La Fundación
MAPFRE Sala Recoletos de Madrid, ha inaugurado una muestra que recorre la
trayectoria del pintor ruso Alexéi von Jawlensky (Torzhok, Rusia, 1864-
Woesbaden, Alemania, 1941), desde sus orígenes y los inicios de su carrera
en Múnich, pasando por la transformación que experimenta su pintura en Suiza,
hasta sus últimos años en la ciudad alemana de Wiesbaden. Comisario de la
exposición: Itzhak Goldberg.
A
partir de 1903, el color invade su obra. En 1905 visita el Salón de Otoño
parisino, donde se exponen los que serán conocidos como los fauves.
Escribe ese mismo año en una carta: “Las manzanas, los árboles, los rostros
humanos son para mí únicamente advertencias para ver en ellos algo distinto: la
vida del color, captada por un apasionado, un enamorado”.
La
selección de obras que supera el centenar ofrece un amplio recorrido
cronológico por la trayectoria del pintor a través de seis secciones, al tiempo
que establece puntualmente un diálogo con piezas de distintos artistas que
compartieron inquietudes e intereses con Jawlensky o tuvieron
determinada influencia sobre él. Entre estos autores se cuentan los franceses
Pierre Girieud, Henri- Edmond Cross, André Derain, Henri Matisse o Maurice de
Vlaminck, compañeros de viaje durante el periodo postimpresionista y fovista; la
pintora Marianne von Werefkin, compañera de Jawlensky hasta 1921;
Gabriel Müntaner, una de las pocas mujeres asociadas al expresionismo alemán, o
Sonia Delaunay, a quien le une el uso vibrante del color.
Si
París fue importante para Jawlensky, no lo fue menos Múnich, ciudad en
la que vive desde 1896 y en el que conoce a algunos de los artistas más
influyentes de la vanguardia durante la primera mitad del siglo XX. Con
Kandinski, Münter y Werefkin, viaja a Murnau, en la Alta Baviera, durante
varios veranos a partir de 1908. El año siguiente será crucial para el pintor;
los trazos de sus obras se observan cada vez más seguros y la fuerza del color
se torna casi demoledora. Una expresividad que acentuará hasta niveles,
podríamos decir, insostenible en años venideros y con la que trata de llegar
hasta las últimas consecuencias en esa búsqueda formal y cromática.
Las seis secciones nos llevan a hacer un recorrido a partir de los primeros años, pasando a las Cabezas de preguerra plantean ya las bases de la futura técnica serial de Jawlensky, pues el artista se concentra en un solo tema, aunque todavía no podemos hablar de serie al no aparecer la repetición a partir de un vocabulario plástico delimitado. Se trata de bustos que presentan numerosas similitudes tanto por su estilización como la intensidad de sus colores, chillones y brillantes, aplicados densamente.
Pinta Bizantina
(labios claros) en 1913 y en esta primera época realiza también algunas
pinturas de mujeres españolas, quizá atraído -pues el artista nunca estuvo en
España- por los trajes que pudo ver en alguna de las representaciones que los
ballets rusos dedicaron a temática de raíz española, representaciones a las
que asistió cuando Diáguilev visitó Múnich en 1912.
Variaciones
sobre un tema paisajístico. Para algunos historiadores como James
Demerion, especialista en la obra de Jawlensky, las Variaciones
son una “serie de estructura relativamente fija donde lo único que cambia es el
cromatismo”, y es que el paisaje puede ser un mero pretexto para el ejercicio
de la pintura. La serie, que se prolonga hasta 1921, fecha en la que el artista
vuelve definitivamente a Alemania, cuenta entre sus pinturas más importantes
con las que fueron realizadas en Zúrich y más tarde en Ascona, donde permaneció
una larga temporada tras abandonar Suiza.
Cabezas
místicas. El origen de esta nueva investigación se suele atribuir
al encuentro de Jawlensky en 1915 con Emmy Scheyer, una estudiante de
arte fascinada con la obra del pintor y que renunció a sus estudios para
convertirse al mismo tiempo en musa y representante del artista.
Las
Cabezas místicas conviven durante un tiempo en la obra de Jawlensky
con las variaciones; ambas series comparten motivos como el óvalo, un
elemento formal que estructura la composición en un caso y en otro, pero, en el
caso de esta nueva serie, se trata casi siempre retratos femeninos. Realizados
sobre cartón y en unas dimensiones sobre 40 x 30 cm. Estos estilizados rostros
presentan una nariz ya definitivamente reducida a una forma de ele y la boca
sugerida por una simple línea.
