Max
Beckmann (Leipzig, 1884 – Nueva york, 1950) Aunque
próximo en sus primeras etapas al
expresionismo y a la Nueva objetividad desarrolló una pintura personal e
independiente, de signo realista pero llena de resonancias simbólicas, que se
alzaba como un testimonio vigoroso de la sociedad de su tiempo, siendo uno de
los artistas más destacados del siglo XX.
El Museo Nacional Thyssen-Bornemisza presenta Beckmann.
Figuras del exilio, la primera ocasión en más de veinte años de contemplar
en España una exposición monográfica dedicada a este artista. Tras su
presentación en el Museo Thyssen,
donde cuenta con el patrocinio de la Comunidad de Madrid, podrá verse también
en Barcelona, en las salas de CaixaForum, del 21 de febrero al 26 de Mayo 2019.
La
muestra está estructurada en dos secciones. La primera, de menor tamaño, está
dedicada a la etapa vivida en Alemania desde los años anteriores a la Primera
Guerra Mundial, cuando comienza a ser reconocido públicamente, hasta el ascenso
del nazismo en 1933, cuando es destituido de su cargo en la escuela de arte de
Fráncfort y se le impide exponer sus obras en público. La representatividad e
importancia en el conjunto de la producción del artista ha sido el principal criterio
de selección de las obras reunidas para esta sección.
En la segunda, más
extensa y que recorre los años en Ámsterdam (1937-1947) y Estados Unidos
(1947-1950), donde vivió tras verse obligado a abandonar Alemania, la elección
de las obras la han realizado siguiendo un criterio temático: el exilio, tanto
en sentido literal, por la propia experiencia vital de Beckmann, como figurado,
por el significado que tuvo para él como condición básica de la existencia
humana en general y del hombre moderno en particular. Por este motivo, los
cuadros alegóricos – a los que dedicó mayor esfuerzo y tiempo de trabajo (todos
los trípticos y lienzos de gran formato que pintó son composiciones
alegóricas)- son los más abundantes en esta selección. Los retratos, paisajes y
naturalezas muertas, géneros tradicionales que practicó a lo largo de toda su
carrera, han sido elegidos también pos sus resonancias alegóricas. Esta parte
del recorrido se estructura en torno a cuatro metáforas relacionadas con el
exilio: Máscaras, centrada en la pérdida
de identidad que se asocia con la circunstancia del exiliado; Babilonia eléctrica, sobre el vértigo de la
ciudad moderna como capital del exilio; El largo adiós, que plantea la
equivalencia entre exilio y muerte, y el mar, metáfora del infinito, su
seducción y su extrañamiento.
Tomás Llorens comisario de la muestra, ha reunido para la misma un total
de 52 obras –principalmente pinturas pero también algunas esculturas y
litografías- procedentes de museos y colecciones de todo el mundo, incluyendo
algunas de las piezas más destacadas de su producción como La barca (1926), Sociedad, París (1931), Autorretrato con corneta
(1938), Ciudad. Noche en la ciudad (1950) o Los argonautas (1949-50), el
tríptico que dio por terminado el mismo año en el que falleció prematuramente
en Nueva York. Un gran trabajo del profesor Llorens y su equipo.
1. Un pintor alemán en una Alemania
confusa
La pintura de la primera
etapa de Beckmann es ecléctica. Además de Max Liebermann o Lovis Corinth,
recuerda a otros artistas alemanes de la generación anterior. Pero la
influencia más importante y duradera fue sin duda la de Cèzanne; su
preocupación por aunar la representación de los volúmenes con la superficie
bidimensional del lienzo se convertiría en una de sus principales obsesiones
durante toda su carrera. Su consagración definitiva vendría de la mano de su
primera exposición monográfica, en 1913. Ese mismo año introdujo una nueva
temática en su pintura: las escenas callejeras de Berlín, evocando el carácter
metropolitano de la gran ciudad. Una temática que expresionistas y futuristas
habían hecho también suya, pero que le dio un enfoque muy diferente, con una
visión objetiva y con la mirada del pintor como testigo fascinado por su
agitación.
