viernes, 15 de febrero de 2019

H.C. WESTERMANN. Volver a casa/ El ebanista virtuoso

El Museo Reina Sofía ha organizado, con el apoyo de Terre Foundation for América Art, H.C. WESTERMANN: Volver a casa, la mayor muestra retrospectiva en Europa de Horace Clifford Westermann (Los Ángeles, 1922 – Danbury, EE.UU., 1981). Sin pertenecer a las principales corrientes de su época, como el minimalismo, el expresionismo abstracto o el pop art, este singular artista abordó desde su particular estilo cuestiones de la condición humana y las preocupaciones de la sociedad estadounidense de mediados del siglo XX, inmersa en la tensión de la Guerra Fría, el consumo y la cultura de masas.

Westemann participó como infante de la Marina en dos guerras: la Segunda Guerra Mundial y la de Corea. Entre la primera y la segunda estudió en el Art Institute de Chicago, donde conoció los materiales que caracterizarían las construcciones de la primera mitad del siglo XX (vidrio, metal, esmalte) sobre todo aprendió a trabajar la madera hasta el punto de convertirse en -un virtuoso ebanista-.

La exposición presenta 130 obras de Westermann fechadas entre 1954 y 1981: la mayoría de ellas intrigantes esculturas realizadas en madera con perfección de ebanista, pero también se incluyen grabados, dibujos y cartas, así como pinturas de su primera etapa artística, procedentes de instituciones públicas y privadas de todo el mundo. Comisarios de la muestra: Beatriz Velázquez y Manuel Borja-Villel.


La exposición responde a un orden cronológico, obras tempranas pertenecen a los primeros años  de formación de Westermann. En ellas se aprecia la influencia de las vanguardias europeas y su organización en campos del color bien delimitados apunta ya hacia la marquetería y anticipa el gusto del artista por el trabajo en madera.

American Desert Pastoral, ca. 1954.

La transición entre estas imágenes  y lo que será su medio preferente, el objeto en madera, puede observarse en Two acrobats and a fleeing man (Dos acróbatas y un hombre huyendo, 1957) donde los tres personajes parecen desconectados del paisaje urbano en el que se encuentran, vaticinando las preocupaciones que serán duraderas en el artista. Las primeras esculturas, desde 1954, se acercan al mismo tema mostrando la angustia del confinamiento y de la muerte.

Two acrobats and a fleeing man. 1957.

Los barcos de la muerte, esta sala interrumpe el recorrido cronológico de la muestra, advirtiendo cuánto repitió  Westermann este motivo (hasta en veinte ocasiones como escultura, y muchas más obras sobre papel).

Barcos veleros, vapores, buques mercantes o de guerra, todos ellos presagian un destino fatal. Han perdido el mástil o navegan peligrosamente escorados. Algunos no avanzan, otros vagan después de haber quedado abandonados. Con referencia a distintas fuentes literarias, así como las vivencias del artista a bordo del portaviones U.S.S. Enterprise durante la Segunda Guerra Mundial –donde presenció bombardeos, ataques kamikaze, hundimientos y la amenaza de los tiburones- Aunque quizás el tesón de Westermann al volver a botar sus barcos, una y otra suponga un ánimo de sentido contrario: una orientación tenaz hacia el hogar. 


El espacio dedicado a Cajas, casas y cuerpos conforma un bosque de objetos, con piezas firmadas, en la segunda mitad de los cincuenta y habla del fracaso de la casa y el cuerpo como refugio. Sobre los pedestales se muestran cajas que podrían verse como mausoleos.

Memorial to the idea of man if he was an idea (Monumento a la idea de hombre si él fuera una idea, 1958) se trata de una estatua-armario, cíclope en cuya boca asoma una figura diminuta pidiendo ayuda. Su interior hueco aloja un barco que se hunde, un acróbata sin brazos y un personaje descabezado que trata en vano a jugar al béisbol. El conjunto, de aires surrealistas, llama la atención colorido.


