El Museo
Reina Sofía presenta el última proyecto expositivo en el que el artista Miguel
Ángel Campano (Madrid, 1948- Cercedilla, 2018) tuvo una participación
directa antes de su fallecimiento el pasado año. Bajo el título D’après,
la muestra ofrece un recorrido retrospectivo a través de más de cien obras por los cuarenta años de trabajo del artista, Premio Nacional de Artes plásticas en 1996.
El
título de la retrospectiva está tomado de la práctica de Campano de pintar en la
estela de otros artistas, según la expresión francesa d’après. Estos trabajos,
recogidos genéricamente bajo el nombre d‘après
–d’après Poussin, Delacroix, Cézanne, Guerrero, Gris-, no son meramente un “según” el pintor estudiado, sino más
bien un “a partir de”, un “partiendo de” que desencadena sus
propias interpretaciones desde el original.
La muestra plantea un recorrido
cronológico que se inicia en:
De la abstracción geométrica a Vocales
Conjunto
de obras realizadas en la primera mitad de los años setenta y que suponen el
inicio de la trayectoria de Campano. Son piezas de pequeño
formato y marcado carácter constructivista, muy influidas por los ejercicios de
abstracción geométrica que desarrollaron Gustavo
Torner y otros artistas del Grupo de
Cuenca. Para romper esos rigurosos esquemas geométricos, Campano
se sirve de recursos como el ensamblaje o el collage y en otras
ocasiones –como en sus papeles horadados- aparecen insertos orgánicos y ensayos
que presenta a menudo como variaciones. Agotada la vía geométrica
constructivista, Campano va decantándose por la pintura, a la vez que adopta el
gran formato. Sus obras adquieren una naturaleza gestual, donde el color va
tomando cada vez mayor protagonismo y en la que se hace evidente la influencia
fundamental que el expresionismo abstracto norteamericano empezaba a tener en
su trabajo, particularmente a nombres como Franz Kline y Robert Motherwell.
El
lenguaje gestual impregna toda su producción desde finales de la década de 1970
hasta principios de la siguiente como evidencian las obras que pueden verse en
la tercera sala del recorrido: El puente II, de 1979; o R&B, La vorágine y
El zurdo, de 1980, entre otros.
Un trabajo clave en su trayectoria, presente en este espacio, es la
serie de Vocales (1978-1981) que
realiza en torno al soneto de Voyelles de Arthur
Rimbaud, en el que el poeta asocia imágenes y colores a los sonidos de las
vocales. A lo que, en Rimbaud, es un
ejercicio de figuración, Campano responde desde lo abstracto
qué imagen pude tener el color evocado por un sonido vocal. Este trabajo sobre Voyelles, que siempre concibió como la
obra que le permitió reafirmarse como pintor, será la primera investigación
importante del artista acerca de la cultura francesa. Alberga ya el
trabajar sobre la escuela francesa de
pintura, lo que acometerá con su marcha inmediata para residir en París.
Estancia en París y otros viajes
Campano
se afinca en la capital francesa en 1980, abandona las series sobre Rimbaud y centra la atención en la
propia pintura. Desde los primeros años ochenta trabaja d’après Paul Cézanne, Eugénne Delacroix y Nicolas Poussin y su
trabajo se acerca a la figuración al recurrir a distintas obras de la historia
del arte, aún reconocibles en piezas como Bacanal (1983) o Naufragio (1983). No
ocurre así en El diluvio según Poussin (1981-1982), en el se aparta de la obra
de Poussin, elaborando el tema esencial del cuadro, la muerte, a través casi
exclusivamente del color.
Al mismo tiempo, el
proyecto de pintar d’après, en
particular en la estela de Cézanne y sus visitas de la montaña Sainte-Victoire,
terminan conduciendo a Campano a interesarse por la pintura
al natural, d’après nature, para
después ofrecer sus composiciones a partir de ese recuerdo.
Miguel Ángel Campano. El Naufragio, 1983.
El
siguiente espacio lo ocupa la serie Omphalos
(1985), que realiza tras visitar las ruinas del templo de Apolo en Delfos,
considerado en la Antigüedad como centro (ombligo) del mundo. La perspectiva
del lugar como la fuente de civilización se suma a la experiencia del artista
sobre el paisaje desde el natural, yuxtaponiendo en estos cuadros lo antiguo y
lo actual. Aunque se trata de una composición clásica de carácter apolíneo, no deja de notarse el interés
que siente por las figuras en desorden, de ahí que en ciertos lienzos aparezca
el mito dionisíaco, como en Dionisio y los piratas (1985).