Tal y
como señala Angelika Affentranger-Kirchrath, en estas obras, el pintor “subraya
la frontalidad y la disposición simétrica, confiriendo a la obra una dignidad
[…] cercana al icono”. Tanto en las Cabezas místicas como en los Rostros
del Salvador, el pintor introduce símbolos del mundo del más allá, en relación
con las corrientes ocultistas y teosóficas del entorno de Rudolf Steiner, que
impartió sus enseñanzas en Múnich entre 1905 y 1910, y con el que Jawlensky
tuvo relación.
Cabezas
geométricas o Cabezas abstractas. Cabezas geométricas -que
inicia en Ascona en 1918 y que pinta ininterrumpidamente hasta 1935-, el
aspecto geométrico resulta cada vez más acentuado. Son caras-ovalo atravesadas por
líneas verticales y horizontales, con el pelo tan solo sugerido y con ojos que
ahora ya aparecen sellados Es la primera vez que hace una serie de pinturas en
las que no están presentes loa ojos abiertos, como si el artista -y también el
propio rostro representado- estuviera mirando hacia dentro, a un mundo interior
sin contacto real, sí espiritual, con el espectador. Y como el mismo señala; “A
mi modo de ver, la cara no es solo la cara, sino el cosmos […] En la cara se
manifiesta todo el universo.
Meditaciones y naturaleza muertas. En 1921, y tratando de forzar su separación definitiva de Marianne von Werefkin, Jawlensky marcha a Wiesbaden, donde Emmy Scheyer le anima a exponer su obra de forma individual, en una muestra en la que vende veinte obras, y a participar en una exposición conjunta en 1924 con Kandinski, Paul Klee y Lyonel Feininger, en el contexto del grupo “Die blaue vier”. Fue la misma Scheyer quien movería la obra del artista en tanto en Alemania como en Estados Unidos, empezando por San Francisco, lo que supuso un alivio importante para la precaria economía del pintor, afectada también por su complicado estado de salud.
En 1929,
el artista comienza a padecer artritis deformante e inicia un recorrido
terapéutico por distintos hospitales y balnearios con intención de aliviar sus
síntomas. Tal como escribe el autor en sus memorias:
“Desde 1929 sufro una enfermedad muy dolorosa que empeora de año en año y poco a poco mis brazos y manos están cada vez más rígidas y torcidas, y padezco terribles dolores. Dado que estaba muy imposibilitado por esta rigidez en codos y manos. Tenía que buscar una técnica nueva. El último período de mis obras está realizado sobre formatos muy pequeños, pero los cuadros son todavía más hondos y espirituales, contados tan solo mediante los colores. Puesto que sentía que en el futuro ya no iba a poder trabajar, elaboro como un obseso estas Meditaciones mías. Y ahora dejo estas pequeñas obras, que para mí son muy significativas, para el futuro de las personas que aman el arte” [A.Jawlensky, “Memoir dictated to Lisa Kümmel, Wiesbaden, 1937”, en Alexej von Jawlensky. Catalogue Raisonné of the Oil Paintings, vol. I, 1890-1914, London, Sotheby’s Publications. 1991. P.33].
En
esta serie el rostro, cuando no ha desaparecido, invade por completo la
superficie pictórica y, al que le queda la barbilla recortada por el marco, lo
que se observa de la cara es una parte muy reducida, en una composición que
funde el icono y la cruz, tal como ocurre en Meditación (llamada Velázquez)
o Gran Meditación, ambas de 1936.
Con estas obras Jawlensky cierra el ciclo evolutivo de su arte, como si, a lo largo de toda su trayectoria hubiera ido despojándose poco a poco de cualquier anécdota narrativa y expresiva que distrajera de la esencia misma de la pintura y de la búsqueda espiritual y ascética que le acompañó.
Exposición organizada por Fundación MAPFRE, Madrid; Musée Cantini, Marsella y la Piscine, Musée d’Art et d’Industrie André Diligent, Roubaix, cuenta con generosos préstamos de importantes colecciones particulares y de destacadas instituciones internacionales como el San Francisco Museum of Modern Art, el Centre Pompidou (París), el Kunstmuseum Basel (Basilea), el Musée d’Art Moderne de París, Zentrum Paul Klee (Berna), entre otros.
Fuente: Jawlensky. El paisaje del rostro. Fundación MAPFRE Sala Recoletos, Madrid. Del 11 de febrero al 9 de mayo 2021. Documentación y fotografías: Comunicación Fundación MAPFRE. Alejandra Fernández Martínez.
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