tan avanzadas como la defensa de la mujer.
Del retrato al maltrato a la mujer: las
temáticas de Goya.
Retratos
A este género artístico
dedicó gran parte de su actividad, lo que le reportó prestigio y dinero. Si
algo caracteriza sus retratos es la profundidad emocional, además del
obligatorio parecido físico y el decoro, entendido como la educación de la
imagen proyectada a la condición social y profesional. Sus rostros no solo
muestran la fisonomía del retratado, sino que revelan su más íntima personalidad.
Rembrandt y Velázquez fueron, como menciona la biografía del artista escrita
por su hijo Javier, sus maestros.
Joven bailando al son de una guitarra. Cuaderno de Sanlúcar [A], e. Francisco de Goya
Pincel y aguadas de tinta de hollín sobre papel verjurado, 172 x 101 mm. 1794-95
Madrid, Museo Nacional del Prado
Multitud
Un buen ejemplo de esta
inmersión en el pensamiento contemporáneo es la aparición recurrente de la
multitud, de la muchedumbre, y que en su
caso adquiere un matiz claramente negativo. También el artículo de la Encyclopédie de Denis Diderot y Jean
D’Alembert la juzgará desfavorablemente por carecer de razonamiento, ser
ignorante e ir en contra de lo humano. En numerosos dibujos Goya introduce grupos de personas que
contemplan o participan en escenas violentas o ridículas de forma acrítica.
Generalmente quienes forman parte de estas multitudes están privados de rostro,
o si tienen, es la viva expresión de la estulticia. El que puedan estar
manipulados no les justifica, pues su irracionalidad les hace cómplices, como
dice la Encyclopédie, de la maldad.
No son tanto víctimas sino verdugos. De este modo la multitud se convierte en
una masa informe, en un populacho que en sí mismo constituye el objeto de
censura.
Gran Disparate. Cuaderno de Burdeos I o cuaderno G, 9. Francisco de Goya
Lápiz, papel verjurado, agrisado, con filigrana. 1824-28
Madrid, Museo Nacional del Prado
Violencia contra la mujer
En este contexto de la
violencia merece un lugar destacado la ejercida por el hombre sobre la mujer.
La importancia de la mujer en la obra de Goya
es tal que ha merecido incluso exposiciones monográficas. Por ejemplo,
siempre se ha destacado que en los “Desastres de la guerra” los personajes
femeninos sean los únicos que merecen una valoración positiva, bien por
tratarse de víctimas inocentes, al igual que los niños y los viejos, bien por
mantener actitudes dignas y valerosas en defensa de su integridad y la de los
suyos. Sin embargo, aunque se ha reconocido en numerosas ocasiones que buena
parte de las mujeres que aparecen en las obras de la época de los Caprichos están relacionadas con la
prostitución, en el análisis que se ha hecho de estas obras no se ha tratado el
tema de la violencia contra la mujer. Entendida la prostitución en este
sentido, los bellos dibujos de prostitutas de los Cuadernos A y B, así como de las composiciones de los Caprichos, deben ser interpretados como
imágenes de dolor y abuso, cuando no de violación. La reiteración de escenas de
este asunto revela claramente la sensibilidad de Goya hacia la injusticia, y más concretamente hacia el sufrimiento
y los desasosiegos que genera en las
mujeres la práctica de la prostitución. Pero el artista también cuestiona el
matrimonio, tantas veces desigual, como ya pusieron de manifiesto los ilustrados,
y que en ocasiones se convierte en “una cárcel llena de penalidades”, como el
mismo Goya se encargó de mostrar. La
modernidad de este, tantas veces subrayada, radica en la novedad de sus
planteamientos al margen del encargo, donde da rienda libre a sus pensamientos,
pero también en su capacidad para ver de manera crítica aquellos
comportamientos masculinos que merecen ser reprobados, como hiciera la
revolucionaria Olympe de Gouges en su Declaración
de los derechos de la mujer y de la ciudadana de 1789, y que tristemente
siguen estando presentes en nuestros días.
