En la
Fundación Mapfre, Madrid nos encontramos en una de las primeras exposiciones
organizadas que se inscribe dentro de la celebración de Picasso 1973-2023,
cincuentenario de la muerte de Pablo Picasso y que se realiza en colaboración
con el Museo National Picasso-París y la González Administration. Presenta más
de ciento sesenta obras entre pintura, escultura, dibujo y grabado. Para su
realización ha sido fundamental la colaboración, junto a determinadas
colecciones particulares, de importantes instituciones entre las que destacan,
además de las dos antes mencionadas, el Centro Pompidou (París), el Museo
Nacional Centro de Arte Reina Sofía (Madrid), el Museo Picasso (Barcelona), el
Museo Nacional Thyssen-Bornemisza (Madrid), el Museo de Bellas Artes de Bilbao,
el Instituto Valenciano de Arte Moderno (IVAM, Valencia), la Tate Gallery (Londres),
el Hirshhors Museum and Sculpture Garden (Washington D.C.) o el Philadelphia
Museum of Art.
Hay además una circunstancia excepcional que convierte esta exposición en un sentido homenaje: Julio González, Pablo Picasso y la desmaterialización de la escultura es el último gran proyecto de Tomás Llorens, uno de los más lúcidos y emblemáticos historiadores del arte de nuestro país, fallecido el 10 de junio de 2021. Comisariada junto a su hijo Boye Llorens, esta muestra culmina una línea de investigación a la que el historiador dedicó una parte central de su trabajo a lo largo de su trayectoria.
El
discurso expositivo, que nos permite rastrear el trabajo conjunto de estos dos
grandes artistas del siglo XX y su transcendencia para la escultura moderna, se
articula en ocho secciones y comienza con un capítulo que también es un
homenaje.
Picasso 1942: Homenaje a Julio González
Julio
González falleció repentinamente en su casa de Arcueil el 27 de marzo de 1942.
Los únicos artistas que acudieron a su entierro fueron Pablo Picasso y Luis
Fernández en un contexto insólito: la capital francesa estaba ocupada por
las tropas alemanas y la vida artística había prácticamente desaparecido.
Apenas una semana después de la muerte de González, Picasso realizó una serie
de naturalezas muertas que, en palabras del propio artista, representaban -la
muerte de González-, es el caso de la Cabeza de toro con la que se abre la
exposición. Se trata de una vanitas y un homenaje póstumo al amigo y a su obra.
No hay más que contemplar la pureza estructural del cráneo pintado, que remite
a las esculturas de González.
A finales del siglo XIX se produjeron varios debates en la Barcelona modernista que tuvieron un fuerte impacto en la obra de artistas como Isidre Nonell, Joaquín Mir, Pablo Gargallo, Ricardo Canals o Carlos Mani -colaborador de Gaudí por aquellos años-, así como los jóvenes Pablo Picasso y Julio González entre otros.
Picasso
y González, que se habían conocido a finales del siglo XIX en el entorno del
café-cabaré Els Quatre Gats y fueron dos de los protagonistas de ese
tardomodernismo barcelonés, se enemistaron en 1908. Para
entonces, los dos ya se habían instalado en París y estos años fueron de un
fulgurante ascenso para el primero. González, por el contrario, no consiguió
ser reconocido hasta después de la Primera Guerra Mundial, aunque el verdadero
reconocimiento a su obra no llegará sino póstumamente.
La
desmaterialización en la tradición cubista (París, c.1924-1930)
Desde
Gaudí a le Corbusier, una de las mayores preocupaciones de la arquitectura
durante las primeras décadas del siglo pasado fue la necesidad de lo que Tomás
Llorens denominó “transparencia”, término que se asocia indiscutiblemente con
los de vacío e ingravidez. Este asunto, el de la transparencia, pronto afectó también
a la escultura, y fueron numerosos los autores que antes que Picasso y González
se ocuparon de él. Pablo Gargallo, el primer Giacometti o Jacques
Lipchitez pasaron del cubismo de bulto redondo a este tipo de piezas
desmaterializadas. Ya en la escultura cubista por antonomasia, la Guitarra de
Picasso, realizada en 1924 -por las mismas fechas en las que se le encargaba el
monumento a Apollinaire-, se observa esa tendencia a la desmaterialización de
los volúmenes. También la encontramos en El arlequín (c.1930) de González, la
más cubista de las esculturas del artista catalán, donde no hay ni masas ni
volúmenes cerrados.
