En el
Museo Nacional del Prado, visitamos esta muestra. Comisariada por José Manuel
Matilla, Jefe de Conservación de Dibujos y Estampas, y Ana Hernández Pugh, responsable
del catálogo razonado de los dibujos Manuel Salvador Carmona. En la exposición
se exhiben obras de varios autores, el eje central de la muestra gira en torno
a dos figuras fundamentales en el desarrollo del arte del grabado, Manuel
Salvador Carmona (1734-1820), el artista que mejor dominó la técnica
académica del buril en España, y Francisco de Goya (1746-1828), cuya
genialidad y particular entendimiento del aguafuerte abrió nuevos caminos a la
creación artística.
En la
segunda mitad del siglo XVIII España se liberó de la dependencia que había
tenido del extranjero en el ámbito del grabado. La formación de dibujantes y
grabadores cualificados, encabezados por Manuel Salvador Carmona,
permitió acompañar con estampas los importantes proyectos culturales y
científicos promovidos por el pensamiento ilustrado, cuyo epílogo será la
publicación de los Caprichos de Francisco de Goya en 1799. Si las estampas de esa época son bien
conocidas, no lo son tanto los dibujos para grabar que les sirvieron de punto
de partida. Su carácter utilitario los ha relegado a un según plano en la
historia del arte. Y, sin embargo, de sus cualidades depende absolutamente la
calidad del grabado; sin un buen dibujo es imposible obtener una buena estampa.
En “Del
lapicero al buril” -dos de los instrumentos más utilizados por dibujantes y
grabadores- nos muestran los distintos usos que tuvieron los dibujos en el
proceso de creación del grabado, desde los que realizaban los artistas que
inventaban las imágenes hasta los elaborados por los propios grabadores en sus
talleres. La variedad de técnicas utilizadas, así como su adecuación a los
temas que representan, sirven también para ofrecer un recorrido sobre el dibujo
español en tiempos de Goya.
La
exposición presenta unos 80 dibujos y estampas, está dividida en cuatro
apartados:
El dibujo y la imagen del grabado
Manuel
Salvador Carmona es el grabador a buril más importante de la España del siglo
XVIII. Maestro de una generación de artistas en la Real Academia de Bellas
Artes de San Fernando, siempre concedió un relevante papel a la práctica del
dibujo, indispensable para ser un buen grabador. Sus retratos y autorretratos
son prueba elocuente de esa idea y reveladores de su trayectoria profesional y
personal. De los años en que permaneció pensionado en París, siempre con -con
buril o con lapicero en la mano- Dibujante infatigable, retrató a toda su
familia con la técnica francesa “los tres lápices” -negro, rojo y blanco de
clarión-. Precisamente, el retrato de su esposa, Ana María Mengs, pudo servir
de modelo para ser incluido en una estampa con su autorretrato, que nunca llegó
a grabar y de la que solo se conocen sus dibujos preparatorios.
Del dibujo a la estampa
En este apartado nos encontramos con “El Quijote de la Academia”. La edición del Quijote de la Real Academia Española (1780) es el mejor ejemplo del proceso de elaboración de un libro ilustrado en España del siglo XVIII. La Academia puso especial cuidado en la elección de los paisajes que debían ser ilustrados y en rigurosa supervisión de los dibujos. De este proyecto se han conservado numerosos diseños, tanto preliminares como definitivos.
La técnica de los dibujos para grabar
En los
dibujos para grabar se aprecia el uso de la mayor parte de materiales y
técnicas de dibujo disponibles en el siglo XVIII. Estas podían ser secas -lápiz
negro y rojo- o acuosas -diferentes tintas aplicadas con pluma y pincel-. Los
dibujantes recurrían a unas u otras en función de numerosas variables: si el
dibujo era grabado por ellos mismos o por otro grabador, o según el asunto de
la estampa y el procedimiento técnico que fuera emplearse en el grabado de la
lámina. Los dibujos a lápiz o con pincel fino, con predominio de contornos y
sombreados de líneas paralelas, se adecuaban fácilmente al lenguaje lineal del
grabado a buril. En cambio. La pluma, complementada con aguadas, se identifica
mejor con los trazos más libres del grabado al aguafuerte y al aguatinta. Los
dibujos más valorados por los grabadores eran aquellos que suministraban mayor
información, tanto de las figuras como de las luces, y solían estar elaborado
con pluma, pincel y aguadas.
Copiar,
reproducir e interpretar
El
dibujo era un paso intermedio para reproducir a través del grabado un modelo
existente, ya fuera una pintura o cualquier otro objeto artístico, la propia
naturaleza -desde el paisaje a sus especímenes botánicos- o la vida de los
habitantes del reino -su actividad cotidiana o los acontecimientos dignos de
ser inmortalizados-. La adecuada copia y traducción del modelo por el
dibujante, en color o blanco y negro, es básica para que luego el grabador
pueda interpretarlo de nuevo en un lenguaje esencialmente lineal. La fidelidad
al original constituye el factor clave de este proceso y solo mediante un
dibujo en las formas y los colores o los tonos estén definidos con exactitud,
podrá el experto grabador traducir aquel al lenguaje propio del medio gráfico,
como los adornos y la letra, debían estar correctamente definidos en el dibujo.
En este último apartado, destacamos: Cuadricular y copiar; El color del dibujo; Hacer Bien o hacer mal; La dificultad de copiar y reproducir.
Esta exposición se convierte en una ocasión única para dar a conocer algunas de las obras que el Museo del Prado ha adquirido en los últimos años al hilo de este proyecto. De pequeño formato, pero de múltiples matices y memoria de enseñanzas.
Fuente: DEL LAPICERO AL BURIL. El dibujo para grabar en tiempos de Goya. Museo Nacional del Prado. Del 16 de octubre 2023 al 14 de enero de 2024. Área de comunicación del Museo: Documentación y fotografía.
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