Agosto, mes triste, el
pasado día 6 he perdido a mi Madre. Mujer culta,
independiente, espléndida y sabia
gallega ¡muy bella! Husmeando por su biblioteca, me tope con un libro
titulado Viajes Galaicos, de Carlos
García Bayón, después de leer varios capítulos descubro uno marcado por ella, pensé
le gusto, pero recordé que hice este
viaje con ella hace ya algunos años, visitando a los Alfareros de Galicia y
adquiriendo bellas piezas que hoy forman parte de mi colección.
Ella
Por el barro originario de
Buño, Niñodaguia y Bonxe, con un paréntesis para saborear las curvas barrocas
de Trasalba
Los grandes creadores de
las formas han sido Dios y los alfareros de Galicia, y todo ello, porque para algo
ha de servir la ciencia infusa sin
haber pasado por el COU y sin haber
cursado en ninguna politécnica eso que denominan diseño industrial y artístico.
Mas dejando a Dios en sus jardines y alfares celestes y hablando de tejas
abajo, es en las manos y sensibilidad de los oleiros de Buño, Niñodaguia y
Bonxe donde hay que buscar los antecentes de las exquisitas y aristocráticas
curvas que engalanan la historia, verbigracia, las carnales de la otomana en
que descansa Madame Recamier, las
naturalista que caligrafían las chimeneas y balconadas del seráfico Gaudí, las
ondulatorias con que Le Corbusier erigió en una pradera la capilla de
Romchamp... ¡cáspita! ¡pues vaya retablo de las Maravillas! ! Como
usted lo oye! La alfarería gallega es intensa, extensa y estoica cultura que se
extiende en el tiempo, desde los castros geológicos hasta la electrónica
contemporánea; y en la geografía, desde las riberas atlánticas hasta las
alturas mesetarias y forestales de Terra Chá o Portomourisco. Los topónimos de
los alfares artesanos han nomeado constantemente por corredoiras y caminos reales, por ferias y mercados y siguen abundosos en la memoria
popular, no solamente los de Buño, Niñodaguìa, Bonxe, sino los de Gundivós, a mi Madre y a mí nos gustaba mucho la
cerámica de Gundivós, la forma, el negro por el exterior a modo de tiznado la
diferencia del resto, reproduzco una pieza de la colección. Lobios, Gaioso, Tioira,
Bamio Seixo...
Gundivós
En el siglo XVIII, así
lo asegura Larruga, había en Galicia cerca de doscientas alfarerías, pero los
aconteceres las han ido menguando hasta quedar reducidas a cifras numantinas.
¿Por qué? ¿Cuántos alfares en régimen artesano y familiar sobreviven en la
región? Tal vez veinte ¡Ah! pero los
azares, ahora felices, están revalorizando los productos de los ¡oleiros! y
dando un giro copérnico a los obradores que si antes eran solicitados por el
caràcter utilitario de las piezas elaboradas, ahora lo son por su valor
artístico de las mismas, por el gusto de sus formas tradicionales, por la elegancia
de la nueva obra, por su ingenuísimo, y
cada producto que primariamente cumplía una función sorda y anodina en el
hogar, ocupa ahora los estantes sobresalientes de las vitrinas como una
cenicienta que de pronto se siente en el trono real.
Piezas de la colección
Alfares
Es lógico que uno se
sienta impulsado por éstas y las plurales razones que motorizan la mecánica
histórica a visitar y golosear los obradores alfareros, sus hornos, a ver los
procesos artesanos, a contemplar y admirar las manos creadoras, los ojos fabuladores,
el barro cálido y plástico, a pulsar las altas temperaturas de los hornos, a curiosear el régimen familiar y a picotear
cuanto color, instrumento, pedal, pisón engrane en el quehacer alfarero y que nos llega desde la lejanía sin rostro de los siglos.
¿Cuántos Oleiros,
topónimos dispersos por la geografía gallega, testimonian la extensión de esta artesanía
rural? Cuando el padre Sarmiento pasó por las orillas barbanzonas y visitó
un ¡Oleiro!, cerca de Riveira, anota el
fraile que vio, al pasar de su andadura, muchas mámoas, ¡y oí! que había
muchas en Oleiros ¡Acaso se diría
Ollarios por las ollas cinerarias que se hallan en dichas mámoas! ¿Será, pues,
esta la causa de tales topónimos? El padre Sarmiento, ínclito ecuestre
en mula campesina, se las sabia todas. En el extraordinario estudio de García
Alén sobre la Alfarería en Galicia,
anota 16 Oleiros desperdigados por nuestra geografía gallega. Allá ahora cada
cual con su teoría.
Bonxe, lo difícil para llegar Bonxe, es llegar a
Bonxe. Por Curtis, Guitiriz y Otero de Rei, ya está en el umbral
de los cacharreiros de Terra Chà. No hace mucho, por Tirimol, Gaioso y
Bonxe, al amparo de abundantes arcillas,
cada casa campesina tenía su obrador familiar, su horno, donde producían
cerámicas, con sabidurías que llegaban
desde los ancestros. Ahora la alfarería por estos paisajes de la
Chaira es una heroica
sobrevivencia.
Bonxe
Buño, está en la vía caminante de Malpica, un caserío
que perfora la carretera. En Buño la alfarería comenzó el sexto día de la Creación, cuando se
inventó el primer barro y el primer hombre. En las alfarerías de Buño lo que no
es tradición es plagio.
Niñodaguia, cruzando Lalin y Orense, a una aldea de
Xunqueira de Espadañedo donde ha hecho nido un águila. Por eso la llaman
Niñodaguia. Es un puñado de casas diez alfares, 24 cacharreiros, una iglesita
con espadaña, hórreos de madera, una fuente, plátanos a orillas de la
carretera, maíces y patatales... El barro aquí también es comunal, y son más de
20 hectáreas que florecen en Veigachà.
Mamá, gracias por este espléndido viaje, y otros muchos realizados juntas a lo
largo de nuestra vida.
© Mariví Otero 2014
© Mariví Otero 2014
Bibliografía:
García Bayón, C. Editorial Biblioteca de Galicia 1989.
Fotografías: Manuel Otero Rodriguez y Mariví Otero.
Fotografías: Manuel Otero Rodriguez y Mariví Otero.
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