María Isabel de
Braganza como fundadora del Museo del Prado.
Bernardo López Piquer. Óleo sobre lienzo, 258 x 174 cm. 1829. Madrid, Museo Nacional del Prado.
La
exposición Museo del Prado 1819 – 2019. Un Lugar de memoria inaugura la
programación del Museo del Prado para conmemorar su Bicentenario.
Desde que el Museo Real
se abrió el 19 de noviembre de 1819 con fondos procedentes de las colecciones
reales, esta institución se ha convertido en uno de los principales
depositarios de la memoria pictórica occidental, en punto de referencia
fundamental de la cultura española y en un objeto de orgullo colectivo.
Doscientos años después de su fundación, el Museo del Prado reflexiona sobre
todo ello y lo comparte con sus visitantes en un formato expositivo que durante
casi cuatro meses convierte sus salas A y B en un rico centro de interpretación
de su desarrollo y significación histórica.
Museo del Prado. Estado en el que se halló el museo al ser
liberado Madrid. Sala IX.
Madrid, Museo Nacional del Prado.
El
comisario de la muestra Javier Portús, Jefe de conservación de Pintura Española
(hasta 1700) del Prado, “propone un
recorrido cronológico por el devenir del museo, que es un criterio que permite
subraya lo que tiene de institución viva y especialmente permeable a los
vaivenes histórico del país. Entre los hechos que se ha tomado como puntos de
referencia principales a la hora de hilvanar esa historia figuran la conciencia
patrimonial española, la forma como ha ido resolviendo el diálogo de la
institución con su público y la sociedad, el reflejo que han tenido en el museo
algunos momentos críticos de estos dos
siglos de historia nacional, los criterios por los que se ha guiado el enriquecimiento
de sus colecciones y la política expositiva, el desarrollo de la historia del
arte como disciplina humanística, el impacto que han tenido el museo y sus
colecciones sobre el arte y los artistas de los siglos XIX y XX o los
contenidos simbólicos que se ha ido asociando a la institución”.
La exposición cuenta con
un total de 168 obras originales, de las que 134 forman parte de las
colecciones propias y las 34 restantes son prestamos de distintas instituciones
nacionales e internacionales –EEUU, Francia, Hungría, Reino Unido, Israel,
Alemania y Rusia- para crear un contexto que ayude a entender el Museo del
Prado en relación con tendencias generales de la política patrimonial europea y
mostrar algunos de los términos del dialogo que han mantenido los artistas
contemporáneos con la institución.
En la galería de Dresde. Karl Louis Preusser.
Óleo sobre lienzo, 68 x 87 cm. 1881. Dresde, Albertinum | Galerie Neue Meister, Staatliche
Kunstsammlungen.
Entramos en la exposición, el recorrido
es cronológico y se articula en ocho etapas o secciones:
I.- 1819-1833 El Museo Real
La decisión de reunir lo
mejor de las colecciones reales en el Museo del Prado, lejos de ser hecho aislado, se pone en relación con un
doble contexto. Por un lado la política patrimonial de la Ilustración, cuando
se dieron los primeros pasos tendentes al establecimiento de un inventario de
la riqueza patrimonial del país, a la reivindicación de los artistas españoles,
y a la búsqueda de formulas para facilitar el acceso a las colecciones reales.
Por otro lado, es reflejo del interés que en el mundo occidental se dio por la
creación de museos, que tuvo como hito fundamental el Louvre, al que siguieron,
en la misma época en que se abrió el Prado, instituciones que llegaron a tener
tanta importancia como la Pinacoteca de Berlín o la National Gallery de
Londres.
Cristo crucificado. Diego Velázquez.
Óleo sobre lienzo, 248 x 169 cm. h. 1632. Madrid, Museo Nacional del Prado.
II.- 1833-1868 El Museo de la Trinidad.
