Caminamos por el Museo Nacional del Prado al encuentro de esta exposición, comisariada por Joan Molina Figueras, jefe de Departamento de pintura Gótica Española del Museo del Prado, y organizada en colaboración con el Museu Nacional d’Art de Catalunya, ofrece una sugestiva panorámica sobre el papel que tuvieron las imágenes en las relaciones entre judíos y cristianos en la España (1285-1492).
Aunque numerosas obras destacan por su componente estético -y al respecto, solo cabe indicar que entre sus autores encontramos sobresalientes maestros del gótico como Pedro Berruguete, Bartolomé Bermejo, Fernando Gallego o Bernat Martorell, entre otros-, en la exposición hay un conjunto de piezas realizadas más allá de los cánones de la historia de los estilos -como caricaturas, sambenitos, grabados o bizarras esculturas. El objetivo es ofrecer una visión lo más completa y rigurosa posible de un tema que sólo podemos abordar desde una perspectiva que supera las fronteras tradicionales de la historia del arte.
Una de las particularidades de esta exposición es la presentación de un conjunto de obras y programas absolutamente únicos en toda Europa, puesto que responden a las especiales circunstancias que determinaron las relaciones en los reinos peninsulares entre los siglos XIII y XV. Nos referimos a aquellas imágenes relacionadas con la polémica que afectó a los conversos, y que fueron concebidas, ya sea para estimular la conversión, ya sea para justificar la sincera decisión de los nuevos cristianos. Igualmente, originales resultan los cielos e imágenes concebidos en los primeros tiempos de la Inquisición española, tanto escenografías para las iglesias como obras de carácter propagandístico.
Entre 1285 y 1492, las imágenes desempeñaron un papel fundamental en la compleja relación entre judíos, conversos y cristianos. Si, por un lado, fueron un importante medio de transferencia de ritos y modelos artísticos entre cristianos y judíos al tiempo que propiciaron un espacio de colaboración entre artistas de ambas comunidades; por otro, contribuyeron a difundir el creciente antijudaísmo que anidaba en la sociedad cristiana. En este terreno, la estigmatización visual de los judíos fue un fiel reflejo del espejo cristiano, de sus creencias y ansiedades, y, con ello un poderoso instrumento de afirmación identitaria. Tras la masiva conversión de judíos al cristianismo como consecuencia de los pogromos de 1391, las imágenes de culto se situaron en el centro de la polémica, convirtiéndose en la prueba para afirmar la sinceridad de los nuevos cristianos o, por el contrario, para acusarlos de judaizar. La extensión de estas imaginarias sospechas de la herejía judaizante se encuentra en la base de la fundación de la Inquisición española en 1478. Consciente del poder de las imágenes, la nueva institución hizo un uso intensivo de las mismas, ya fuese para diseñar poderosas escenografías o para definir fórmulas de identificación visual de los conversos.
El
recorrido por la exposición “El espejo perdido. Judíos y conversos en la
España Medieval” es espléndido, es la primera gran muestra, tanto por el
número como por la representatividad de las obras seleccionadas, que recupera
un espejo medieval: el retrato de los judíos y los conversos concebido por los
cristianos en España entre 1285 y 1492. Dividida en cinco secciones: I Transferencias
e intercambios. II De precursores a ciegos. III Antijudaísmo e imágenes
mediáticas. IV Imágenes para conversos, imágenes de conversos. V Escenografías
de la inquisición.
La
muestra reúne 71 obras realizadas con diferentes técnicas (pintura, escultura,
miniatura, orfebrería, grabado, dibujo y libros) procedente de casi una
treintena de iglesias, museos, bibliotecas, archivos y colecciones particulares
españolas y extranjeras.
Fuente: “El espejo perdido. Judíos y conversos en la España Medieval”. Museo Nacional del Prado. Hasta el 14 de enero de 2024. Museo Área de Comunicación: documentación y fotografías.
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