La
colaboración de González con Picasso (París, 1928-1932)
La
colaboración entre González y Picasso parece que comenzó en septiembre de 1928
y dio lugar a un conjunto de esculturas metálicas en la que la fuerza creativa
del malagueño tomaba forma gracias al dominio de la técnica de González. En
primer lugar, abordaron una obra que hoy conocemos como Cabeza (1928), de la
que hicieron tres ejemplares; se trata de una especie de cabeza femenina que se
asemeja a un ave o de dos cabezas que se funden en un beso. Más tarde,
decidieron realizar esa esfinge de cuerpo entero, una pieza titulada Figura:
proyecto para un monumento a Guillaume Apollinaire. Básicamente, se trata de
una jaula estrecha y alta realizada con alambres cortados, como si fueran
barrotes en miniatura, en la que la figura de la esfinge ha desaparecido casi
por completo. A pesar de que al comité que la había encargado no pareció
entusiasmarle, Picasso continuó con el proyecto.
En
1929, Picasso y González se pusieron a trabajar en Mujer en el jardín
una de las esculturas más importantes del arte del siglo XX (espléndida). En
ella, como fundamento, se retomaba la idea de la esfinge, pero en este caso de
gran tamaño, como un solo ojo y una cabellera flotando al viento. Nacida a
partir de la idea de collage cubista, una vez finalizada, a finales de los años
treinta, Picasso la pinta de blanco. Esta escultura es lo más parecido a lo que
el artista malagueño había ideado para el monumento dedicado a Apollinaire;
nunca se colocó en el lugar al que estaba destinada, y el artista la conservó
en su castillo de Boisgeloup junto a otra que pidió a González, en este caso
realizada en bronce forjado.
Mientras
desarrollaban conjuntamente Mujer en el jardín, tanto González como Picasso
continuaron trabajando de manera independiente y con una evolución distinta; no
hay más que contemplar El beso del primero, muy alejado de la Cabeza que, con
el mismo motivo, hiciera Picasso en 1928.
Tras
su trabajo conjunto, González no abandonó la investigación en torno a la
desmaterialización de la escultura, pero tampoco se dirigió solamente hacia la
abstracción, como ha querido ver la historiografía del arte. Por
el contrario, durante los años treinta combinó en su investigación cierto
realismo y primitivismo que ya había practicado durante el periodo del
tardomodernismo catalán, con sus campesinas y su posterior evolución hacia La
Monserrat -tal y como podemos contemplar, por ejemplo, en sus máscaras de
hierro-, junto con lo aprendido del cubismo tardío y con cierta tendencia hacia
lo onírico y fantástico.
Picasso:
El taller del escultor (Boisgelouop, 1930-1932)
Esta
sección se asoma al trabajo independiente de Picasso durante los años de
colaboración con González. Es entonces cuando el malagueño instala su taller de
esculturas en Boisgeloup y abandona la problemática de la desmaterialización en
obras en las que el volumen, la rotundidad de las formas y la materia cobran
todo el protagonismo.
Son los años en los que realiza esas esculturas de bulto redondo y cierto aire que retrotrae al neolítico inspiradas en Maria-Thérèse Walter.
Picasso
y González: testimonios de Guerra (París, 1937-1944)
La Guerra Civil española y la Segunda Guerra Mundial no pudo menos que suponer un punto de reflexión en la obra de buena parte de los artistas europeos incluidos la de dos creadores que nos ocupan y cuyo arte siempre tuvo ese carácter de compromiso. Es el periodo de Guernica y de las “mujeres llorando” para Picasso, como también de El hombre del cordero, la gran escultura realizada bajo la ocupación alemana en París. Son los años de La Montserrat y de los Hombres Cactus para González. El diálogo entre las poéticas personales de los artistas se hace, si cabe, más evidente. Tanto “El hombre del cordero” como “La Montserrat tienen rasgos primitivos y monumentales a la par que humanos y heroicos, y sobre todo, amas obras mantienen un carácter fuertemente mediterráneo. La mujer llorando de Guernica, es, al igual que La Montserrat, trasunto de la Piedad y de las Dolorosas de la tradición cristiana. En esta sección se plantean estas obras como núcleo central, pues reflejan un cierto espíritu de época en el que el arte debía de comportar algún tipo de respuesta a la barbarie.
Es una
amplia exposición, que aconsejamos visitar varias veces, el visitante siempre
va a descubrir algo nuevo de los grandes Maestros, o de los momentos vividos
por ambos.
La
Celebración Picasso 1973-2023 gira en torno a unas cincuenta exposiciones y
eventos que se celebrarán en instituciones culturales de renombre de Europa y
América del Norte que, juntas, abordan un análisis historiográfico de su obra.
La conmemoración, acompañada de celebraciones oficiales en Francia y España,
permitirá hacer un balance de las investigaciones e interpretaciones sobre la
obra de PICASSO, especialmente durante el importante simposio internacional en
otoño de 2023 que, además, coincide con la apertura del Centro d’Estude Picasso
en París.
Fuente: Julio González, Pablo Picasso y
la desmaterialización de la escultura. Comisarios: Tomás Llorens Serra (†)
y Boye Llorens Peters. Fundación Mapfre, Sala Recoletos. 23 septiembre 2022 al
8 de enero 2023. Documentación y fotografía departamento de la Fundación Mapfre:
Alejandra Fernández Martínez.
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