Los
años siguientes estuvieron marcados por la experiencia de la guerra. Como otros
artistas alemanes de su generación, se alistó como voluntario, no tanto por
patriotismo como buscando una experiencia vital, que acabaría convirtiéndose en
aprendizaje artístico. Tras su baja temporal en el ejército por una crisis
nerviosa en 1915 se instala en Fráncfort donde permaneció hasta 1933. Fue el
comienzo de una vida nueva, tanto en lo personal –con crisis de su primer
matrimonio y su boda con Mathilde von Kaulbach, conocida como Quappi,
en 1925- como en lo artístico, y su reputación fue creciendo rápidamente.
“Creo que amo tanto la pintura
justamente porque me obliga a ser objetivo. No hay nada que odie tanto como el
sentimentalismo” escribía en 1918 en un texto en el que explicaba sus
principios creativos.
Beckmann fue
el primer artista que formuló esos principios básicos sobre los que se funda
una de las corrientes dominantes en la poética de la postguerra, aunque cuando
esta acabó convirtiéndose en una tendencia de moda bajo el nombre de Neue
Sachlichkeit (Nueva objetividad) y él mismo fuera reconocido por muchos como
principal representante, él continuó rechazando cualquier etiqueta.
En
los años del ascenso del nazismo la situación de Beckmann fue haciéndose
cada vez más difícil. Era una figura pública conocida y destacada en Fráncfort
y, aunque su pintura exhibía sus raíces alemanas y su modernidad era moderada,
sus contactos con la élite judía no jugaron a su favor. Buscando un mayor anonimato,
en 1933 regresa a Berlín. Pero los museos alemanes fueron dejando de mostrar su
obra y sus ingresos disminuyendo. El mismo día que se inauguraba la exposición
de “Arte degenerado”, en 1937, Beckmann cogió un tren con destino a
Ámsterdam y nunca regresó a Alemania.
Siguiendo un orden
cronológico, esta primera parte de la exposición tiene un objetivo presentar al
artista en todos los aspectos de su producción a lo largo de estos años, hasta
su exilio. La calle (1914), Autorretrato
con copa de champán (1919), Autorretrato como payaso (1921), doble retrato.
Carnaval en París (1931), junto con algunas esculturas y litografías, son
algunas de las obras más destacadas reunidas en esta primera sección.
2. Salida y comienzo.
Máscaras
La segunda parte de la exposición comienza, con
el primer efecto que tiene el exilio es poner en cuestión la identidad natural
del exiliado. Quien ha sido expulsado de
su hogar ha sido privado también de algún modo de su identidad. Su paradigma es
el artista ambulante, el actor de circo o de cabaret, que actúa ante el público
revistiéndose de una máscara, de un disfraz. Y también el Carnaval.
Autorretrato con corneta (1938), uno de los dos que Beckmann
pintó en los primeros meses en Ámsterdam, el más importante y elaborado y
una de sus pinturas más memorables; Begin
the Beguine (1946) en el que la atmósfera festiva del baile está
contrarrestada por una ambientación que apunta hacia una amenaza latente o Mascarada (1948), con esa misma
combinación de lo festivo siniestro y en
el que, como en numerosas ocasiones, la pareja disfrazada es la formada por el
artista y su segunda mujer, Quappi, son algunas de de las principales obras reunidas en
esta sección. Algunas de ellas, realizadas ya en los años relativamente felices
de su estancia en los Estados Unidos, muestran que el nudo alegórico que
vincula el exilio con el disfraz y con la vertiente más siniestra de las crisis
de identidad sigue activo en la conciencia de Beckmann.
Babilonia eléctrica
El
título de esta sección, es la metrópolis moderna, donde se aniquilan las
fronteras entre lo rural y lo urbano, entre lo natural y lo artificial, entre
el día y la noche. Un laberinto saturado de hoteles, bares, salas de juego,
bailes, espectáculos… que se ofrece de espacio de perdición, al hijo pródigo de
la Biblia.
