Hoy
he dado la bienvenida al verano en el Museo
Thyssen-Bornemisza, con esta exposición dedicada al arte veneciano del
siglo XVI, su primer periodo de esplendor, con casi un centenar de obras de
artistas como Tiziano, Tintoreto, Veronés, Jacopo Bassano, Giorgione o Lotto.
Desde el uso del claroscuro y el color como fundamentos de la representación de
la figura y del espacio, hasta una atención a la naturaleza más directa que la
que proponía la tradición clásica, de concepción más idealista, la muestra
pretende demostrar cómo los medios específicos de la pintura veneciana
plantearon una idea de belleza plenamente renacentista al mismo nivel, y a
veces incluso superior, a lo que se hacía en Roma, Parma o Florencia.
La
muestra está organizada siguiendo un recorrido temático a lo largo de ocho
secciones:
El hilo conductor de la
primera sala, entre Oriente y Occidente:
la ciudad más bella del mundo. El
esplendor medieval de la ciudad de Venecia subyugó a sus visitantes a lo largo
del siglo XVI. En la simbólica fecha de Jacopo de’ Barbari realizó su Visita de Venecia, la primera vez que
una ciudad se representaba a vista de pájaro de manera realista. Se trata de
una imagen extraordinaria que en esta sala se acompaña de retratos de las magistraturas venecianas como el deux
Mocenigo (Gentile Belline) o los procuradores Gritti y Soranzo y un senador
(obras de Tintoretto) y de un famoso cuadro de Veronés en el que personajes vestidos a la oriental
ejemplifican el carácter cosmopolita y de frontera entre dos mundos, entre
Oriente y Occidente, de la ciudad.
Venecia y el sueño del clasicismo. La
cultura renacentista en la que Venecia se quería integrar exigía una rápida
renovación de la ciudad medieval, cuya arquitectura, gótica o bizantina, debía
sustituirse por una nueva máscara, la clasicista. Arquitectos, humanistas,
editores y coleccionistas se pusieron en marcha estudiando textos clásicos,
como el tratado de arquitectura de Vitruvio (siglo I. a.C.), el único
conservado desde la Antigüedad, o escribiendo nuevos textos como los de
Sebastiano Serlio o Vincenzo Scamozzi, al que vemos retratado en esta sala en
una oba de Veronés.
Lecturas clásicas, bibliotecas y coleccionismo de antigüedades son los
rasgos característicos del mundo lagunar y el de la “tierra firma” que lo
demuestran las pinturas de Moroni o los bronces con temas mitológicos expuestos
en la sala.
Belleza y melancolía del
Renacimiento veneciano. Los deseos de la belleza urbana (sala 1)
conseguida a través del clasicismo (sala 2), se concretan en las más variadas
tipologías estéticas. El sueño de la
juventud se expresó por medio del retrato del joven melancólico –que aquí se
muestra con ejemplos capitales de Giorgione, Bernardino Licinio, Giovani
Cariani o Lorenzo Totto, de la alegoría musical, máximo símbolo de la
perfección estética en el Renacimiento –con una obra de Cariani-, o de la
evocación a una Antigüedad, utópica y
también soñada, expresada en el libro de Francesco Colonna, Hypnerotomachia Paliphili (1499) sin
duda el libro impreso más bello del Renacimiento.
Imágenes venecianas de la mujer, es
el epígrafe para un extenso conjunto de pinturas que se hicieron populares en
Venecia a partir de 1510. Obras fundamentales de Palma el viejo, Tiziano o
Veronés desarrollan la idea dentro del
género del retrato femenino idealizado, que se prolonga también en el de
la pintura mitológica en obras que tienen a Venus,
la diosa de la belleza, como protagonista.
A medio camino entre la
imagen de la belleza de la mujer y la pintura de devoción, la iconografía de la
Magdalena fue una de las más practicadas por Tiziano. Se presentan aquí en esta
muestra los tres mejores ejemplos existentes del tipo de la Magdalena vestida
de ese pintor: la realizada para el cardenal Farnesio, del Museo de Campodimonte en Nápoles, una de las pintadas
quizá para Alfonso Ávalos, y la que el propio artista poseía en su estudio en
el momento de su muerte. Se trata, esta última, de una de las obras maestras de
su periodo tardío, de la que la leyenda dice que Tiziano murió abrazado a ella.
