Henri
de Tolouse-Lautrec (Albi, 1864-1901, Chateau Malromé, Saint-Anfré-du-Bois) y
Pablo Picasso (Málaga, 1881-1973, Mougins)
nunca se conocieron. Cuando Picasso visitó París por primera
vez, en octubre de 1900, Lautrec ya está muy enfermo y moriría prematuramente
un año después. Sin embargo, la obra radical de Lautrec, su modo de
percibir la modernidad, produjo un impacto muy potente en el joven Picasso.
A través de él descubrió el pluralismo de la sociedad moderna que condicionó su
manera de entender el arte.
La carrera artística de Lautrec
apenas duró quince años, la de Picasso sin embargo más de siete
décadas. Los dos fueron genios artísticos desde la infancia, se sintieron
atraídos por París en su juventud, rechazaron la enseñanza académica que les
impusieron y ambos bebieron sucesivamente en parecidas fuentes históricas, como
por ejemplo las de los franceses Ingres o
Degas, o también la de El Greco. Pero sobre todo, el dominio del dibujo
sería una de las claves que daría sentido a la obra de ambos. Tanto Lautrec
como Picasso
dibujaron compulsivamente toda su vida, tenían una predisposición especial para
la línea y la caricatura y, desde muy jóvenes, rellenaron con extraordinaria
destreza centenares de cuadernos con sus dibujos. Se puede afirmar que los dos
pensaban y se expresaban dibujando, y cualquier obra veía precedida de
innumerables ensayos y experimentaciones en papel.
Lo que primero le fascina a Picasso de Toulouse-Lautrec es su
manera de romper con lo anterior, de dar la espalda a los academicismos que
reinaban entre sus colegas. Además, le seduce del francés su ironía, su interés
por la caricatura y su pasión por los habitantes de la noche. La huella inicial
era tan profunda que sus amigos Max Jacob, Guillaume Apollinaire y André Salmon
bromeaban “Encore trop Lautrec”! (¡Aún demasiado Lautrec!). Después Picasso
supo volar solo.
Calvo Serraller añade que esas
afinidades no fueron una fascinación de juventud, sino que permanecieron vivas
a lo largo de una ingente obra que se prolongó siete décadas. Entre sus objetos
personales más queridos de su estudio en La Californie, su mansión de Cannes,
siempre conservó un retrato de Lautrec, junto al tapiz de “Señoritas de Aviñón”
que había encargado, como puede verse en la famosa fotografía tomada por el
fotógrafo Paul Sescau, incluida en la exposición y también el tapiz.
La muestra comisariada por el Profesor
Francisco Calvo Serraller, catedrático de Historia del Arte de la Universidad
Complutense de Madrid, y Paloma Alarcó, jefe de conservación de Pintura Moderna
del Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, Picasso/Lautrec reúne 112
obras, procedentes de unas sesenta colecciones públicas y privadas de todo el
mundo, organizadas en torno a los temas que interesaron a ambos artistas: los
retratos caricaturescos, el mundo nocturno de los cafés, cabarets, teatros, la
cruda realidad de los seres marginales, el espectáculo del circo o el universo
erótico de los burdeles.
La
exposición está dividida en cinco apartados temáticos que enlazan simbólica y
formalmente los mundos de ambos artistas: Bohemios,
Bajos fondos, Vagabundos, Ellas y Eros
recóndito, Picasso/Lautrec es
también una ventana para observar como se ha fraguado la evolución del arte
contemporáneo.
BOHEMIOS
Lautrec
entendió
enseguida las extraordinarias cualidades de la caricatura para explorar la
personalidad de sus modelos. En 1893, se autorretrata en el reverso del cartel Jane Avril en el Divan Japonais, dibujando
–o leyendo el periódico según algunas interpretaciones- con su característico
sombrero.
Picasso también
utilizaría la caricatura para experimentar con su imagen en Autorretrato con chistera (1901), donde
un trasfondo de prostitutas emula el ámbito nocturno de las obras de Lautrec.
Lo mismo ocurre con el retrato del escritor Gustave
Coquiot, del mismo año caricaturizado como un libertino ante un espectáculo
de cabaret, o los retratos femeninos que presenta en su primera exposición en
París en 1901 Mujer con sombrero de
plumas, Mujer con capa o Busto de mujer sonriente- pintados con el mismo
estilo caricaturesco y factura puntillista que Lautrec emplea en obras como Jane Avril (c.1891-1892).
