Exposición
el 12 de septiembre de 1988 en la Obra Cultural del Monte de Piedad de Sevilla.
Foto: J. Lamarca
Le
gustaba llamarme “mi querida marchante”, el 19 de Mayo de 1975 inauguramos su
primera exposición en Madrid, en la Galería Península de la que era directora. El
texto del catálogo, lo escribe su gran amigo el escritor y poeta J.M.
Caballero Bonald. Texto rotundo, sí, no he leído nada mejor sobre Francisco
Moreno Galván artista y poeta:
“Yo he vivido muchas y muy similares
experiencias al lado de Francisco Moreno Galván. Quiero decir que no me
considero capaz de hablar de él sin recurrir de algún modo a mi propia
biografía. Hemos estado juntos, aun sin saber que lo estábamos, desde hace
aproximadamente un cuarto de siglo: todo ese metódico plazo, como de
maderas quemadas, que va de la primera
juventud a la segunda madurez. Nada me induce a sospechar que Francisco haya
modificado ni un solo dispositivo de su conducta en todo este tiempo. Lo veo,
lo sigo viendo –estoy seguro que seguiré viéndolo- como cuando lo conocí.
Recuerdo que ya entonces parecía estar protegiéndose de algo que nunca llegaría
a deterior su almacén de verdades. Creo que todavía pretende lo mismo: defender
con ceremoniales decoros una de las más honestas, delicadas, limpias ejecutorias
de artista con que yo me haya encontrado jamás.
Foto: J. Lamarca.
Este romano de Sevilla
cruzado de mozárabe dispone, efectivamente, de toda esa furiosa mansedumbre
artística, o de todo ese reconcentrado –jondo- orgullo cultural, que apenas si se insinúa en la penúltima
exquisitez de los mejores andaluces. Su pintura se corresponde en este sentido
con la propia actividad humana del autor: una actividad guadiánica, más bien insurrecta
de pertinaces confinamientos y cíclicos acopios de aventuras, que se ha ido
desplegando con pasión y libertad semejantes en la vida y el pensamiento. No sé
cuantos años hace que Francisco ha venido rehusando con apacible desdén la nada
sañuda propuesta de exhibir su obra pictórica, tal vez porque su obra
pictórica, quería buscar acomodo fuera de sus más íntegras y anónimas
generosidades. Me pregunto que quién ha podido convencerlo, al cabo de tantas y
tan empecinadas renuncias, para que admita la posibilidad de que una exposición
no es necesariamente una trampa.
Francisco Moreno Galván en la inauguración en la Galería Península. Foto: J. Lamarca.
Francisco siempre acaba de llegar de la
Puebla o está a punto de irse a la Puebla, ese nativo enclave bético que,
después de ser colonizado por muy varias civilizaciones, insiste en descolonizarse
a partir de esa otra civilización representada por gentes de la casta de los
Moreno Galván. La pintura de Francisco nos autoriza ejemplarmente a entenderla
como una fulgurante, magnánima identificación con esa genealogía de innatos
poseedores de la cultura del pueblo que nunca poseerán la tierra. Desde la
asombrosa armonía del color a los
magistrales itinerarios del dibujo, Francisco reitera aquí una y otra
vez el balance –entre dramático y jubiloso- de quien ha asimilado algo más que de un espléndido
lenguaje artístico: La lección de pintar con la misma solemne y humilde
sabiduría del que ilumina a los otros por medio del relámpago terrible de un
cante”.
¡Le
convencí yo! su hermano José María Moreno Galván (Crítico de Arte) asesor de la
galería me comento que su hermano pintaba, yo no lo sabía, y nos fuimos a La Puebla
de Cazalla (Sevilla) para conocer a Francisco, ver la obra y me enamoro,
pintaba tan bello, el dibujo era espléndido.
Seguiré
con las recordaciones. La próxima cita será la exposición del año 1981.
© Mariví Otero 2016
Asistente:
Manuel Otero Rodríguez
Exposición:
Francisco Moreno Galván. Texto: Caballero Bonald, J.M. Galería Península, del
19 de Mayo al 14 de Junio 1975. Madrid. Catálogo en blanco y negro.
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