Paseando por el Parque del Retiro que siempre es un placer, nos acercamos al Palacio de Velázquez (Museo Reina Sofía) a visitar la exposición dedicada al artista Néstor Sanmiguel Diest (Zaragoza, 1949) brinda la oportunidad de examinar su producción desde sus inicios, a finales de la década de 1980, hasta la actualidad. Comisariada por Beatriz Herráez, La peripecia del autómata recoge alrededor de 130 trabajos de Sanmiguel Diest en los que se cruzan registros pictóricos, sistemas de reglas y signos gráficos y que, lejos de establecer un itinerario exhaustivo o con voluntad antológica, dibuja una cartografía en la que se relacionan piezas ejecutadas en distintos momentos de su trayectoria.
La muestra forma parte de un proyecto integrado por dos exposiciones distintas: ésta de Madrid, y la que se abrirá próximamente en Victoria-Gasteiz, en el Museo de Arte contemporáneo del País Vasco-Artium Museoa.
El
trabajo de Sanmiguel Diest se vincula desde un inicio a la fundación de
colectivos artísticos como A Ua Crag (1985-1996) y el Segundo partido
de la montaña (1987-1988), y se presenta como un creador metódico que idea
de modo ininterrumpido sistemas, reglas y protocolos, que aplica en la
construcción de sus piezas. Su abundante obra, principalmente dibujos y
pinturas, conforma un catálogo singular en el que se confunden los límites
entre imagen y texto.
A
finales de los años ochenta mantiene una doble ocupación: en su taller
artístico y empleando como patronistas en una factoría textil, un lugar que no
abandona plenamente has el año 2000.
Alejado
de cualquier convención, en su trabajo son frecuentes las referencias a los ámbitos
de la historia del arte, la literatura y la música, pero también a lo más
cotidiano y ordinario, al incorporar en sus piezas documentos, facturas,
fragmentos de textos o páginas de prensa. Se trata de una invitación a pasear
por una selva de símbolos en una negociación constante con aquello que se
agolpa en los márgenes y que, con frecuencia, pasa desapercibido.
La
peripecia del autómata se inicia
con pinturas de gran formato realizadas a finales de los años ochenta.
Al igual que si se tratase de un diario extendido en el tiempo, en sus páginas
encontramos protagonistas recurrentes como las denominadas “formas madres”
-figuras que crecen y decrecen del mismo modo que sucede en la fabricación de
un tallaje-, pero también engranajes, mecanismos y plantillas que conviven
con emblemas, acrónimos y texto -manuscritos o impresos-, una forma de
proceder que se pone de manifiesto de manera más directa en series de obras que
abarcan varios años de ejecución, como Las emociones barrocas (1997-2005) y
Libro para Manuel (El segundo nombre de las cosas) (2009-2010).
Sanmiguel
Diest también se sumerge en las profundidades del pasado para recuperar
-siguiendo a Arendt- esos “fragmentos de pensamientos” cristalizados. Evocadas,
fraccionadas o replicadas con exactitud, entre las fuentes señaladas por el
artista se incluyen los nombres de Joan Miró, Francis Picabia, Ellsworth Kelly,
Rosemarie Trockel, Jackson Pollock, Tim Rollins $ K.O.S. (Kids of Survival),
Bridget Riley, junto a los Joy División, Sonic Youth with Wound e Isidore
Ducasse, William Burroughs, Virginia Woolf, André Malraux, Ursula K. Le Guin, o
Julio Cortázar de quien llega a transcribir libros enteros en sus lienzos (Rayuela
y libro para Manuel).
Como
explica él mismo en una conversación con Ángel Calvo Ulloa en el catálogo, el
descubrimiento de la pintura de Jackson Pollock, Y Ellsworth Kelly en Zaragoza,
que le llegó a través de una familia de militares norteamericanos, le marcó
profundamente: “mis influencias primeras fueron con esa familia de militares
norteamericanos, en Zaragoza, cuando estaban montando la base aérea allí. El
caso que en la casa donde mi abuela trabajaba de portera, vivían muchas de
aquellas familias de los militare que venían a España. Por aquel entonces yo
tenía cuatro o cinco años como mucho, y una de las familias le caía muy bien.
Ellos me llevaban a su casa donde, además de revistas de arte, tenían un dibujo
de Jackson Pollock y otro de Ellsworth Kelly. Yo pasé mucho tiempo, creo que
hasta los dieciséis o diecisiete años, intentando copiar un Pollock, algo que
me resultó totalmente imposible, porque nadie me explicó cómo estaba hecho. Ten
en cuenta que el interés por el arte que existía en mi casa mi casa me venía
por mi madre, que le gustaba mucho el impresionismo, sobre todo el francés,
claro. Sin embargo, era un tiempo en que en España no había ningún tipo de
noticia acerca de las nuevas tendencias. Por lo tanto, para mí, la pintura se
hacía con pincel fino, y yo pensaba que el caso de Pollock era exactamente
igual, que estaba todo hecho a motitas, con pinceladas pequeñas como lo hacían
los fauvistas. Bueno, imagínate, cosas de esas”.
Su
sistema de trabajo funciona por acumulación, y se extiende más allá de los
límites de la obra en forma de juegos de palabras y cadenas de aforismos que
dan títulos a las obras.
Fuente: La peripecia del autómata. Néstor Sanmiguel Diest. Hasta el 19 de septiembre 2022. Palacio de Velázquez, Parque del Retiro. Museo Reina Sofía. Gabinete de Prensa del Museo: Documentación y fotografía.
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