BAJOS FONDOS
Lautrec fue
uno de los primeros artistas en romper con las viejas jerarquías y marcar el
camino hacia un nuevo lenguaje artístico que incorporaba aspectos de la cultura
popular. El prolífico pintor de Albi dejó en sus cuadros un repertorio
inigualable de imágenes de ambiente marginal y bohemio. Obras como Mujer en un café (1886), un conmovedor ejemplo
de las magistrales representaciones de mujeres solitarias en los cafés, o En el
café: el patrón y la cajera anémica
(1898) y En un reservado (en el Rat Mort) (c.1899), que reflejan con
mordacidad las escenas de los bares de Montmartre. También retrató a las
grandes estrellas de los espectáculos nocturnos.
Como Laurec,
Picasso desarrollo una curiosidad insaciable por los excesos de la
noche parisiense. En El Moulin Rouge
(1901) exagera las siluetas incrementando el aspecto caricaturesco y la
visión satírica de las relaciones sexuales en los reservados de los cafés. Es
el caso también de La espera (Margot),
una cortesana o pierreuse sentada en uno de estos locales, ejecutada con pinceladas
sueltas y expresivas y un color brillante que exagera su maquillaje, o Los Clientes, ambos de 1901.
VAGABUNDOS
El
mundo del circo, habitado por jinetes, clowns, saltimbanquis o acróbatas,
estuvo muy presente en la imaginación de Picasso y Toulouse-Lautrec. Lautrec
se interesó especialmente por los números ecuestre y durante su estancia en el
hospital de Neuilly en 1899, donde se restablecía de sus problemas de salud y
su alcoholismo, realizó de memoria numerosos dibujos sobre este tema, como En el circo: Amazona de doma clásica. La
reverencia o en el circo: entrada en pista.
A partir de 1902 la
pintura de Picasso evoluciona hacia una visión más melancólica y dramática, los
arlequines y saltimbanquis personifican a los desheredados de la noche
parisiense. La comida frugal (1904) una
de sus primeras incursiones en el grabado, es un buen ejemplo de la veta
trágica de este periodo. Esa marginalidad también puede apreciarse en obras
como La Mallorquina (1905), una acróbata
representada como maga Circe, amante de Ulises, Arlequín sentado, del mismo
año, muestra la evidente pervivencia de Lautrec en el periodo rosa de Picasso.
ELLAS
La
prostitución fue uno de los asuntos que enlazó más estrechamente a Picasso
con
Lautrec. Sin embargo, el punto de vista empático del francés está muy
alejado de la mirada erótica y a veces pornográfica de Picasso. Durante el año
que convivió con prostitutas en la maison
clase de la rue des Moulins, Lautrec las
retrata mientas se asean, se visten, se miman entre ellas, juegan a las cartas
o simplemente se aburren sentadas en un diván, en composiciones como Esas damas en el comedor (1893-1894) o El
diván (c. 1893), así como en diversas escenas de toilette como Mujer rizándose
el pelo (1891) o la serie de estampas Elles,
un cuaderno con diez litografías que grabó en 1896.
Picasso se acerca a esa visión
compasiva en las pinturas protagonizadas por mujeres enfermas de sífilis,
inspiradas en los apuntes que tomó en el hospital de Saint Lazare, como Mujer con flequillo, de 1902.
EROS RECÓNDITO
Influido
por los desnudos que Degas presenta en la última exposición de los
impresionistas en 1886, Lautrec realiza varias obras con la
misma temática pero con unas resonancias eróticas más simbólicas y delicadas,
como Desnudo de pelirroja agachada
(1897), o La cama (1898) una de sus últimas pinturas sobre prostitución.
Picasso esta sala muestra desde
sus primeros desnudos, Jeanne (Mujer
tumbada) o el más pornográfico Pipo,
ambos de 1901, a los últimos, en los que las formas se vuelven excesivas y
desfiguradas, como Mujer desnuda recostada (1965), Venus y Cupido (1968) o Pareja (1969). Al final de su vida, retoma
el tema del burdel con la misma agresividad erótica de Les Demoiselles d’ Avignon, presente a través de los dibujos
preparatorios del Cahier número 7 y
de tapiz del cuadro, realizado en 1958.
Separan
a estos dos pequeños grandes genios 17 años… y, apenas nueve centímetros. ¿Cómo
hubiese sido su relación de haberse conocido en alguno de los cabarés que tanto
les gustaban?... ¡habrían hablado de pintura!
© Mariví Otero 2017
Asistente:
Manuel Otero Rodríguez
Fuente: Picasso/Lautrec.
Museo Nacional Thyssen-Bornemisza. Exposición del 17 de Octubre de 2017
al 21 de Enero de 2018. Departamento de Prensa e imágenes del Museo.
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