Las camas de la muerte. Dibujo preparatorio para el Desastre de la guerra 62. Francisco de Goya
Lápiz rojo sobre papel verjurado, 148 x 206 mm
1812-14 Madrid, Museo Nacional del Prado
Vejez
La vejez es el último de
los grandes temas abordados por Goya.
La presencia de ancianos desfavorecidos será frecuente en los dibujos y
estampas que el artista elaboró, y su significado irá ganando en
transcendencia, hasta convertirse en verdaderas reflexiones sobre el destino
del hombre. Precisamente la exposición finaliza con su dibujo Aún aprendo, emblema de la capacidad de
progreso y resistencia frente a la adversidad. El espíritu emprendedor de este
periodo aparece elocuentemente representado en el dibujo.
Aun aprendo. Cuaderno de Burdeos I o Cuaderno G, 54. Francisco de Goya
Lápiz negro, Lápiz litográfico, papel verjurado, agrisado, con filigrana. h. 1826
Madrid, Museo Nacional del Prado
“Me he vuelto viejo con muchas arrugas,
que no me conocerías sino por lo romo y por los ojos hundidos… lo que es cierto
que ya voy notando mucho los 41”.
Carta
de Goya a Martín Zapater de 28 de
noviembre de 1787
“Agradézcame usted mucho estas malas letras,
porque ni vista, ni pulso, ni pluma, ni tintero, todo me falta, y solo la voluntad me sobra”.
Carta de Goya a Joaquín María Ferrer de 20 de
diciembre de 1825.
Comisariada por: José Manuel Matilla, Jefe de Conservación de Dibujos y
Estampas del Museo Nacional del Prado, y Manuela Mena, hasta enero de 2019 Jefe
de Conservación de la pintura del siglo XVIII y Goya del Museo Nacional del
Prado. Espléndido trabajo.
©
Mariví Otero. 2019.
Manuel
Otero Rodríguez
Fuente: Goya. Dibujos. Solo la voluntad me sobra.
Museo Nacional del Prado. Área de Comunicación: documentación y grafica. Del 20
de noviembre 2019 al 16 de febrero de 2020.
jueves, 5 de diciembre de 2019
JÖRG IMMENDORFF. La tarea del pintor
Exposición
organizada por el Haus der Kunst de
Múnich con la colaboración del Museo Reina Sofía, comisario de la misma Ulrich wilmes, presenta la trayectoria
completa de Jörg Immendorff (Bleckede,
Alemania, 1945 – Düsseldorf,
Alemania, 2007), uno de los artistas alemanes más destacados a nivel
internacional fundamental para entender la época histórica en la que vivió. La
antológica abarca desde las obras que concibió en los setenta, y a principios
de los ochenta tratando de redefinir el papel del artista en la sociedad y de
acercar el arte a la gente, hasta las pinturas codificadas de su último periodo
creativo. De este modo, la muestra comprende más de cuatro décadas de una obra
que ha experimentado procesos de cambio esenciales.
Es la primera
retrospectiva, que se lleva a cabo desde su muerte, ocurrida en 2007, incluye
alrededor de 100 obras entre pinturas y esculturas, de todas las fases
creativas del artista y algunos lienzos de hasta siete metros de ancho. La
muestra no sigue una cronología
estricta, sino que ordena los temas cruciales y los puntos clave del
desarrollo artístico de Immendorff
en capítulos temáticos. La biografía de Jörg
Immendorff es como un relato inscrito en sus obras, ya que creaba sus
cuadros, dibujos, grabados y esculturas en o para, un contexto histórico
específico.
Arte crítico y espontáneo
La
muestra arranca con las primeras obras del artista de los años sesenta. En esa
época, Immendorff estudiaba en la
Academia de Arte de Düsseldorf, donde estableció un estrecho vínculo con Joseph
Beuys (1921-1986) basado en el aprecio mutuo.