El descubrimiento europeo del arte español
Uno
de los fenómenos que mejor caracterizan el devenir de la pintura antigua
española durante el siglo XIX fue la dispersión. Las crisis bélicas, como la
Guerra de la Independencia; la adopción de medidas liberalizadoras como la
Desamortización de 1835; o las dificultades generales de la economía, se
tradujeron en el cambio de manos y la diseminación masiva de cuadros y otros
bienes históricos, cuando no de una destrucción.
Una
parte muy importante salió del país, y acabo en colecciones particulares y
museos; y una proporción notable de lo que permaneció en España se fue
integrando en diferentes museos locales que se crearon precisamente para
custodiar este patrimonio. Desde entonces, el museo público se ha convertido en
España en uno de los instrumentos más efectivos para la protección patrimonial.
Entre
esas instituciones, cabe destacar el llamo Museo
Nacional de la Trinidad, abierto en Madrid en 1838 con fondos procedentes
de la desamortización en la capital y provincias limítrofes. Actuó como museo
independiente hasta que en 1872 se fusionó con el Prado, al que aportó más de
mil obras de desigual calidad.
De la trinidad procede,
por ejemplo, grueso de la colección de obras de Pedro Berruguete, Vicente
Carducho o Juan Bautista Maíno. También con ese museo se vincula el origen de
la gran colección de El Greco, uno de los varios artistas que actualmente se
asocian íntimamente al Prado, pero cuya colección ha ido creciendo
gradualmente, desde unos comienzos modestos.
Museo del Prado, vista de la Sala de la Reina Isabel II. Juan Laurent y Minier.
Positivo fotográfico | gelatina, colodión, 244 x 337 mm. h. 1879. Madrid, Museo Nacional del Prado.
III.- 1868-1898. La nacionalización del
Prado. Una meca para los pintores
La
historia del Prado ha estado siempre intensamente ligada a los vaivenes
políticos del país. Un ejemplo lo constituye la revolución liberal de 1868, que
condujo a la nacionalización de la institución, hasta entonces de titularidad
real. Asociado a este hecho, se produjo la ya comentada incorporación de la
Trinidad en 1872.
El
paso de un museo real a un museo nacional se visualiza en esta
exposición a través de la política de depósitos que se inicio entonces.
Hasta 1898 el Prado,
lejos de ser exclusivamente un museo de pintura
antigua, fue un museo moderno, que en sus salas exponía pintura
contemporánea. De hecho, fue uno de los principales receptores de las obras que
el Estado adquiría en las Exposiciones Nacionales, que empezaron a celebrarse
en 1856 y condicionaron la práctica artística en España durante más de un
siglo. Relacionado con esa condición viva
del museo, está el hecho de que durante gran parte del siglo XIX fue punto de
referencia y fuente de inspiración para numerosos artistas, que no solo
consideraron el destino ideal de sus obras, sino que aprendieron en el de los
maestros antiguos y modernos que exponía. El fenómeno reboso el ámbito español,
afectó a algunos de los artistas internacionales más importantes, y se vincula
con gran interés que los movimientos
pictóricos y literarios más avanzados de Europa desarrollaron por la pintura
naturalista. Especialmente Velázquez fue un artista moderno, que influyó de manera importante en el desarrollo de la
carrera de pintores como Manet, Sargent, Chase, Rosales, Sorolla, Picasso etc.
Desnudo tumbado. Pablo Picasso. Óleo sobre lienzo, 130,2 x 197,5 cm.
The Arthur and Madeleine Chalette Lejwa Collection, bequeathed by Madeleine Chalette Lejwa, New York, to American Friends of the Israel Museum.
IV.- 1898-1931. Una Edad de Plata.
