Alberto Giacometti.
El Museo del Prado, en el marco de la celebración del
Bicentenario, con la colaboración de la Comunidad de Madrid y la Fondatión
Beyeler y el apoyo de la Embajada de Suiza y el Grupo Mirabaud, presenta “Giacometti en el Museo
del Prado”,
uno de los artistas más influyentes del siglo XX, quien concebía el arte como
un único y simultáneo lugar de confluencia del tiempo pasado y presente. Aunque
nunca viajó a España, asistió en 1939 a la exposición “Chefs-d’oeuvre du Musée
du Prado” celebrada en Ginebra, donde habían sido trasladadas gran parte de sus
colecciones durante la Guerra Civil Española. En esa exposición se encontraban
representados varios de los pintores predilectos de Giacometti, con Durero,
Rafael, Tintoretto, El Greco, Goya o Velázquez.
Uno de los fenómenos más
llamativos en los doscientos años transcurridos desde la apertura del Museo del
Prado ha sido su progresiva conversión en lugar de peregrinaje de los artistas
de vanguardia. De Courbet a Baco, pasando por Monet. Degas, Whistler o Picasso,
su visita al Museo marcó un antes y un después en su trayectoria artística. Ha
habido, no obstantes, destacadas ausencias, y quizás ninguna tan notoria como
la de Giacometti, a quien está dedicada esta singular exposición.
Mujer grande IV, 1960 (3/6) . Alberto Giacometti. Bronce.
Riehen/Basilea, Fondation Beyeler, Beyeler Collection
© Alberto Giacometti Estate / VEGAP, Madrid, 2019
Tanto
la obra escultórica como la pictórica de
Giacometti
se centró en pocos temas, para los que halló formulaciones cada vez más
concisas y expresivas y también contenidos metafóricos. Sin embargo, dibujaba
todo lo que se le ponía delante, especialmente su propia obra escultórica.
Carmen Jiménez, su comisaria, concibe la exposición como un
paseo póstumo, donde las esculturas del artista, transitan por las galerías
principales del Prado.
Carmen Giménez, comisaria de la exposición en salas.
© Alberto Giacometti Estate / VEGAP, Madrid, 2019
Foto © Museo Nacional del Prado
Hijo
de un destacado autor posimpresionista suizo, Alberto Giacometti (Borgonovo
1901-Chur, 1966) empezó a dibujar con avidez desde niño y realizar, en
la mayoría de los casos a partir de reproducciones, copias no solo de los
maestros antiguos, sino del arte de todos los tiempos y culturas. Continuó esta
labor durante su formación en París, ciudad a la que se trasladó en 1922, y a
lo largo de toda su vida, como atestiguan sus cuadernos.
Giacometti, en
1939 se adhirió al movimiento surrealista, sustituyendo progresivamente en su
obra lo real por lo imaginario. En
1934 vuelve a servirse de un modelo en sus composiciones, lo que desembocará en
su ruptura con el surrealismo. Este empeño por reflejar lo real o aisló en cierta forma del arte de su tiempo y lo
vinculó inexorablemente al pasado.
Es fundamental a partir
de 1945 y hasta su muerte en 1966 -período
representado en la exposición del Museo del Prado- cuando su práctica se
centra en la representación de la figura humana, sobre todo de sus seres más
cercanos, y se observa en su obra una búsqueda infatigable de lo real que
pretende trascender la apariencia meramente superficial de sus modelos. Una
obsesión que se hace más patente todavía en la radicalidad de sus retratos
posteriores a la II Guerra Mundial, cuya terrible experiencia influyó
definitivamente al artista, como demuestras las obras expuestas.
El carro, 1950. Alberto Giacometti.
Bronce, patinado en oro, sobre pedestales pintados de negro
Zúrich, Kunsthaus Zürich, Alberto Giacometti-Stiftung, 1965
© Alberto Giacometti Estate / VEGAP, Madrid, 2019
La
exposición, la componen veinte obras -dieciocho esculturas y dos óleos que
proceden de colecciones públicas y privadas nacionales e internacionales.
El
recorrido empieza en la sala de Las meninas
de Velázquez, conde el conjunto de figuras que conforma La Piazza-Mujer alta III, Mujer alta IV,
Cabeza grande y Hombre que camina- ideado inicialmente en 1958 como
proyecto de escultura Monumental en Nueva York que no llegó a materializarse.
Imagen de las salas de exposición.
© Alberto Giacometti Estate / VEGAP, Madrid, 2019
Foto © Museo Nacional del Prado
Continua frente al Carlos V en la
batalla de Mühlberg de Tiziano se sitúa El
carro: una mujer encaramada sobre dos ruedas gigantes, suspendida en
equilibrio entre el movimiento y la quietud, el avance y la retirada; y dos
pinturas entre las que encontramos Cabeza
del hombre I (Diego), obra en la que capta en 1964 a su hermano Diego, quien
posó para él a lo largo de toda su vida.
Imagen de las salas de exposición.
© Alberto Giacometti Estate / VEGAP, Madrid, 2019
Foto © Museo Nacional del Prado
Próximas
al casi cinematográfico espacio del Lavatorio
de Tintoretto, siete Mujeres de
Venecia, pertenecientes a la serie de esculturas presentadas en la Bienal
de Venecia de 1956 en el Pabellón
francés y una de sus obras cumbre, dirigen su mirada hacia la sala de la
obra de El Greco, donde Mujer de pie
manifiesta unos evidentes paralelismos formales en su verticalidad y
alargamiento con la obra del pintor cretense.
Imagen de las salas de exposición.
© Alberto Giacometti Estate / VEGAP, Madrid, 2019
Foto © Museo Nacional del Prado
Imagen de las salas de exposición.
© Alberto Giacometti Estate / VEGAP, Madrid, 2019
Foto © Museo Nacional del Prado
Ante
los cuerpos colosales representados por Zurbarán en su serie Hércules,
contrasta La pierna, producto quizá
de una realidad ya definitivamente fragmentada después de la Segunda Guerra
Mundial.
Entender lo que Giacometti
nos transmite en el Museo del Prado: “El
arte no es más que un medio de ver” respondió Giacometti a André Parinaud durante su entrevista en el marco de la
Bienal de Venecia de 1962, que lleva por subtítulo ¿Por qué soy escultor?
Hombre andando II, 1960 (4/6). Alberto Giacometti. Bronce.
Riehen/Basilea, Fondation Beyeler, Beyeler Collection.
© Alberto Giacometti Estate / VEGAP, Madrid, 2019.
© Mariví Otero. 2019.
Manuel
Otero Rodríguez
Fuente: Alberto Giacometti, en el Museo del Prado.
Área de comunicación del Museo del Prado. Del 2 de abril- 7 julio 2019. Madrid.