A mediados de los años ochenta, durante sus estancias prolongadas en
Mallorca, Campano empieza a compaginar naturalezas muertas con naturaleza vivas del paisaje mallorquín.
Ambos formatos construyen un corpus pensado conjuntamente, como sin solución de
continuidad entre lo que el pintor pinta y ve dentro y fuera del estudio. En
este proceso, Campano se acerca al naturalismo, pero también a la geometría
estructurada de Juan Gris o a la peculiar perspectiva de Cézanne.
Miguel Ángel Campano. Le Grappe XXXVIII, 1986.
Óleo sobre tela, 202 x 294 cm.
Vegap, 2019.
Blanco y negro
A principios de los años
noventa Campano da un giro hacia
el blanco y negro en una serie de obras en las que emplea únicamente el
óleo negro, que dispone sobre el lienzo parcialmente, y en las que abandona
todo carácter iluminista restringiéndose a la bidimensionalidad del medio
pictórico, Su geometría simple y plana, como la de EH 3 (1993), da paso a
composiciones más orgánicas y ligeras como las presentes en su serie Plegaria
(1995-1997), donde lo geométrico se alía con las posibilidades rítmicas de la
repetición. Dentro de estas propuestas, conviene mencionar una obra de gran
particularidad dentro de su trayectoria: Elias
(d’après Daniel Buren) (1996-1999)
serie- instalación en la que, partiendo del punto como “expresión mínima de la
geometría”.
La siguiente sala supone un salto en el curso cronológico de la
exposición. En 2001 Miguel Ángel Campano recibe el encargo de pintar en diálogo con
la obra de José Guerrero, con quien
había trabado amistad al comienzo de su carrera y al que consideraba uno de sus
referentes. Campano planteó su intervención a partir de La brecha de Viznar (1966) con la que
Guerrero representó el fusilamiento de Federico García Lorca. El grupo dedicado
a Guerrero y a Lorca es también otro d’après,
lugar y momento desde donde incluirse en la tradición de la vanguardia
española.
D'après de José Guerrero.
Vuelta al color
Desde
el final de los años noventa las geometrías estrictas en blanco, negro y crudo
ceden su lugar al color. Por una parte, Campano se sirve del tejido indio de
tipo lungui como soporte de su
pintura, interesado por sus campos reticulares coloreados. En juegos de
transparencia y opacidad, aplicará color sobre las cuadrículas; las estampará
e, incluso, las plegará e intervendrá complicando su papel de mero fondo de
soporte. Por estos mismos años polígonos y círculos han dado paso a la línea
como trazo pictórico que se enmaraña en laberintos que ocupan el plano
euclidiano.
La primavera (1999), que
vuelve a las estaciones de Poussin, incluye este recurso a la línea sinuosa.
Aquí, con el lenguaje poligonal que ya está abandonando, Campano erige figuras y
masas arquitectónicas; y a esta construcción del fundamento de la imagen
superpone una maraña de líneas. En esta obra, el rosado es un registro que
empieza a celebrar el color.
La última sala acoge obras realizadas entrada la década de 2000. En
ellas, Campano presenta entramados de trozos verticales y horizontales
que van conformando cuadrículas de grandes dimensiones. Con esta fórmula,
reiterada en una serie que se prolongará varios años, va conformando ensayos
del color. Progresivamente introducirá velados en blanco para estudiar los
efectos de transparencia sobre colores ya aplicados –y en ocasiones, también,
como manera de continuar el lienzo tras un arrepentimiento-.
Comisariado: Manuel Borja-Villel (Director del Museo Reina Sofía),
Beatriz Velázquez y Lidia Mateo Leivas.
©
Mariví Otero. 2019.
Manuel
Otero Rodríguez
Fuente: Miguel Ángel Campano. D’après.
Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. 5 de noviembre de 2019-20 de abril
2020. Documentación, imágenes y material multimedia: Gabinete de Prensa, Museo
Reina Sofía, Concha Iglesias Otheo de Tejada.
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