Efectivamente, la primera reflexión que nos asalta frente a una exposición como la de Agustín Ibarrola (Bilbao, 1930) en la Galería José de la Mano es la que una pintura como esa no puede haberse producido, de ninguna manera, por generación espontánea. Ni en el plano personal, ni en el plano colectivo. En el plano personal, porque, efectivamente, esa pintura supone un previo conocimiento, una maduración de recursos pictóricos de esos a los que normalmente le llamamos “magisterio”. Y en el plano colectivo -yo lo llamaría “nacional”-, porque en efecto, tampoco parece posible que un magisterio como el de Ibarrola y su pintura se produzca como un hecho aislado en la pintura de un país. La exposición recoge obras de los años setenta, una década brillante del maestro, un conjunto rotundo de lienzos, cartones y papeles de marcado carácter geométrico y ascetismo cromático (negro, gris y blanco). Comisariada por Mikel Lertxundi Galiana.
Pese
al extenso recorrido de Agustín Ibarrola en la abstracción, su nombre
evoca de forma instintiva su expresión del mundo obrero e industrial. Con esta
figuración, saturada de un temperamento épico y reivindicativo, y trabaja entre
finales de los años cincuenta y los sesenta, coexistió inicialmente una vital
experiencia como parte del Equipo 57. Este colectivo, en el que tuvo por
compañeros a Juan Serrano, José Duarte y Juan Cuenca, puso su énfasis en la
función social del arte, interesados en la concreción de la abstracción
geométrica frente al lirismo y el dramatismo informalista y expresionista,
recibieron el legado de De Stijl, el constructivismo ruso, la Bauhaus y
Abstracción-Création, para fundar un grupo artístico de vanguardia que sirvió
de base a la renovación del arte español.
Según González de Durana. “abandonó el guion, el tema, la literatura social-realista, el mensaje político y se quedó a solas con la pintura, la cual, en relación con sus pinturas de la etapa anterior, resultó ser el residuo estructural de las composiciones y los colores que las hacían posible. […] Mostró cómo había estado construyendo sus cuadros hasta ese momento: la interactividad especial, la dialéctica positivo-negativo, el tenso dinamismo de las líneas y su sobra, los colores y sus vibraciones… todo quedó al descubierto”.
A este periodo pertenecen, en gran medida, los lienzos expuestos en la Galería José de la Mano; un conjunto rotundo en el que se advierten las influencias e inquietudes señaladas por González de Durana. La interactividad del espacio plástico -uno de los pilares de su creación ya durante su experiencia en el Equipo 57, y que tuvo continuidad en la interrelación entre fondo y figura en su pintura obrera-, se hace igualmente manifiesta en esta producción abstracta, en la que desempeñan un importante papel las oposiciones de lleno-vacío, cóncavo-convexo, arriba-abajo o negativo-positivo.
En
varias de las piezas destaca el juego rayado que aparecía en los genéricos
espacios de muchos de sus óleos figurativos y de su ingente producción
xilográfica. Y que se torna aquí en abstractas composiciones estriadas o entrelazadas.
El propio Ibarrola explicó en 1978 el origen de este mundo formal
que tan amplio desarrollo tuvo en su obra: En otra dimensión ya aparece en
mi la preocupación […] del mundo de las rejas. Las rejas me estaban
impresionando mucho, todo el xilofón, de las rejas, todos los movimientos de
los candados de las cadenas golpeando contra las rejas. Al atardecer golpeaban
las rejas con una barra de hierro para comprobar que no estuvieran cortadas, y
hacían ruido que yo visualizaba en forma de rayas. Más tarde, aparece en un
todo ese mundo, todo ese trabajo de las rayas en ese intento de hacer un
verdadero trazado, como un trazado de cesto entre los espacios más profundos de
un cuadro y los espacios más próximos, es decir, entre el atrás y el delante de
un cuadro”.
En la
serie de óleos sobre papel, que respiran influjos suprematistas en la adopción
de una sobria geometría en negro, Ibarrola entra en contacto con las
propuestas desarrolladas en los cincuenta por otros creadores vascos con los
que trató: la investigación de Oteiza en torno al cubo, o la de Néstor
Basterretxea a propósito de los círculos atravesados por otras formas
(progresión, 1959, o Meridiano I, 1960).
De
cualquiera manera, como sucede en su obra reivindicativa precedente, en la que
presenta a los personajes en movimiento, la mayoría de este conjunto de piezas
está dominada por un significativo dinamismo, logrado mediante diversos
recursos, como el recurrente empleo de las diagonales. O el corte, cruce y
trazado de los elementos lineales.
Fuente: IBARROLA. Abstracciones. El fondo liberado. Galería José de la Mano. 15 diciembre 2020- 6 febrero 2021. Prensa: Documentación y fotografía: Alberto Manrique.
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