viernes, 23 de noviembre de 2018

París pese a todo. Artistas extranjeros 1944-1968

William Copley. "The Cold War" 1962.

Organizada por el Museo Reina Sofía con la colaboración de la Comunidad de Madrid, acerca al público a la compleja escena artística desarrollada en la capital francesa tras la II Guerra Mundial y que recupera una destacada producción cultural a menudo olvidada por gran parte de historiografía del arte (bastante olvidada).

A lo de los más de veinte años que componen la cronología abordada, París, ciudad que trataba de restablecer tras la devastación de la guerra la reputación que gozaba antaño como capital cultural  del mundo, acogió en sucesivas oleadas a un amplísimo número de artistas de América, Europa, África y Asia. En 1965, por ejemplo llegó a haber unos 4.500. Algunos ya estaban presentes mucho tiempo atrás, como Kandinsky o Picasso, otros muchos fueron llegando progresivamente huidos de sus países por motivos políticos, discriminación racial, homófoba o porque aspiraban a llegar a ser voces artísticas importantes gracias a los filtros críticos parisinos. La amalgama de procedencias se refleja en la exposición, donde se pueden ver hombres y mujeres de, Argentina, Canadá, Chile, Cuba, EE.UU., Haití, Méjico, Venezuela, Alemania, España, Italia, Finlandia, Hungría, Portugal, Rumanía, Rusia, Suiza, Argel, Sudáfrica y Japón, por citar algunos.  Entre sus nombres figuran entre otros muchos, los de Eduardo Arroyo, Jean-Michel Atlan, Anna Eve Bergman, Minna Citron, Erró, San Francis, Herbert Gentry, Carmen Herrera, Vassily Kandinsky, Ida Karskaya, Mohammed Khadda, Roberto Matta, Pablo Palazuelo, Pablo Picasso, Jean-Paul Riopelle, Loló Soldevilla, Nancy Spero, Rufino Tamayo, Chu Teh-Chun, Jean Tinguely, Maria Helena Vieira da Silva, Wols o Zao Wou-Ki.

Atraídos por la legendaria historia bohemia, los recién llegados encontraron en los bares, clubs de jazz y estudios de París un aparente ambiente libre de prejuicios y de comportamientos académicos tradicionales. A cambio, estos creadores ofrecieron su aportación y colaboración en la reconstrucción cultural de la ciudad, que seguía luchando por ser la abanderada del arte occidental.

Así la ciudad recuperó en cierto sentido su condición de punto de encuentro privilegiado para la comunidad artística. Sin embargo, ya no tenía la centralidad mundial previa a la guerra. Su producción cultural distaba en gran medida a la imagen de unidad que se consolidaba al otro lado del Atlántico, Nueva York, en torno al expresionismo abstracto, y que contaba con el beneplácito de amplios sectores de la crítica, el mercado y las instituciones que se hacían eco entonces de la rígida dialéctica de bloques antagonistas impuestos por la Guerra Fría.

En contraposición, los artistas en París rehuyeron de ese discurso unitario, evidenciando con su pluralidad de enfoques las tensiones, los conflictos y las disparidades de la época. De ese modo la defensa del realismo socialista convivió en los primeros años de posguerra con los debates entre la abstracción y figuración –o entre distintos tipos de abstracción-, toda vez que el surrealismo adquirió una renovada relevancia con experimentos cercanos al automatismo.

La muestra se presenta en doce espacios y de manera cronológica la interesante mezcla de nacionalidades que realizaban prácticas artísticas  similares, comienza con Kandinsky, que había  fallecido en noviembre de 1944 tan solo dos días antes de la clausura, en la Galería parisina L’Esquisee, de su última exposición individual.

Mientras, el Salón de Otoño de ese mismo año, conocido como el de la Liberación, homenajea a Picasso, que acababa de declararse comunista y a quien los nazis consideraron uno de los maestros del arte degenerado. Era un signo del retorno a la libertad que albergaba el anhelo por el reconocimiento de las artes. Las obras mostradas por el malagueño, realizadas durante el conflicto, reflejaban en cierta manera el letargo en el que el artista, y también los franceses, habían esperado al final de la guerra. En “El niño de las Palomas”, de 1943, se percibe, por ejemplo, cierto escapismo del autor a la hora de tratar la despreocupación de sus propios hijos.