El brillo del poder, en esta sala se analiza
los reflejos desde dos puntos de vista. El primero es el del “brillo” del poder
militar a través del reflejo pintado en las armaduras como vestidura propia del
soldado, con ejemplos capitales de Carpaccio y Tiziano. El espectador debía de
quedar fascinado ante obras de este tipo por la habilidad del artista en captar
la fugacidad del brillo sobre el metal, algo técnicamente muy difícil. Modelo
ejemplar de este concepto es el de Francesco
Maria della Rovere de Tiziano.
En la sección de Pastorales
venecianas, los Idilios de
Teócrito y la Arcadia de Sannazaro constituyen la base literaria. Queda probado
que el género alcanzo uno de sus más grandes logros en la ciudad lagunar. Una
naturaleza bella e idealizada es el ambiente para pastorales de contenido
mitológico, como los casos de las pinturas de Sebastiano del Piombo, Lorenzo
Lotto, Palma el Viejo y otros. Las magnificas escenas pastorales de Jacopo
Bassano muestran una imagen más real del entorno natural acorde con los
intereses agrícolas del patriciado véneto
afincado en “tierra firme”, que encontró en las villas de Palladio su mejor
expresión arquitectónica.
En el Ocaso del Renacimiento, la
técnica de la pintura veneciana, que despreciaba el dibujo para centrarse en el
color y la pintura de “manchas”, llevaba en sí el germen de su autodestrucción.
Buena parte de los autores que desarrollaron ese concepto de belleza idealizada
que hemos visto en las salas anteriores en torno a los temas de la melancolía,
la música, la mujer, el poder o la naturaleza, concluyeron su carrera con
pinturas en las que el violento claroscuro o los “crueles borrones” alcanzaron
un protagonismo total, hasta el punto de discutirse hasta el día de hoy si, en
el caso de Tiziano, se trata de obras terminadas o no. La sala se plantea como
una discusión en torno a este asunto, y a su confrontación con obras tardías de
Tintoretto, Jacopo Bassano y Veronés. El dramatismo de temáticas como la de la
pasión de Cristo, unido a la autoconciencia de un momento que vio a sí mismo
como “ocaso del Renacimiento” y el fin de la época hicieron el resto.
La última sala dedicada a
Destrucción de la pintura, el rey
Felipe II fue el mayor aficionado al arte de Tiziano de todo el siglo XVI. Su
colección fue la más importante, además, en lo que se refiere a obras del
último periodo del maestro, como demuestran las existentes en el Museo Nacional
del Prado y en el Monasterio del Escorial. De las conservadas en este último
lugar, el dramático Cristo crucificado,
menos conocido del público y culminación de esta exposición.
Comisario de la exposición Fernando Checa Cremades, catedrático de
Historia del Arte de la Universidad Complutense de Madrid. La muestra aborda la
presentación de este foco artístico, esencial para la comprensión de la
historia de la pintura desde una meditada selección de temas ejecutados por los
maestros que le dieron fama universal, en lugar de hacerlo desde el ámbito
cronológico o estilístico. Para ello presenta un extraordinario conjunto de
pinturas, y algunas esculturas, grabados y libros, procedentes de colecciones
privadas y museos como la Galleria dell’ Accademia de Venecia, el Museo
Nacional del Prado de Madrid, la Fondazione Accademia Carrara de Bérgamo, el
Palazzo Pitti de Florencia, el Kunsthistorisches Museum de Viena, la Gallería
degli Uffizi de Florencia, la Bibliotena Nacional de España, el Musée du Louvre
de París, la National Gallery de Londres o este mismo Museo Thyssen-Bornemizsa
Madrid.
© Mariví Otero 2017
Asistente:
Manuel Otero Rodríguez
Bibliografía: El
renacimiento en Venecia. Triunfo de la belleza y destrucción de la pintura.
Del 20 de junio al 24 de septiembre
2017. Museo Thyssen-Bornemisza, Madrid. Oficina
de Prensa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario