miércoles, 12 de febrero de 2020

RODIN – GIACOMETTI

Alberto Giacometti dans le parc d’Eugène Rudier au Vésinet, posant à côté des Bourgeois de Calais de Rodin [Alberto Giacometti en el parque de Eugène Rudier en Vésinet, posando junto a Les Bourgeois de Calais (Burgueses de Calais) de Rodin], 1950
Fotografía: Patricia Matisse
Copia a la gelatina de plata
11,9 × 17,3 cm
Fondation Giacometti, París
Foto : Fondation Giacometti, París

En la Fundación Mapfre en su sala Recoletos de Madrid, se puede ver una exposición brillantemente construida, se desvelan por primera vez en esta muestra, a pesar de estar separadas por más de una generación, las trayectorias creativas de Auguste Rodin (París, 1840 – Meudon, 1917) y Alberto Giacometti (Borgonovo, Suiza, 1901 – Coira, Suiza, 1966) -junto a disparidades inevitables-, además de que sus respectivas obras comparten aspectos puramente formales como pueden ser el interés en el trabajo de la materia y la actuación del modelado, la preocupación por el pedestal y el gusto por el fragmento o la deformación, por citar solo algunos el diálogo que se establece entre ellos va mucho más allá.

Rodin es uno de los primero escultores considerado moderno por su capacidad para reflejar -primero, a través de la expresividad del rostro y el gesto; con el paso de los años, centrarse en lo esencial- conceptos universales como la angustia, dolor, inquietud, miedo o ira. Y este es un rasgo fundamental en la creación de Giacometti: sus obras posteriores a la Segunda Guerra Mundial, esas figuras alargadas y frágiles, inmóviles, a las que Jean Genet denominaba “los guardianes de los muertos”, expresan, despojándose de lo accesorio, toda la complejidad de la existencia humana.

Rodin accoudé à une selette à côté du monument à Victor Hugo [Rodin apoyado en un banco junto al monumento a Victor Hugo]. c. 1898
Fotografía: Dornac [Pol Marsan / seudónimos de Paul Cardon]
Copia en papel albuminado
12,5 × 17,5 cm
Musée Rodin, París. Donación Rodin 1916
inv. Ph.00206
Foto: © musée Rodin

Rodin fue el maestro indiscutible del siglo XIX. El propio Giacometti, a pesar de admirar a Rodin desde temprana edad -tal como demuestran los numerosos dibujos copiando sus obras que hizo en los libros sobre Rodin que conservó toda su vida-, renegó durante un tiempo del maestro francés y dirigió su mirada a estos nuevos escultores, como Ossip Zadkine, Jacques Lipchitz o Herni Laurens. Tras ese breve período “neocubista”, el suizo se unió a las filas del surrealismo, y creó composiciones complejas cargadas de contenido simbólico, sin embargo, a partir de 1935, la figura humana volvió a ocupar el centro de su trabajo para ir definiendo la estética por la que se le identifica esencialmente, aquella que iría perfilando en los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial.

En 1922, cuando Alberto Giacometti viajó a París por expreso deseo de su padre para estudiar en la Académie de la Grande Chaumière, donde enseña Antine Bourdelle, quien fue alumno y ayudante de Rodin, ya han pasado cinco años de la muerte de este último. Desde 1890 y, sobre todo, tras su exposición en 1900 en el Pavillon de I’Alma, Rodin fue considerado uno de los más importantes artistas del momento. En julio de 1939 se inauguraba, cuarenta años después de haber sido terminado, su Monument à Balzac. Giacometti asistió a este acontecimiento no solo para poder ver el trabajo que ya debía de conocer bien, sino también para apoyar el reconocimiento de un artista que se erigía como “genio de la escultura moderna”.

Años después, en el paso de la década de 1940 a la de 1950, el interés de Giacometti por Rodin, se reavivó, tal y como testimonian las fotografías tomadas en Le Vésinet, el parque de Rudier, quien fu fundidor tanto de uno como de otro. El artista suizo posó junto a L’Âge d’Airain (La Edad de Bronce) y se mezcló entre los personajes del Monument des Bourgeois de Calais (Monumento a los Burgueses de Calais), pues, según sus propias palabras, se sentía “en un museo magnífico de la escultura contemporánea”.

Vista de la exposición: RODIN-GIACOMETTI.

La selección de obras que forma la exposición se plantea como una constante conversación desarrollada por la obra de los dos artistas en el espacio a través de nueves secciones. Muestra como ambos creadores hallaron, en sus respectivas épocas, modos de aproximarse a la figura que reflejaban una visión nueva, personal pero engarzada en su tempo: en Rodin, el del mundo anterior a la Gran Guerra; en Giacometti, el de entreguerras y el inmediatamente posterior a la Segunda Guerra Mundial, marcado por el desencanto y el existencialismo.

La Exposición

Comisarias de la muestra, Catherine Chevillot, directora del Museo Rodin; Catherine Grenier, directora de la Fondation Giacometti; Hugo Daniel, responsable, de la Ecole Des Modernités del Instituto Giacometti.

La muestra compuesta por más de 200 piezas se articula en nueve secciones ordenas por conjuntos temáticos.

Vista de la exposición: RODIN-GIACOMETTI.
GRUPOS

Auguste Rodin fue uno de los primeros escultores en emprender el camino hacia lo real, pues, para él “la belleza reside únicamente allí donde hay verdad” En 1885, el ayuntamiento de Calais le encargó un monumento para conmemorar la gesta de unos ciudadanos que, en 1347, tras un largo asedio sufrido por la ciudad durante la Guerra de los Cien Años, se ofrecieron como rehenes del rey Eduardo III de Inglaterra. Rodin planteó el monumento como seis figuras independientes que después ensamblaría, tratando de mantener la identidad de cada elemento, aunque sin perder la visión de conjunto- Al romper con la tradición -pues en lugar de presentar un solo personaje esculpió un grupo de seis hombres que avanzan, pero de forma individual, hacia su trágico destino-, la escultura no fue bien recibida y no sería inaugurado hasta 1895, seis años después de que el escultor la diera por terminada. Abre la exposición el grupo escultórico “Monumento a los Burgueses de Calais” 1889 (copia moderna) Musée Rodin París.

Auguste Rodin
Monument des Bourgeois de Calais [Monumento a los Burgueses de Calais]
1889 (copia moderna). Yeso
231 × 248 × 200 cm
Musée Rodin, París
inv. E.00070
Foto: © musée Rodin (photo Christian Baraja)

A finales de la década de 1940, Giacometti se interesa por la cuestión de los grupos escultóricos, debido sin duda a la influencia del Monumento a los Burgueses de Calais. Obras como La Clairière (El claro) de 1950 abre también la muestra.

El artista suizo ya había realizado una escultura titulada Projet pour une place, que culminará años después. En 1956, a raíz del encargo del grupo escultórico de la explanada situada ante el edificio del Chase Manhattan Bank de Nueva York, concebida en origen como un grupo de tres figuras, entre medias, estos grupos escultóricos, nos hablan del interés del artista a lo largo de toda su trayectoria por comprender la paradoja que supone la soledad del individuo en medio de la multitud.

Alberto Giacometti
La Clairière [El claro]. 1950
Bronce
61 × 66 × 53 cm
Fondation Giacometti, París
Foto: Fondation Giacometti, París
© Alberto Giacometti Estate / VEGAP, 2020

ACCIDENTE

El uso creativo del accidente fue una de las mayores contribuciones de Rodin a la escultura moderna, como vemos en Homme au nez cassé (Hombre de nariz rota) de 1864. Partes de materia fragmentada, sucesos fortuitos en el proceso de modelado, en lugar de ser desechados y asociados al error y el fallo, se recuperan y se inspiran al proceso creativo y a la obra final otorgándole un significado distinto a la escultura.

Errores del modelado y ausencia de fragmentos se hacen evidentes en Torse masculin penché en Avant (Torso masculino inclinado hacia delante) c. 1890.

Auguste Rodin
Homme au nez cassé [Hombre de la nariz rota]. 1864
Terracota, estampación
22,3 × 19,1 × 15,8 cm
Musée Rodin, París
inv. S.01863
Foto: © agence photographique du musée Rodin - Jerome Manoukian

También es manifiesta la fractura en la Tête d’homme (Cabeza de hombre) c.1936 de Giacometti o en las hendiduras de los ojos y la “raja” que conforma la boca de la Tête de Diego (Cabeza de Diego) 1934-1941. Es como si Giacometti hubiera retomado ese aspecto que caracteriza la escultura de Rodin y reflexionara sobre él alterando su significado o quizá otorgándole un sentido más plano.

Alberto Giacometti
Tête de Diego [Cabeza de Diego]. c. 1950
Yeso
9,7 × 5,1 × 6,6 cm
Fondation Giacometti, París
Foto: Fondation Giacometti, París
© Alberto Giacometti Estate / VEGAP, 2020

MODELADO Y MATERIA

Giacometti, tras sus experimentaciones cubistas y su paso por el surrealismo, en su búsqueda de “figuras y cabezas vistas en perspectivas”, va destilando cada vez más sus esculturas hasta realizar el tipo de obras por las que llegaría a ser conocido. Sus características figuras alargadas sustituyen entonces a las piezas anteriores, de gran perfección técnica, y el trabajo de la materia y el modelado se convierten en protagonista de su obra.

Alberto Giacometti
Figure debout [Figura de pie]. 1958
Yeso
63,2 × 12,3 × 20,2 cm
Fondation Giacometti, París
Foto: Fondation Giacometti, París
© Alberto Giacometti Estate / VEGAP, 2020

También lo eran para Rodin, que en ocasiones dejaba percibir el barro bajo el bronce, mostrando un modelado enérgico y vital que es, paradójicamente, el responsable de la expresión de la fragilidad humana. Así lo muestran esculturas como Eustache de Saint Pierre 1885-1886.

Auguste Rodin
Eustache de Saint-Pierre. c. 1885-1886
Yeso
98 × 35 × 37 cm
Musée Rodin, París. Donación Rodin 1916
inv. S.00415
Foto: © agence photographique du musée Rodin - Pauline Hisbacq

DEFORMACIÓN

La búsqueda de la expresividad en las esculturas que emprende Rodin se caracteriza por el énfasis que introduce en los rostros de sus figuras, que tienden en ocasiones a la caricatura, como puede verse en Tetê de la Muse tragique, 1895.

El caso de Giacometti es algo diferente, pues la deformación no nace de esa búsqueda de expresividad, o no sale. Tras la guerra, las esculturas del artista suizo tendieron a ser cada vez más alargadas y estilizadas, a veces de muy pequeño tamaño. En 1960 escribía: “Ya no sé quién soy, dónde estoy, ya no veo, pienso que mi rostro debe ser percibido como una vaga masa blancuzca, débil […] los personajes no son más que movimiento continuo hacia el interior o hacia el exterior. Se rehacen sin parar, no tienen una verdadera consistencia, es su lado transparente. Las cabezas no son cubos, ni cilindros, ni esferas, ni triángulos. Son una masa en movimiento (apariencia), forma cambiante y nunca completamente comprensibles” Le Nez (la nariz) 1947-1950 o Grande Tête mince (Gran cabeza delgada) 1954.

Alberto Giacometti
Le Nez [La nariz]. 1947-1950
Yeso
43 × 9,7 × 23 cm
Fondation Giacometti, París
Foto: Fondation Giacometti, París
© Alberto Giacometti Estate / VEGAP, 2020

FRENTE AL ARTE ANTIGUO

La relación de Rodin con el arte antiguo se remonta a su aprendizaje en la École Spéciale de Dessin, a sus visitas al Louvre, donde copia a los maestros, y su viaje por Italia en 1875. En este viaje resulta fundamental su paso por Florencia, donde descubre la escultura de Miguel Ángel, y por Roma, donde contempla la estatuaria antigua.

Por su parte, entre 1912 y 1913, Giacometti comenzó a copiar a Durero, Rembrandt y Van Eyck a partir de ilustraciones encontradas en los libros de su padre. Esta actividad se prolongó luego en el Louvre, donde dedicó mucho tiempo a realizar copias, sobre todo de la escultura egipcia. Viaja a Italia: en 1930 está en Venecia con su padre queda fascinado por los colores de Tintoretto. El artista suizo recordaba así esta fusión: “Surge ante mí todo el arte del pasado, de todas las épocas, de todas las civilizaciones; todo se vuelve simultáneo, como si el espacio hubiese ocupado el lugar del tiempo”.

Esta sección es muy interesante, está muy bien construida.