Sin embargo, y aunque la reconstrucción estaba en marcha y la ciudad seguía manteniendo su reputación como capital internacional de la cultura, la siguiente sala da cuenta de cómo la situación no era ni sencilla ni homogénea.

Para preservar esa imagen de centro de referencia artístico, el establishment museístico  y crítico apostó por un estilo ya en vigor durante la ocupación nazi, que consistía en combinar la esencia de artistas famosos del pasado como Alfred Mannesier, Roger Bissière o Jean Bazaine. Con esta tendencia convivían el realismo existencialista mostrado por Bernard Buffet en “Tres Desnudos” (1949) o la realidad abstracta propuesta por Picasso en obras como “La cocina”.

Bernard Buffet. "Tres desnudos" 1949.

Según sus tendencias políticas, los artistas franceses pugnaban entre sí a fin de establecer un ambiente artístico sólido basándose en diversos tipos de realismo o de orientaciones de la Escuela de París, surgida en 1925 como respuesta al academicismo y en defensa de la idiosincrasia urbana. Pero indiferentes ante esta disputa, algunos artistas extranjeros como se muestra en la siguiente zona de la exposición adoptaron fórmulas alternativas como el Art Brut de Jan Krizek o como la abstracción geométrica que experimentaron Carmen Herrera o Wifredo Arcay. El argelino Jean-Michel Atlan también era otro autor ajeno a la tradición, cuyo tipo de arte anunciaba una forma moderna de ver y sentir, con cierta influencia del surrealismo.

Y mientras las instituciones mimaban a los artistas considerados grandes iconos nacionales de la reconstrucción, cualquier otra forma experimental se consideraba débil o peligrosa. Era el caso del holandés Bram Van Valde o del alemán Wols, a los que las altas esferas no hacían el mínimo caso. En contraste, otros autores más jóvenes, como el canadiense Jean Paul Riopelle, alrededor del cual se organizaba el grupo escritura automática surrealista Automatista, se alejaban de la abstracción y del pensamiento de la posguerra.

Wols. "Composition" 1948.

Siguiendo la visita, podemos contemplar la creatividad de los trabajos realizados desde perspectivas plásticas bien distintas por los artistas ligados a la Galería Huit, un espacio creado en 1950 por un grupo de amigos de carácter multirracial como Al Held, Raymond Handler, Haywood Bill Rivers o, entre otros, el originalísimo escultor japonés Shinkichi Tajiri, que participa en la exposición con la obra “Lamento por Lady” (para Billie Holliday) realizada en 1953 a partir de una trompeta de jazz. Algunos de sus trabajos en la ribera del Sena fueron captados por la fotógrafa suiza Sabine Weiss (en la exposición).

Sinkichi Tajiri. "Lamento por Lady" 1953.
Con el fin de presentar el contexto y las posturas adoptadas por los artistas frente a la historia, la muestra incluye películas, periódicos, archivos y programas de radio y en un monitor de esta zona puede verse el film Las víboras (1955) del propio Tajiri, que documenta el ámbito artístico de la ciudad y su atmósfera bohemia.

Otra película, Un americano en París (1951), de Vicente Minelli, da paso a un espacio donde encontramos a artistas como el español José García Tella, que estaba desencantado con el devenir social y político de la ciudad, a la que estaban llegando en la década de los años 50 multitud de turistas norteamericanos atraídos por las producciones de Hollywood que retrataban París como una metrópoli artísticamente abierta. En contraste, Tella describía en un estilo art brut la dura realidad de la vida cotidiana con imágenes sofocantes del metro de París abarrotado de gente como aparece en “La boca del metro” de 1953.

José Tella. "La boca del metro" 1953

En esta sala también pueden verse obras coetáneas del estadounidense San FrancisComposición” (1950), de Eduardo ChillidaEl espíritu de los pájaros I, de (1952) o de Claire FalkensteinSol # 4, de 1954”, quien alcanzó gran éxito y fue descrita como la Jackson Pollock de la escultura. Aparece en esta sección una espléndida abstracción geométrica obra de otro español Pablo PalazueloAlborada” de 1952.


A continuación nos encontramos con CoBRA (Copenhague, Bruselas, Ámsterdam), un grupo internacional creado en 1948 por artistas como Asger Jorn o Karel Appel que predicaba la libertad mediante el deseo, la experimentación y la creación, todas las cosas que la crítica parisina tradicional  ya no comprendía. Su arte integraba la expresividad infantil y las formas primitivas para redescubrir la autenticidad con imágenes aterradoras a menudo cargadas de humor.