En este preciso
contexto, y como reacción a la guerra de Vietnam, pintó unas imágenes de unos
bebés “regordetes” y “mofletudos” y se los dedicó a “todos los amores del
mundo”. De este modo apelaba al innato instinto pacífico de la humanidad y a
una inocencia infantil que se revelaba en el diletantismo radical de las
llamadas “acciones LIDL” (palabra inventada por Immendorff, que a él le recordaba el sonido del sonajero de un bebé.
El término se refiere al arte provocador que se muestra crítico con las
instituciones).
En las dos siguientes salas se observa el cambio experimentado en la
obra y estilo de vida de Immendorff
que, tras ser expulsado de la Academia de Düsseldorf en 1969 a causa de sus
actividades subversivas, pasó a ser un agitador político como profesor de arte
y su compromiso político como miembro de la sección maoísta del Partido
Comunista de Alemania – una escisión del KPD- eran tan importantes como su
actividad artística. Así, Die
Meinungssäule (La Columna de opinión,
1971) o Besprechung eines transparents (Debate
sobre una pancarta, 1972) hacen
referencia al método de la vida cotidiana en la escuela, en el que Immendorff concibió junto con los
alumnos una clase orientada a proyectos.
En
la década de los setenta, el lenguaje visual de su pintura era también una
expresión de su compromiso socio-político. Las vistas urbanas de Frankfurt Main
(Fráncfort del Meno, 1973) o Köln (Colonía, 1973) presentan manifestaciones
contra la guerra de Vietnam y están firmados con el eslogan “Todo por la
victoria del pueblo vietnamita en lucha”.
Hacia una nueva identidad
En
los primeros años ochenta, Immendorff
se preocupó específicamente por la división de Alemania. En la siguiente sala,
el cuadro Naht (Sutura, 1981) encarna
emblemáticamente la cicatriz que recorría la frontera que separaba ambos
estados alemanes durante la Guerra Fría. Sin embargo, ya más entrada la década,
sorprende que el proceso de reunificación culminado con la apertura del Muro de
Berlín en 1989 no encontrara ninguna expresión concreta en sus obras de la
época.
Poco antes, en 1976, Immendorff participó
en la Bienal de Venecia mediante la presentación de folletos que atacaban la
“privación de la libertad personal” en la RDA y que hacían un llamamiento a la cooperación
artística internacional como medio para superarla. En 1978 Immendorff comenzó la destacada serie Café Deutschland, en la que
declaraba su posición crítica con respecto a la política alemana de posguerra
ejemplificada en una obra en la que aparece la esvástica entre las garras del
águila de la Alemania Federal. Concluidas en 1982, las diecinueve pinturas que
conforman la serie escenifican en configuraciones cambiantes el elenco
contemporáneo de los dos Estados
alemanes.
Al
superar el conflicto entre ciertos rasgos de su práctica artística, Immendorff tomó definitivamente la
decisión de dejar atrás su triple vida de activista político, profesor y
pintor, y dedicarse exclusivamente al
arte. Selbstbildnis (Autorretato, 1980)
ejemplifica este proceso de despliegue de la identidad artística.
Autorretato, 1980, Jörg Immendorff.
Con el grupo de obras Café de
Flore (1987-1992) Immendorff
había finalmente hecho realidad su inconfundible autodeterminación artística,
que se distingue por una marcada fuerza expresiva y por la multiplicidad de
capas narrativas. El parisino Café de Flore era conocido en los años 60 por ser
el punto de reunión de Jean-Paul Sartre y Simone de Beauvoir. En las piezas de Immendorff aparecen representados otros
colegas artistas, comisarios de exposiciones, escritores, galeristas y
coleccionistas, y en el centro de dichas piezas, el artista desempeña varios
roles. Las configuraciones de los cuadros que integran este conjunto recaen en
las grandes figuras que las vanguardias del siglo XX, en particular en Marcel
Duchamp, así como en los expresionistas y surrealistas.