Guerra fría y sociedad de consumo, ya en la década de los años sesenta Westermann se fija en la cultura de masas. La exposición concentra aquí obras que, con alusión a los productos de consumo y entretenimiento de la sociedad de la opulencia, reflejan inquietudes propias de la Guerra Fría. Es el caso de Brinkmanship (Estrategia de temeridad, 1958-1959), con referencia a la amenaza del desastre atómico y a las agresivas bélicas del momento. Otro ejemplo es la cruz en forma de sarcófago  vertical de Condición humana, 1964.

Trophy for a Gasoline Apollo, 1961 / ThePillar of Thruth, 1962

salas, dan cuenta de un cierto viraje de Westermann hacia la objetualidad. Describiendo una talla como A rope tree (Un árbol de soga, 1963), el crítico  Donald Judd repararía en su cadena de falsas apariencias: el contrachapado imita una soga, que a su vez imita un árbol como si en la distancia entre la representación y lo representado quedara desnuda la condición de objeto de la pieza. Por ello, Judd incluiría a Westermann dentro de la relación de artistas que hacían “objetos específicos”.


Correspondencia, la expresión sobre papel de Westermann se produjo en incontables cartas, porque el artista se correspondía a diario con colegas y familiares. En ellas informaba del progreso de su trabajo con dibujos que reproducen en detalle las piezas que construía, engarba las imágenes con el texto de muy diversas maneras, como parte inseparable de los mensajes que enviaba, sirviéndose de los vocabularios del cómic y los dibujos animados.

En una de ellas Westermann narra el suicidio que conoció en 1965, viviendo en San Francisco. Como adiós, el suicida dejó escritas las palabras “I’m goin home” (Me voy a casa). Este episodio impacto al artista, quien convirtió la frase en material de varios trabajos. (Un espacio para pararse a ver).

See America first, espacio que da un respiro en medio de tanto drama, es el título que el artista adoptó en 1968 para una serie de 18 litografías tomando prestado el eslogan de una campaña de turismo  de principios del siglo XX, que animaba a los ciudadanos estadounidenses a explorar su propio país, en lugar de viajar al extranjero.

Las obras, que en parte detallan su propio viaje por todo el país, someten a un a un escrutinio crítico a la América del momento, de forma parecida al de las esculturas anteriores que aludían a la guerra. Todo ello con trazos deudores, en muchos casos, del cómic, que al final de los sesenta estaba gestando la historia underground.



El absurdo: herramientas inservibles, uno de los dispositivos inútiles, I’m going home on the midnight train (Me voy a casa en el tren de medianoche, 1974), contiene un martillo inoperante de dos cabezas. El título recuerda de nuevo las palabras del suicida “me voy a casa” para situar el hogar como hito del final de la vida. El resultado del trabajo, la casa completada, llega precisamente con el final del trabajo –el martillo inoperante, por ejemplo- que es, a la vez, el final de la vida. Westermann ensambló esta pieza en un período de grave convalecencia, al borde de la muerte. El título de la obra deja entrever que el artista, en su dificultad para trabajar, estaba a punto de “llegar a casa”. Lo cual, por extensión, permite entender el proyecto de hacer hogar, de obrar haciéndose un lugar, como empeño de la labor artística de Westermann.


Habitar como morir, tras este apartado, la muestra finaliza deteniéndose en la obra grafica y ya más tardía de Westermann como su serie The Connecticut ballroom (El salón de baile de Connecticut, 1975), que presentan presagios poco halagüeños de la catástrofe  ambiental y desolación postnuclear.

Jack of Diamonds, 1981.

Residente en un pequeño pueblo Connecticut, compensaba el alejamiento escribiendo largas cartas a sus amigos, participando en numerosas colectivas con artistas de su generación, su relación con muchos de ellos era tan próxima que su primer cliente fue el arquitecto Mies van der Rohe, quien en 1955 le compró una de sus obras.

Un singular artista de difícil clasificación dentro de la historia de la escultura la segunda mitad del siglo XX cuya obra, sin embargo, ejerció una gran influencia en sus coetáneos y que ha servido posteriormente de inspiración para nuevos lenguajes visuales.

© Mariví Otero 2020
Manuel Otero Rodríguez

Fuente: H.C. Westermann. Volver a casa. Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Del 5 de febrero – 6 de mayo de 2019. Gabinete de Prensa del Museo Reina Sofía. Concha Iglesias-Otheo de Tejada.                   

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