Karel Appel. "Caballos salvajes" 1954.

Nuevos planteamientos.

En 1951 cerró la galería Huit, tomando el relevo la Galería Arnaud, un espacio que generó gran actividad y que llegó a ser un centro de debate internacional. John Koenig, promotor del proyecto junto a Jean Robert Arnaud, mostró allí sus obras y collages junto con pinturas de Eliswoth Kelly, Jeanne Copel, Luis Feito o Ida Karskaya, que incorporaba objetos encontrados en sus trabajos. El objetivo era exponer obras de artistas abstractos de todo el mundo sin miedo a las voces tradicionales de París.

En funcionamiento hasta 1962, la galería y su revista Cimaise, sirvieron para alentar el análisis del arte abstracto, enfrentando diversos estilos y abriendo el camino a nuevas propuestas experimentales como las de Ralph Coburn.

Luis Feito. "N.º 16 B" 1957.

Otra galería, de de Denise René, organizó en 1955 la exposición de abstracción geométrica Le mouvement, que abrió una nueva forma de concebir el papel del arte. En ella participaron conocidos artistas como Marcel Duchamp y Alexander Calder, pero también otros jóvenes  valores como Jean Tinguely o Victor Vasarely, todos ellos interesados en el arte cinético y el op art. En esos momentos, lo que se conocía como abstracción lírica o arte informal, un arte violento expresionista y considerado caótico por mucho, se había tomado hegemónico. Sin embargo, no se había logrado un estilo que representará el París de la modernidad.

Victor Vasarely. "Oeta II" 1956.

En ese ambiente trabajaban refinados artistas abstractos como Nicolas de Staël o Ed Clark. Y aunque puede que el mito se estuviera evaporando, la ciudad seguía atrayendo a nuevos artistas. Zao Wou Ki o Chun The-Chun introdujeron fascinantes grafías chinas en el nuevo planteamiento internacional toda vez que el público se mostraba entusiasmado con los típicos  azulejos portugueses de Vieira da Silva, la monumentalidad de Anna-Eva Bergman, las formas del japonés Kumi Sugai o las obras abstractas, tensas y resplandecientes de Beauford Delaney.

Zao Wou-Ki "30.10.61" 1961.

Ya en los años sesenta, en un contexto de intenso auge económico, acuden a París una serie de autores, como el argentino Antonio Berni (1963), de quien podemos ver su obra “Juanito va a la ciudad”, el estadounidense  Larry Rivers “Dinero francés II (1962) o españoles como Eduardo Arroyo con sus “Los cuatro dictadores” (1963), singularmente críticos, con la nueva sociedad de consumo, manipuladora en su tendencia de espectacularizar la vida.

A medida que avanzaba la década de los cincuenta, la guerra de Argelia (1954-1962) despertó la solidaridad de numerosos artistas que, unidos en la denuncia de la insostenible política colonial francesa, se enfrentaron  a la censura y las sanciones con obras comprometidas y críticas. Sobresalieron también en esta época las propuestas de op art y cinetismo.

Pero el mito de la Ciudad de la Luz quedó destruido en 1964 cuando el estadounidense Rauschenberg ganó el León de Oro en la Bienal de Venecia. Fue el final de una época, el final de la supremacía cultural parisina en el mundo. El ambiente artístico se politizó aún más y se vivió aún más crítico  con la consumista y conservadora nueva sociedad francesa gaullista.

Por aquel entonces ya trabajaban  en París una serie de autores singularmente críticos con los excesos del capitalismo y  la nueva sociedad de consumo, y desilusionados por la falta de respuesta de las corrientes en boga: el expresionismo abstracto y pop art. Su apuesta por una nueva figuración irónica  y contestataria preparó el camino para el ilusionante clima de Mayo del 68, con él se pone fin a esta magnífica muestra.

Mayo del 68.



C, Mariví Otero 2018
Manuel Otero Rodríguez

Fuente: París pese a todo. Artistas extranjeros 1944-1968. Comisario de la muestra: Serge Guilbaut. Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. 20 de noviembre de 2018- 22 de Abril de 2019. Gabinete de Prensa Museo Reina Sofía. Madrid.

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