Nuevas referencias
A
partir de los noventa, Immendorff, pasó
a ocupar un papel destacado en la escena del arte contemporáneo internacional,
mostró un gran interés por algunas famosas figuras marginadas de la literatura,
como el personaje romántico de Tom Rakewell, de William Hogarth, o el Peer Gynt
creado por Henrik Ibsen, hacia los que sentía una gran afinidad. Peer Gynt es
una figura que se pasa toda la vida huyendo de la realidad y refugiándose en un
mundo creado por él. Para Immendorff,
Peer Gynt es un buscador como él.
En el cuadro de gran
tamaño Gyntiana (1992-93), el tema
principal –como él mismo señaló- “mucho más allá de la historia de Peer Gynt” Immendorff escogió el Café de Flore
como su emplazamiento y se retrató vestido de geisha. Además, situó allí un
repertorio de destacados autores de la literatura mundial, como Arthur Rimbaud,
Bertolt Brecht o Ibsen, destacando que se identificaba con todos ellos.
En la obra de Immendorff, las
mujeres suelen desempeñar un rol secundario. Gertrude Stein (1874-1946) es una
excepción. Esta escritora estadounidense, editora y coleccionista de arte. Es
una de las pocas figuras femeninas que se pueden identificar en su obra. Basada
en una fotografía de Man Ray, Stein aparece en la obra Gertrude + Republik (1998).
Poco después de que le diagnosticaran en 1997 una devastadora esclerosis
lateral amiotrófica (ELA), el estado físico Immendorff empezó a empeorar. A partir de entonces, el dominio
menguante lo llevó a emplear medios formales que otorgan a los cuadros el
carácter de collages sin renunciar por ello al concepto de pintura.
La última parte de la exposición muestra otras referencias temáticas
como el “mono pintor”, inspirado en la obra del artista francés Jean-Baptiste
Siméon Chardin (1699-1779). Para Immendorff,
el mono es un imitador, que aunque puede pintar, no es creativo y va
adquiriendo significados cambiantes en sus trabajos, tanto en pintura como en
escultura.
También se pueden ver algunas de sus últimas obras, muchas de ellas sin
título, en las que por su enfermedad Immendorff
se vio obligado a adaptar su trabajo a su discapacidad física. Con una asombrosa
energía, creó métodos para generar imágenes que le permitían delegar cada vez
más la ejecución de sus ideas visuales en sus ayudantes.
En la biografía del artista Immendorff
se imbrican experiencias reales que en sus obras se convierten en objetos de
una interpretación de su visión del mundo. Los cuadros se erigen así en
portadores de señales, difunden informes y propagan consignas; a fin de cuentas
son cuadros vivientes con espacios teatrales en los que se desplaza a actores y
público entre el escenario y la platea.
©
Mariví Otero. 2019.
Manuel
Otero Rodríguez
Fuente: Jörg Immendorff. La tarea del pintor. Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. 29 de octubre de 2019- 13 de abril de 2020. Documentación, imágenes y material multimedia: Gabinete de Prensa Museo Reina Sofía. Concha Iglesias Otheo de Tejada.
jueves, 28 de noviembre de 2019
MIGUEL ÁNGEL CAMPANO. D’après
El Museo
Reina Sofía presenta el última proyecto expositivo en el que el artista Miguel
Ángel Campano (Madrid, 1948- Cercedilla, 2018) tuvo una participación
directa antes de su fallecimiento el pasado año. Bajo el título D’après,
la muestra ofrece un recorrido retrospectivo a través de más de cien obras por los cuarenta años de trabajo del artista, Premio Nacional de Artes plásticas en 1996.
El
título de la retrospectiva está tomado de la práctica de Campano de pintar en la
estela de otros artistas, según la expresión francesa d’après. Estos trabajos,
recogidos genéricamente bajo el nombre d‘après
–d’après Poussin, Delacroix, Cézanne, Guerrero, Gris-, no son meramente un “según” el pintor estudiado, sino más
bien un “a partir de”, un “partiendo de” que desencadena sus
propias interpretaciones desde el original.
