En el Palacio de Velázquez. Parque del Retiro de Madrid, el Museo Reina Sofía con esta exposición repasa la carrera del artista MANUEL QUEJIDO (Sevilla, 1946), que se inició en 1964, en los que QUEJIDO explora el expresionismo, el pop y la experimentación geométrica, en 1974 el artista entra por fin a pintar, desde este año hasta hoy día: la pintura no se limita a representar un pensamiento, sino que lo produce en su propio hacer. En este proceso, según la forma de hacer de QUEJIDO, el pintar, pensar van siempre acompañados por un tercer término, el del sentir.
Indagaciones
sobre la pintura
La
exposición recibe al visitante en la nave central del Palacio con tres
conjuntos de obras de gran formato fechadas en tres décadas distintas. Así, se
muestran Espejo 8 (1984), y Espejo 11(1985) de la serie Reflejos,
acompañadas de Partida de damas (1985); así como tres Tabiques (Tabique, VI, VIII
y IX), de principios de los años 90, en los que Quejido investiga sobre cómo,
en la pintura, concurren lo profundo y lo absolutamente plano, y donde se
percibe una reflexión sobre Diego Velázquez, una figura a la que el artista
recurre en otros trabajos a lo largo de su trayectoria.
Junto
estas obras, como otro ejemplo más de indagaciones en la representación del
espacio en la pintura, el visitante puede contemplar obras de la serie Moebius
Q-vista, realizada entre 2003 y 2005, inspirada en la cinta de Moebius- una
superficie con una sola cara y un solo borde descrita por los matemáticos alemanes August Ferdinand Möbius y Johann
Benedict en 1858- Serie más tardía que los Tabiques y Reflejos, en los Moebius
Q-vista el artista vuelve a estudiar el enigma de la capacidad cúbica que queda
contenida en la cara, única de la pintura.
Seguimos el itinerario indicado por la comisaria de la exposición Beatriz Velázquez.
Otros
trabajos, un poco anteriores y que se muestran en otro espacio Ele (1978) o Sin
palabras (1977). En este último se dio el salto de Quejido a la pintura sobre
lienzo de gran formato y una temática que habla de la inadecuación entre el
mundo, las palabras y las imágenes. El cuadro es un díptico en el que Quejido,
jugando con los espacios, figura noche y día como personajes andantes cuyas trayectorias
van a confluir. El momento de tránsito puede adscribirse tanto al día como a la
noche, pero, a la vez, es un instante distinto de ambos, único y para el que no
existe palabra en nuestro idioma (ya que englobaría tanto el momento de
amanecer como el del ocaso. Otra obra que se instala en el atolladero de la
incompatibilidad entre las palabras y las cosas es Matilde disimula un
pensamiento, de 1974. Obra que inaugura la larga preocupación del artista sobre
la relación pensamiento y pintura.
Un
elemento presente de forma asidua en la obra de Quejido es la historia del
arte, como las series de 30 bombillas (2010) y Los pensamientos negros (1988-89)
que pueden verse en la muestra. En ellas, cada trabajo está asociado a la forma
de pintar de algunos de los artistas del pasado, entre ellos, por citar
algunos, Piero della Francesca, Velázquez, Ingres, Goya, Cézanne, Picasso,
Matisse, Warhol o Bacon. A la vez, Quejido decide situar este ramillete de
pintores en un diagrama especial orientado según la historia de la pintura,
pero que, a la vez, puede servir como sistema para determinar muchas de las
formas posibles de pintar (a través de una hoja en el espacio, se
puede hacer esta lectura de quien es quien, muy interesante).
Siguiendo
el recorrido, el artista aborda la cuestión del acto de pintar en otras obras
como Los pintores (2015), iniciada a mediados de los noventa, o en las
distintas versiones de Nacer pintor (2006) que se muestran en la
exposición, aunque hay versiones también desde finales de los noventa. En Nacer
pintor Quejido retoma los motivos de sus pinturas de los años ochenta y los
ordena como secuencias, como narrando la historia de un niño que crece hasta convertirse
en pintor. Es también a una alusión a ese “nacimiento pintor” que es cada
pintura.
Crítica
social
Llegamos
al ala derecha del Palacio de Velázquez. En otro registro, muy distinto, el
artista se sirve desde 1993 de la superficialidad de la pintura para enunciar
una repulsa ante la situación del mundo, que llama de “mediación generalizada”.
Quejido
reacciona de formas diversas. Así, por ejemplo, vuelve su mirada una vez más
hacia Diego Velázquez en su obra VerazQes, realizados en 2005 a partir de La
Fragua de Vulcano, Las hilanderas y Las meninas, y donde efectúa sendas
alegorías del ejército, la corona y la banca, cuyo imperio queda enmascarado en
la maraña de la mediación.
Sin consumar (1997-1999) constituye otra réplica al estado de mediación, en particular al consumismo. La monumentalidad de la obra, friso pseudopublicitario engalanado con todo tipo de productos, evoca la desmesura comunista y los productos de ganga, con toda una marea de precios flotando alrededor de los bienes prometidos.
Seguimos
en este lado derecha del Palacio de Velázquez, que sigue mostrando al visitante
épocas anteriores del trabajo de Quejido. Se muestran, por ejemplo, sus
Cartulinas, estudios pictóricos ceñidos al formato estándar de la cartulina 100
x 70, que llegan a contar por centenas y en las que plasma asuntos de lo más
misceláneo: objetos, personajes, personajes, personas concretas, animales,
ideas, lugares. Asimismo, se muestran las obras Trideliriums, Siluetes y
Secuencias (1969-1974), reducciones al blanco y negro de las tres vías con las
que el artista había iniciado su producción: el expresionismo, el pop y la
experimentación geométrica.
En
1980 acudí a la inauguración Madrid D.F. octubre-noviembre 1980, en el Museo
Municipal, siendo nuestro alcalde Enrique Tierno Galván, tengo el catálogo y
revisándolo he de confirmar que fue una gran muestra, destacan las obras de
Manolo Quejido.
Fuente:
MANOLO QUEJIDO. Distancia sin medida. Museo Nacional Reina Sofía. Palacio de
Velázquez. Parque del Retiro de Madrid. 21 de octubre al 16 de mayo de 2023. Gabinete
de Prensa Museo Reina Sofía: documentación y fotografías.
No hay comentarios:
Publicar un comentario