Auguste Rodin
Torse de l’Etude pour Saint Jean Baptiste, dit Torse de l’Homme qui marche [Torso del Estudio para san Juan Bautista, llamado Torso del hombre que camina]
1878-1879 (fundición en 1979)
Bronce, fundición a la cera perdida
51,5 × 25,5 × 15 cm
Musée Rodin, París. Fundición realizada para las colecciones del museo, 1979
inv. S.00602
Foto: © musée Rodin (photo Christian Baraja)

Alberto Giacometti
Femme (plate V) [Mujer (plana V)]. c. 1929
Bronce
55,5 × 33,6 × 7,7 cm
Fondation Giacometti, París
Foto: Fondation Giacometti, París
© Alberto Giacometti Estate / VEGAP, 2020

SERIES Y CUESTIÓN DE PEDESTAL

Tanto en Rodin como en Giacometti, el proceso de repetición de un mismo motivo es una práctica habitual. Por un lado, se trata de un modo de penetrar más en el estudio del modelado representado y en su psicología; por otro, la repetición les permite ir transformando la obra, que parecen resistirse a dar por finalizada. En ese proceso, también se transforma el significado de la obra final, que, partiendo de la anécdota, suele acaba respondiendo a aspectos universales de la existencia.

La integración del pedestal con el motivo escultórico ha sido uno de los grandes problemas de la escultura moderna.

En la apertura del Pavillon de L’Alma, en 1900, Rodin utiliza una serie de columnas del Louvre en las que encarama sus esculturas, generando así distintos efectos en el montaje de la exposición. Por su parte, en La Pensée, podemos ver otra solución distinta, un modo innovador de utilizar el pedestal como una gran base de la que surge la cabeza de la figura; en este sentido, el contraste que genera el tratamiento de la superficie, junto con el modelo de ensamblar el fragmento con la base, funciona como una alegoría.

Auguste Rodin
Assemblage: Femme-Poisson et Torse d’Iris sur gaine à rinceaux [Conjunto: Mujer-Pez y Torso de Iris sobre estípite con follaje]
Posterior a 1890
Yeso, pátina rosa (estípite)
157 × 35 × 38 cm
Musée Rodin, París. Donación Rodin 1916
inv. S.02701
Foto: © musée Rodin (photo Christian Baraja)

El pedestal, en la obra de Giacometti, es el equivalente de los marcos que utiliza en pinturas y dibujos, o funciona al modo en que lo hacen las “jaulas” en las que a veces introduce algunas de sus esculturas. Una figura pequeña en un pedestal de mucha altura o muy ancho hace que se vea incluso más pequeña cuando se observa desde la distancia. Pero no es este el único motivo para utilizar pedestales de uno u otro tamaño, también lo es generar un diálogo entre base y figura.

Alberto Giacometti
Petit buste sur colonne [Pequeño busto sobre columna]. 1951-1952
Bronce
152,2 × 21,2 × 22,6 cm
Fondation Giacometti, París
Foto : Fondation Giacometti, París
© Alberto Giacometti Estate / VEGAP, 2020

EL HOMBRE QUE CAMINA

Varias son las publicaciones sobre el maestro francés en las que Giacometti copia en una página L’Homme qui marche (El hombre que camina) -sacado por Rodin, en 1907, de una versión más pequeña de San Juan Bautista-, frente a la reproducción de una obra del maestro, como si estuviera reflexionando sobre el motivo para luego plasmar esta idea en su propio trabajo. Las versiones de El hombre que camina realizadas por ambos artistas se cuentan, sin duda, entre las piezas más conocidas de la escultura universal y es evidente que Giacometti parte de Rodin para trabajar sobre este motivo; y lo mismo sucede con su escultura L’homme qui chavire (El hombre que se tambalea) y las distintas versiones del tema que realiza a partir de finales de los años cuarenta.

Vista de la exposición RODIN-GIACOMETTI (Hombre que camina).

EN EL ESTUDIO

Rodin recurrió a la fotografía para ayudarse en su trabajo desde finales de la década de 1870 hasta su muerte en 1917, Sin embargo, ni él ni Giacometti solían colocarse tras la cámara y preferían que fueran otros quienes les retratasen.

Rodin copiando un modelo femenino con el torso desnudo. c1895.
Copia en papel albuminado. Museè Rodin de París.

© Mariví Otero 2020
Manuel Otero Rodríguez

Fuente: RODIN-GIACOMETTI. Fundación MAPFRE, Sala Recoletos, Madrid. Del 6 de febrero al 10 de mayo de 2020. Comunicación Corporativa de MAPFRE. Alejandra Fernández Martínez.

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