martes, 3 de noviembre de 2020

ANNA-EVA BERGMAN. De norte a sur, ritmos

En el Palacio de Velázquez del Parque del Retiro se puede ver esta muestra de ANNA-EVA BERGMAN (Estocolmo, Suecia, 1909- Grasse, Francia, 1987) cuya obra es una de las propuestas de arte abstracto más singulares de la mitad del siglo XX, se puede decir que brillante. A través de una selección de 70 obras -algunas de ellas rara vez expuestas en público- realizadas de 1962 y 1971, la exposición aborda los temas más recurrentes de su producción artística tras una serie de viajes que realizó a España y Noruega que le influyeron notablemente: un diálogo permanente entre Norte y Sur, el aspecto desértico y la luminosidad de los paisajes, los fiordos, los astros, las montañas, los barcos, los acantilados y las piedras, entre otros variados motivos.

Las primeras obras de Bergman estuvieron marcadas por la influencia de los artistas alemanes de la Nueva Objetividad. Fue a partir de la década de los cincuenta cuando su trabajo experimentó un giro radical y se centró en la abstracción pictórica, construyendo un universo singular en torno a la línea y el ritmo. El paisaje se convierte entonces en la referencia esencial de su obra al utilizar motivos relacionados con la naturaleza o mitología escandinava.

La naturaleza, protagonista de su obra

La exposición no es una retrospectiva al uso, sino que recoge una selección de un periodo concreto, 1962-1971, coincidiendo con una serie de viajes de Anne-Eva Bergman a España y Noruega y que la artista traducirá como un diálogo permanente entre norte y el sur en sus paisajes, “formalmente semejantes, -dice Nuria Enguita (comisaria)- pero con una representación del color y la luz muy distinta”.

El recorrido no discurre de forma cronológica sino temática y comienza en la sala central del palacio de Velázquez, bajo cuya bóveda se reúnen una serie de obras como Paisaje de Noche (1968) o Muro de hielo (1971), que avanzan, a modo de resumen, la mayoría de los motivos característicos de la iconografía de BERGMAN que podrán verse a lo largo del resto de la muestra: paisajes, líneas de horizontes, muros y montañas o elementos de la naturaleza como el aire, el agua o el fuego.

Se exhiben una serie de paisajes de Noruega como Montaña Transparente (1967) o la gran Finnmark en rojo (1966) que reflejan las gélidas estampas glaciares del país escandinavo y de los fiordos de Finnmark -su provincia más septentrional y oriental-.

Anna-Eva Bergman. Gran Finmark rojo. 1967. Vinilo y hoja de metal sobre tela. Fundación Hartung-Bergman, Antibes.

Anna-Eva Bergman. Montaña transparente. 1967. Vinilo y hoja de metal sobre tela. Fundación Hartung-Bergman, Antibes.

Frente a estos paisajes, se disponen sus trabajos de horizontes, inspirados en los paisajes de la localidad almeriense de Carboneras, donde viajó en 1962. Destaca la obra titulada Horizontes (1971) que se exhibe por primera vez tras haber permanecido casi medio siglo en los almacenes donde lo depositó la artista tras concluirlo. “El horizonte, lugar por excelencia de lo poético” -explica Enguita (comisaria)- “es también aquí lugar de lo político cotidiano. Bergman sintió que esos territorios almerienses le hablaban a su ser más íntimo -por el vacío y la extensión, por sus ausencias-, de forma diferente a la que hicieron las leyendas de los sublimes paisajes nórdicos, cristalinos e icónicos. El horizonte es aquí en esta tierra yerma el lugar donde se mira continuamente”.  

La atracción de ANNA-EVA BERGMAN por España también está reflejada en la muestra en obras como Carboneras (1963) o una importante serie de tinta china sobre papel que llamo Piedras de Castilla. Estos trabajos acogen toda la transformación que experimentó el lenguaje formal de la artista durante los continuos viajes que realizó a la península ibérica hasta principios de los años setenta. La obra de BERGMAN va evolucionando hacía formas cada vez más simples y hacia una gama cromática más restringida.

Los acantilados y las barcas son otros de los motivos reflejados en las obras que están presentes en la exposición. En la obra de ANA-EVA BERGMAN son frecuentes las referencias a fuentes de la mitología escandinava, donde sobresale el motivo de las barcas, habitual en las leyendas nórdicas y considerado un símbolo espectral y mortífero. Como se aprecia em Barca Negra (1971), el motivo se convierte en figuras geométricas elementales, como triángulos o líneas rectas, cuyas formas llenan por completo la superficie de la tela o el papel, de modo que el paisaje resulta excluido, quedando muy poco espacio para el fondo de la composición.

La práctica artística de BERGMAN se articula a partir del “ritmo”, elemento que considera esencial como parte estructural de la pintura, un ritmo fruto de combinar determinadas formas, líneas y colores. El trabajo de BERGMAN consiste en una particular aproximación al género del paisaje que guarda relación con la abstracción norteamericana de autores como Mark Rothko o Bernett Newman y que trata de adentrar al espectador en la experiencia del infinito que proporciona la naturaleza.

ANNA-EVA BERGMAN estudió Bellas artes en Oslo y desde sus primeras pinturas, realizadas en 1924, muestra su interés por captar la luz muy especial del paisaje noruego, En 1929 se traslada a Francia, donde conoció al también artistas HANS HARTUNG y forma parte de la Escuela de Arte de París. En sus inicios, su obra está marcada por la influencia de los artistas de la Neue Sachlichkeit (Nueva Objetividad). Su pintura empieza siendo figurativa y, aproximándose a la caricatura, realizó encargos de ilustración para diversos medios. Trabaja con la tinta, la acuarela, con líneas simples y colores primarios.

En 1933 se establece en Menorca con HANS HARTUNG, cerca de Fornells. Las pinturas y acuarelas que BERGMAN producirá durante su estancia en Menorca muestran un mayor interés por la geometría y por las formas simples arquitectónicas.

Establecida definitivamente en París en 1953, su obra marca el momento en el que el encuentro de la línea y la progresiva exploración de superficies de color afianzan su obra frente a deriva de la abstracción y las tendencias informalistas en boga. En 1958, conjuga por primera vez en sus pinturas el repertorio de formas que viene desarrollando en su obra desde 1952: piedra, luna, astro, planeta, montaña, estela, árbol, tumba valle, barco, proa y espejo. 

© Mariví Otero. 2020
Manuel Otero Rodríguez

La muestra ha sido organizada por la Fundació Per Amor a l’Art- Bombas Gens Centre d’Art y la Fundación Hartung Bergman, en colaboración con el Museo Reina Sofía y comisariada por Christine Lamothe y Nuria Enguita, se pudo contemplar en el centro valenciano entre noviembre de 2018 y mayo de 2019 y es la primera iniciativa que se realiza en el marco del convenio de colaboración firmado entre el Museo y la Fundació Per Amor a l’Art-Bombas Gens Centre d’Art. Gabinete de prensa Museo Reina Sofía. Del 22 de octubre 2020 al 4 de abril 2021.

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