La muestra plantea un recorrido
cronológico que se inicia en:
De la abstracción geométrica a Vocales
Conjunto
de obras realizadas en la primera mitad de los años setenta y que suponen el
inicio de la trayectoria de Campano. Son piezas de pequeño
formato y marcado carácter constructivista, muy influidas por los ejercicios de
abstracción geométrica que desarrollaron Gustavo
Torner y otros artistas del Grupo de
Cuenca. Para romper esos rigurosos esquemas geométricos, Campano
se sirve de recursos como el ensamblaje o el collage y en otras
ocasiones –como en sus papeles horadados- aparecen insertos orgánicos y ensayos
que presenta a menudo como variaciones. Agotada la vía geométrica
constructivista, Campano va decantándose por la pintura, a la vez que adopta el
gran formato. Sus obras adquieren una naturaleza gestual, donde el color va
tomando cada vez mayor protagonismo y en la que se hace evidente la influencia
fundamental que el expresionismo abstracto norteamericano empezaba a tener en
su trabajo, particularmente a nombres como Franz Kline y Robert Motherwell.
El
lenguaje gestual impregna toda su producción desde finales de la década de 1970
hasta principios de la siguiente como evidencian las obras que pueden verse en
la tercera sala del recorrido: El puente II, de 1979; o R&B, La vorágine y
El zurdo, de 1980, entre otros.
Un trabajo clave en su trayectoria, presente en este espacio, es la
serie de Vocales (1978-1981) que
realiza en torno al soneto de Voyelles de Arthur
Rimbaud, en el que el poeta asocia imágenes y colores a los sonidos de las
vocales. A lo que, en Rimbaud, es un
ejercicio de figuración, Campano responde desde lo abstracto
qué imagen pude tener el color evocado por un sonido vocal. Este trabajo sobre Voyelles, que siempre concibió como la
obra que le permitió reafirmarse como pintor, será la primera investigación
importante del artista acerca de la cultura francesa. Alberga ya el
trabajar sobre la escuela francesa de
pintura, lo que acometerá con su marcha inmediata para residir en París.
Estancia en París y otros viajes
Campano
se afinca en la capital francesa en 1980, abandona las series sobre Rimbaud y centra la atención en la
propia pintura. Desde los primeros años ochenta trabaja d’après Paul Cézanne, Eugénne Delacroix y Nicolas Poussin y su
trabajo se acerca a la figuración al recurrir a distintas obras de la historia
del arte, aún reconocibles en piezas como Bacanal (1983) o Naufragio (1983). No
ocurre así en El diluvio según Poussin (1981-1982), en el se aparta de la obra
de Poussin, elaborando el tema esencial del cuadro, la muerte, a través casi
exclusivamente del color.
Al mismo tiempo, el
proyecto de pintar d’après, en
particular en la estela de Cézanne y sus visitas de la montaña Sainte-Victoire,
terminan conduciendo a Campano a interesarse por la pintura
al natural, d’après nature, para
después ofrecer sus composiciones a partir de ese recuerdo.
Miguel Ángel Campano. El Naufragio, 1983.
El
siguiente espacio lo ocupa la serie Omphalos
(1985), que realiza tras visitar las ruinas del templo de Apolo en Delfos,
considerado en la Antigüedad como centro (ombligo) del mundo. La perspectiva
del lugar como la fuente de civilización se suma a la experiencia del artista
sobre el paisaje desde el natural, yuxtaponiendo en estos cuadros lo antiguo y
lo actual. Aunque se trata de una composición clásica de carácter apolíneo, no deja de notarse el interés
que siente por las figuras en desorden, de ahí que en ciertos lienzos aparezca
el mito dionisíaco, como en Dionisio y los piratas (1985).
