Exponer
el arte de Lucian Freud (Berlín, 1922-Londres. 2011) en el contexto de
dos museos históricos permite mostrar al artista dentro de una línea de
continuidad con el pasado. Visitante asiduo a las grandes pinacotecas, se
pueden rastrear en su obra toda una serie de alusiones a los grandes maestros,
desde Holbein, Velázquez, Rembrandt o Watteau hasta Ingres, Courbet o Cézanne,
aunque esa vinculación convive con una fuerte voluntad de independencia. La
nueva mirada que propone esta exposición comisariada por Daniel Herrmann en
Londres y por Paloma Alarcó en Madrid, la primera gran retrospectiva que se
organiza desde su muerte en 2011 centra la atención en su permanente compromiso
con la esencia de la pintura. El Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, en
colaboración con la National Gallery de Londres presenta esta muestra
también, con motivo del centenario de su nacimiento.
La
exposición está organizada de forma más o menos cronológica a lo largo de
varias secciones temáticas que repasan la evolución del pintor desde los años
1940 hasta principios del siglo XXI.
Comenzamos a caminar entre varios visitantes por el primer espacio, Llegar a ser Freud: Desde sus primeras obras, de mediados del siglo XX, de una minuciosidad primitivista y cierto aire neorromántico y surrealista, Freud toma partido por el arte figurativo y adopta una pintura de resistencia en medio de las corrientes abstractas. La frontalidad y la frialdad que trasmiten las figuras, como en Muchacha con rosas (1947-1948). Un retrato de Ketty German, su primera mujer, es la señal de identidad de estas obras tempranas.
Pasamos
a Primeros retratos: Los
retratos de Caroline Blackwood, su segunda mujer, como Muchacha en la cama
(1953) y Muchacha con vestido verde
(1954), o la inquietante escena de
Habitación de hotel, expuesta en el pabellón británico de la 27ª
Bienal de Venecia, en 1954, marcan el final de su primera etapa. A partir de
entonces pinta de pie, moviéndose alrededor de sus modelos, con una proximidad
física que le permitía apreciar los más mínimos detalles. Utiliza pinceles
gruesos y, por influencia (grande) de Francis Bacon, su pincelada se vuelve
suelta y empastada, pero su forma de trabajar sigue siendo precisa, lenta y
pausada, para captar la esencia de sus modelos.
“Utilizo a las personas para inventar mis cuadros con ellas, y trabajo con más libertad cuando están ahí”
Intimidad:
Freud pintaba siempre del natural y prefería retratar a su entorno más próximo,
amantes, amigos y familiares, para poder actuar con mayor libertad. Su
habilidad para evocar en sus pinturas una intimidad no erótica, como el cariño,
la amistad o el afecto paterno, ha sido escasamente investigada. Como
espectadores, en ocasiones sentimos que somos testigos de un momento íntimo y
dudamos sobre donde fijar nuestra mirada. Esta sección queda reflejada sobre
sus retratos dobles, como el de su amigo el pintor Michael
Andrews y su mujer June (1965-1966), el de Dos hombres (1965-1966) y el de sus
hijas Bella y Esther (1987-1988).
Poder: A medida que crece su fama, en contadas ocasiones Freud acepta encargos de personajes que le merecían respeto o admiración. Previamente debían aceptar sus severas condiciones sobre la forma de posar o la duración de las sesiones, siempre en su estudio.
Algunos de las pinturas de esta sección siguen la
tradición de los retratos de poder establecida en el Renacimiento, con los
protagonistas sentados en actitudes introspectivas. En otras, los elaborados
rostros de los personajes evidencian el manejo impulsivo de la pintura, con
empastes casi esculpidos que nos invitan a descubrir el proceso de creación. El barón Hans Heinrich Thyssen-Bornemisza
“Hombre en una silla” de 1985, fue
uno de los privilegiados y posó para él en dos ocasiones. Dos irlandeses en W11 (1984-1985).
Contemplamos El estudio del artista como espacio distintivo y reconocible, con el característico mobiliario, las paredes desconchadas o con una densa costra de empastes del óleo, o la tarima con una perspectiva ascendente, creando una marcada inestabilidad en las figuras y en los distintos elementos representados, como en Gran interior W9 (1973) una gran obra o Tarde en el estudio (1993).
La exposición se cierra con La Carne:
“Quiero que la pintura actúe como si fuera carne”, manifestaba el artista en
1982, un lema en consonancia con la carnalidad matérica de sus rostros y
cuerpos y con su habilidad para pintar la textura de las carnaciones.
La vigorosa representación de la carne en el lienzo
es quizá el elemento más destacado y repetido de la larga carrera de Lucian
Freud. Comienza a pintar desnudos en los años 1960, pero es sobre todo en las
últimas décadas cuando sus retratos de Leigh Bowery y Sue Tillery le
convirtieron en pionero de la representación de cuerpos no normativos con
gruesos empastes. Esta pintura radical merece una mirada radical, todo un reto
para nuestra experiencia como espectadores.
Acaba el recorrido en David Dawson: El estudio
de Lucian Freud. Una selección de fotografías del artista David Dawson,
ayudante de Lucian Freud durante los últimos veinte años de su vida, nos
ofrecen una visión del laboratorio secreto del pintor y de su proceso
pictórico.
Fuente: LUCIAN FREUD. Nuevas perspectivas. Museo
Nacional Thyssen-Bornemisza. 14 de febrero al 18 de junio 2023. Departamento de
Prensa del Museo: Documentación y fotografías.
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