Progresos científicos. La creación del Patronato
En
1898 se inauguró el Museo de Arte Moderno, al que pasaron las obras de artistas
vivos que poseía el Prado. Con eso, este museo se dedicó casi definitivamente
al arte antiguo. En consonancia con esa especialización
histórica del Prado, la institución en los años y décadas siguientes dio pasos
muy importantes para ponerse al día desde un punto de vista científico; para
aplicar métodos y criterios de la historia del arte en la organización y
difusión de sus colecciones; y para dotarse de instrumentos de gobierno más
modernos y ágiles. Una de las primeras iniciativas en ese sentido tuvo lugar en
1899, cuando se celebró el tercer centenario del nacimiento de Velázquez y se
dedicó al pintor la sala más importante del museo. Su organización respondió a
criterios de selección y disposición de los cuadros muy avanzados en el
contexto europeo. A esa iniciativa siguieron varias en el mismo sentido, como
la organización de exposiciones monográficas
sobre El Greco y Zurbarán, o
la creación de salas también monográficas
dedicadas a Murillo, Ribera o Goya.
Su influencia se hizo
sentir en un notable incremento de la actividad investigadora del Prado, ligada
a nombres como Beroqui, Allende-Salazar,
Sánchez Cantón o Bereson, y el
nombramiento del primer director que era historiador del arte, Aureliano de Beruete, hijo.
Díptico con 42 vistas monumentales de ciudades españolas. Genaro Pérez Villaamil y Duquet.
Óleo, papel, tabla, hojalata, 172,5 x 89,4 x 14,5 cm. 1833 - 1838. Madrid, Museo Nacional del Prado.
V.- Donaciones y legados
Junto a las colecciones
reales, el Museo de la Trinidad y las
compras por el Estado la cuarta pata en la que se sostiene la colección actual
del Prado es la formada por las colecciones y legados que lo han tenido como
destinatario, especialmente desde mediados del siglo XIX. El número de
personajes y obras involucrados es muy alto, y para esta exposición se ha
llevado a cabo una selección que incluye algunos de los más significativos, y
que trata de mostrar lo que ha significado este aporte para la experiencia
actual del museo. Así la reunión de varias obras muy importantes de Goya
muestra hasta qué punto su colección actual se ha beneficiado de la generosidad
de algunos coleccionistas.
La condesa de chinchón. Francisco de Goya.
Óleo sobre lienzo, 216 x 144 cm. 1800. Madrid, Museo Nacional del Prado.
VI.- 1931-1939. En el camino. República
y Guerra Civil
Las
inusuales circunstancias históricas por las que atravesó el país en la
década de 1930 tuvieron un reflejo
directo en la vida del Museo del Prado. En 1933 se promulgó una pionera ley de
patrimonio que sentó las bases de la actualmente vigente. Para llamar la
atención sobre la importancia de ese hecho para el avance en el arraigo del
concepto de de patrimonio colectivo,
en la exposición hay un espacio dedicado a una de las iniciativas más
importantes y singulares que se han hecho para difundir el conocimiento de las
obras del museo: El llamado Museo
circulante, que formaba parte de las misiones Pedagógicas, y acercó el
Prado a numerosas, y en ocasiones recónditos lugares del país, a través de
copias de algunas de sus obras señeras. En los años siguientes, ya no fueron
copias, sino originales los que viajaron. La Guerra Civil hizo que se tomara la
decisión de evacuar los cuadros más importantes del museo, que iniciaron un
periplo que los llevó a Valencia, y que para muchas culminó en Ginebra, donde celebró
una exposición con las mismas en 1939.
Ha sido uno de los
episodios más dramáticos de la vida del Prado, y de los que mejor muestran
hasta qué punto los destinos de la nación y su principal museo han ido con
mucha frecuencia de la mano. Fotografías, mapas, grabaciones, y alguna obra
relacionada con el suceso, servirán para recrear estas páginas de la historia
del museo, que hace unos años fueron objeto de una exposición.
“Grupo de espectadoras ante una copia de <Las
hilanderas>, de Velázquez, Cebreros, Ávila, 13-17 de noviembre de 1932”.
Madrid, Archivo fotográfico de la Residencia de Estudiantes.