A mediados de los años ochenta, durante sus estancias prolongadas en
Mallorca, Campano empieza a compaginar naturalezas muertas con naturaleza vivas del paisaje mallorquín.
Ambos formatos construyen un corpus pensado conjuntamente, como sin solución de
continuidad entre lo que el pintor pinta y ve dentro y fuera del estudio. En
este proceso, Campano se acerca al naturalismo, pero también a la geometría
estructurada de Juan Gris o a la peculiar perspectiva de Cézanne.
Miguel Ángel Campano. Le Grappe XXXVIII, 1986.
Óleo sobre tela, 202 x 294 cm.
Vegap, 2019.
Blanco y negro
A principios de los años
noventa Campano da un giro hacia
el blanco y negro en una serie de obras en las que emplea únicamente el
óleo negro, que dispone sobre el lienzo parcialmente, y en las que abandona
todo carácter iluminista restringiéndose a la bidimensionalidad del medio
pictórico, Su geometría simple y plana, como la de EH 3 (1993), da paso a
composiciones más orgánicas y ligeras como las presentes en su serie Plegaria
(1995-1997), donde lo geométrico se alía con las posibilidades rítmicas de la
repetición. Dentro de estas propuestas, conviene mencionar una obra de gran
particularidad dentro de su trayectoria: Elias
(d’après Daniel Buren) (1996-1999)
serie- instalación en la que, partiendo del punto como “expresión mínima de la
geometría”.
La siguiente sala supone un salto en el curso cronológico de la
exposición. En 2001 Miguel Ángel Campano recibe el encargo de pintar en diálogo con
la obra de José Guerrero, con quien
había trabado amistad al comienzo de su carrera y al que consideraba uno de sus
referentes. Campano planteó su intervención a partir de La brecha de Viznar (1966) con la que
Guerrero representó el fusilamiento de Federico García Lorca. El grupo dedicado
a Guerrero y a Lorca es también otro d’après,
lugar y momento desde donde incluirse en la tradición de la vanguardia
española.
D'après de José Guerrero.
Vuelta al color
Desde
el final de los años noventa las geometrías estrictas en blanco, negro y crudo
ceden su lugar al color. Por una parte, Campano se sirve del tejido indio de
tipo lungui como soporte de su
pintura, interesado por sus campos reticulares coloreados. En juegos de
transparencia y opacidad, aplicará color sobre las cuadrículas; las estampará
e, incluso, las plegará e intervendrá complicando su papel de mero fondo de
soporte. Por estos mismos años polígonos y círculos han dado paso a la línea
como trazo pictórico que se enmaraña en laberintos que ocupan el plano
euclidiano.
La primavera (1999), que
vuelve a las estaciones de Poussin, incluye este recurso a la línea sinuosa.
Aquí, con el lenguaje poligonal que ya está abandonando, Campano erige figuras y
masas arquitectónicas; y a esta construcción del fundamento de la imagen
superpone una maraña de líneas. En esta obra, el rosado es un registro que
empieza a celebrar el color.
La última sala acoge obras realizadas entrada la década de 2000. En
ellas, Campano presenta entramados de trozos verticales y horizontales
que van conformando cuadrículas de grandes dimensiones. Con esta fórmula,
reiterada en una serie que se prolongará varios años, va conformando ensayos
del color. Progresivamente introducirá velados en blanco para estudiar los
efectos de transparencia sobre colores ya aplicados –y en ocasiones, también,
como manera de continuar el lienzo tras un arrepentimiento-.
Comisariado: Manuel Borja-Villel (Director del Museo Reina Sofía),
Beatriz Velázquez y Lidia Mateo Leivas.
©
Mariví Otero. 2019.
Manuel
Otero Rodríguez
Fuente: Miguel Ángel Campano. D’après.
Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. 5 de noviembre de 2019-20 de abril
2020. Documentación, imágenes y material multimedia: Gabinete de Prensa, Museo
Reina Sofía, Concha Iglesias Otheo de Tejada.
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