Hace
unos días visitamos esta espléndida exposición en el Museo Nacional del Prado,
comisariada por Javier Barón, Jefe de Conservación del Área de Pintura del
siglo XIX, nos brinda a los visitantes la oportunidad de aproximarnos a un
fenómeno, arte social, relativamente breve en el tiempo, apenas veinticinco
años de los siglos XIX al XX, repleto de acontecimientos incluido un Pablo
Picasso joven del que encontramos obra.
Entre
los gobiernos liberales de 1885 y 1910 en España se produjeron transformaciones
decisivas para la modernización del país, a semejanza de lo que ocurrió en
Europa. Los artistas dejaron de tratar asuntos históricos para abordar la vida
del momento, de modo que sus obras se convirtieron en testimonios elocuentes de
aquellos cambios. Influidos por la fotografía, los pintores españoles buscaron
una objetividad en la representación, adoptando un estilo naturalista, similar
al que había triunfado en Francia y en otros países.
Muchos
de ellas se presentaron a las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes, donde
una parte importante fue adquirida por el Estado. Por ello, el Museo Nacional
del Prado conserva el conjunto más importante de pintura social en España.
Veinte entre esos cuadros, la mayoría de grandes dimensiones, constituyen el
núcleo de la muestra, pero escasamente representado en su exposición permanente
y, por ello, insuficientemente conocido.
Junto
a la pintura también se incluyen la escultura, las artes gráficas, así como la
fotografía y el cine que tuvieron el papel más destacado en la configuración de
la imagen de época.
Las
secciones de la exposición abarcan diferentes aspectos de la vida contemporánea,
incluidos aquellos que, por su carencia de belleza, su supuesta falta de
decoro, su aparente trivialidad o su pretendida ausencia de interés, apenas
habían sido considerados antes. Entre ellos, el trabajo industrial y el de
la mujer, la educación, la enfermedad y la medicina, los accidentes laborales,
la prostitución, la emigración, la pobreza y la marginación étnica y
social, el colonialismo, las huelgas, el anarquismo y las reivindicaciones
obreras. Otros temas que, en cambio, tenían una larga tradición, como el
trabajo en el campo y en el mar, la religión y la muerte, aparecieron vistos
bajo un prisma nuevo, por lo que también forma parte de la selección.
En la
exposición se analizan la diversidad de interpretaciones de todos los temas, la
interrelación entre las distintas técnicas, como la fotografía, la ilustración
y la pintura, y la crisis del sistema de representación naturalista tras el triunfo
de sus autores más destacados, como los hermanos Luis y José Jiménez Aranda,
Vicente Cutanda, Joaquín Sorolla, Santiago Rusiñol y Ramón Casas.
El
primer arte social estuvo comprendido entre las Exposiciones Universales de
París de 1889 y 1900, en las que dos pintores españoles, Luis Jiménez Aranda y
Joaquín Sorolla, respectivamente,
Recibieron
la medalla de honor. Aunque continuaron cultivándose por otros artistas hasta
1910, las propuestas del naturalismo fueron sustituidas por otras de índole más
expresiva. De modo simultáneo declinó la influencia de Velázquez,
progresivamente sustituida por la del Greco entre los artistas renovadores y
sensibles, además, a las transformaciones que se había producido en Europa. El
primer ejemplo importante, y el más temprano, fue Darío de Regoyos y, después
de 1900, Francisco Iturrino, Ricardo Baroja, Hermen Anglada-Camarasa, Isidro
Nonell, Evaristo Valle, Joaquín Sunyer, pablo Gargallo, Pablo Picasso, Juan
Gris y José Gutiérrez Solana. También Ignacio Zuloaga y Julio Romero de Torres
trabajaron, según planteamientos muy personales, más atentos a ciertos aspectos
del arte del pasado, nuevas orientaciones.
La
exposición se articula en secciones que tratan de los temas más relevantes de
dos modos: a través de la pintura y escultura en los espacios más amplios en
tanto que los más reducidos, a manera de gabinetes, reúnen las artes gráficas
(dibujo, acuarelas, aguafuertes, litografía) con la presencia, muy amplia, de
la fotografía. (Importante entrar en el gabinete de cada espacio grande,
descubres nuevas aportaciones del momento).
El
cine y las transformaciones sociales, el último apartado de la
exposición:
Las
primeras películas proyectadas desde 1895, mostraron una visión documental, a
veces humorística, que interesaba a los espectadores en un contexto de
diversión y de satisfacción de la curiosidad; se exhiben como parte de
espectáculos de variedades. En España se mostraron las mismas películas
producidas en Francia y otros países y se filmaron asimismo enseguida, con ese
carácter, otras como Salida de misa de doce del Pilar de Zaragoza. Algunas
tenían que ver con sucesos inusuales, como los incendios, o con aspectos poco
conocidos de la realidad, como los centros de salud mental. El cine resultó
útil para mostrar procedimientos técnicos, científicos o médicos, como las
prácticas de disección. También se empleó para la reconstrucción de sucesos,
como el asesinato de José Canalejas.
Esta
gran exposición permite conocer también los primeros trabajos de grandes
artistas como Picasso, Sorolla o Solana. Un placer caminar por las salas.
© Mariví Otero
Manuel
Otero Rodríguez
Fuente: “Arte y transformaciones sociales en España (1885-1910)”. Museo Nacional del Prado. Hasta el 22 de septiembre 2024. Documentación y fotografías: Área de comunicación del Museo del Prado.
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