VII.- 1939-1957. El franquismo
En
las décadas centrales del pasado siglo
XX, el Museo del Prado, ya había consolidado su condición de lugar importante para la cultura
occidental. Desde hace décadas habían sido muchos los escritores e
intelectuales que utilizaron sus salas y sus obras para reflexionar sobre
cuestiones que transcendían las puramente histórico artísticas. Paralelamente,
fueron muchos los artistas contemporáneos que –como en el siglo XIX- utilizaron
las obras del Prado para enfrentarse no solo a su propia tradición profesional,
sino también a asuntos generales de las condición humana, y que sus propias
pinturas, esculturas o fotografías reflejaron ese dialogo. Los creadores
atraídos por el museo y sus obras es muy elevado y variado, e incluye nombres
como Pollock, Motherwell, Zoran Music, El Equipo Crónica, Antonio
Saura entre otros. Algunos de ellos se sintieron especialmente atraídos por
Las meninas, una obra cuya
complejidad narrativa y estructural la hace muy atractiva al pensamiento
contemporáneo, muy interesado en la metaficción, tanto literaria como
artística. Entre los muchos que se sintieron atraídos por el cuadro figuran artistas
como Hamilton, Oteiza o Arikha, pensadores como Foucault, o dramaturgos como Buero
Vallejo. También Picasso, cuya
famosa serie de 1957 está basada en el recuerdo personal que tenía de la obra.
Era un recuerdo vinculado a su instalación en la llamada Sala de Las meninas, por lo que esta parte de la exposición hay un
espacio dedicado a ese lugar tan singular dentro de la topografía del museo.
El desarrollo de la
fotografía y la filmografía durante la segunda mitad del siglo XX hace que haya
quedado una gran cantidad de imágenes y grabaciones que muestran el museo y sus
salas habitadas por visitantes, la mayoría de ellos son anónimos, pero otros
personajes importantes de la vida artística, intelectual, cultural, social y
política de la época. Esta es la sección en la que se da cabida a los
visitantes del Prado, a través de fotografías y grabaciones, entre todos estos
apartados, este capítulo de la exposición será el que describe de manera más
nítida hasta qué punto el museo había alcanzado ya un lugar.
La antesala. Equipo Crónica.
Acrílico sobre lienzo, 140,5 x 140,5 cm. Palma, Colección Fundación Juan March, Museu Fundación Juan March.
Las Meninas. Pablo Picasso.
Óleo sobre lienzo, 129 x 161 cm. 18/9/1957. Barcelona, Museu Picasso.
El perro de Goya. Robert Motherwell.
Acrílico sobre lienzo, 24,4 x 61 cm. 1975.
Museum purchase funded by Isabel B. and Wallace S. Wilson and the Dedalus Foundation, Museum of Fine Arts, Houston.
VIII.- 1975-2019. Una historia
compartida
Desde
el punto de vista de la perspectiva histórica con la que se organiza esta
exposición, las últimas décadas de la vida del museo constituye un periodo
singularizado y con fuerte personalidad. En este tiempo ha habido un debate
(solo recientemente cerrado) sobre la composición de sus colecciones, de manera
que en 1971 volvieron al Prado los fondos con los que en 1894 se había fundado
el Museo de Arte Moderno; y desde entonces han existido varios intentos de
definir el dominio cronológico de la institución. Eso ha afectado a obras como
las que integraron los legados Cooper y
Miró, O el propio Guernica.
La muestra está articulada con fondos artísticos y documentales del
Prado, tanto visuales como sonoros, que se exhiben acompañados de obras de
artistas que durante estos dos siglos han dialogado con sus colecciones –como
Renoir, Manet, Chase, Picasso, Arikha, Rosales, Saura, Pollock, entre otros.
© Mariví Otero 2018
Manuel
Otero Rodríguez
Fuente:
Museo
del Prado 1819 – 2019. Un ligar de memoria. Exposición 19 de noviembre
2018 – 10 de Marzo 2019. Museo Nacional del Prado. Madrid. Área de comunicación
del Museo.
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