La
ciudad, la metrópolis moderna, “donde
cada persona es un acontecimiento único”, en palabras de Beckmann
se convirtió en uno de los temas centrales de la sociología alemana del cambio
de siglo XIX al XX. El paso del campo a la ciudad es la quintaesencia de la
modernidad y la experiencia de esa modernización traumáticamente coronada por
la Gran Guerra y la destrucción de la
ilusión, marcará el arte de Beckmann. La metrópolis se ofrece al
artista como espectáculo y, de entre las formas que adopta, las que más le
atrajeron fueron el circo y la varieté. Gran
varieté con mago y bailarina (1942) es el más espectacular de los cuadros
que dedicó a este tema. El hijo pródigo
(1949), otra de sus obras fundamentales presentes en este apartado y un
tema que había dedicado ya en una serie de acuarelas en 1918.
También se presentan en
esta sección algunas obras realizadas en los últimos años, cuando se había
cumplido el sueño de instalarse en Nueva York y una época de gran productividad
y éxito profesional: Vestíbulo de hotel o
Ciudad. Noche en la ciudad, ambos de 1950.
El largo adiós
Instalados en Ámsterdam
tras huir de Alemania, Max y Quappi tuvieron que aprender a
vivir en el anonimatico del exilio y con un futuro lleno de incertidumbres. Una
vez más era el comienzo de una nueva vida. La primera composición alegórica de
gran formato que Beckmann emprendió allí fue Nacimiento
1937. Poco meses más tardes pinta Muerte
(1938). Ambas de formato horizontal
y con grandes simetrías compositivas e iconográficas, parecen concebidas como
pareja, aunque el artista las vendió por separado. Este apartado también lo
ilustran obras: Vampiro (1947-1948), Gran
naturaleza muerta con escultura o Globo con molino (1947), junto con la
citada Muerte (1938).
El mar
El traslado de las esfinges (1945), una
de sus obras más enigmáticas, Camarotes
(1948), en el que un barco se convierte en la representación de una ciudad
en miniatura, y hombre cayendo (1950),
uno de los cuadros más sorprendentes, son algunas de las más destacadas
reunidas en este última capítulo, que culmina cerrando también el recorrido de
la exposición, con el tríptico Los
argonautas. Beckmann trabajó en
él durante más de un año y medio, dándolo por terminado el 27 de diciembre de
1950, el mismo día en el que poco más tarde moriría de un ataque al corazón.
Había realizado primero el panel izquierdo, concebido como obra independiente y
a la que se refiere “el pintor y su
modelo”. Más tarde, la completó con otros dos lienzos y empezó a llamar al
conjunto “los artistas”, con el panel izquierdo convertido en alegoría de la
pintura, el derecho de la música y el centro de la poseía, pero, según cuenta Quappi,
tras haber soñado el pintor con la leyenda griega, pocos días antes de finalizarlo
empezó a aparecer el nombre de “Los argonautas”,
añadiendo quizá entonces algunos atributos antiguos que aparecen en el
tríptico, como la espada que sujeta la modelo o las sandalias. Con esta obra se
cierra un ciclo iniciado 45 años atrás con Jóvenes
junto al mar, que marcó el inicio triunfal de su carrera de pintor, en
ambos casos, con el mar por medio.
Max
Beckmann se casó con Quappi en 1925. Ella vive
con él toda la experiencia del exilio y decide convertirse en su principal
apoyo hasta la muerte de Beckmann en 1950.
Max y Quappi Beckmann frente al hotel Stephanie en Baden-Baden, 1928
© Mariví Otero 2018
Manuel
Otero Rodríguez
Fuente: Beckmann.
Figuras del exilio. Museo Nacional Thyssen-Bornemisza. Madrid. Oficina
de Prensa del Museo. Gema Sese.
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