William Copley. "The Cold War" 1962.
Organizada
por el Museo Reina Sofía con la
colaboración de la Comunidad de Madrid, acerca al público a la compleja escena
artística desarrollada en la capital francesa tras
la II Guerra Mundial y que recupera una destacada producción cultural a menudo
olvidada por gran parte de historiografía del arte (bastante olvidada).
A lo de los más de
veinte años que componen la cronología abordada, París, ciudad que trataba
de restablecer tras la devastación de la guerra la reputación que gozaba antaño
como capital cultural del mundo, acogió
en sucesivas oleadas a un amplísimo número de artistas de América, Europa, África y Asia. En 1965, por ejemplo
llegó a haber unos 4.500. Algunos ya estaban presentes mucho tiempo atrás, como
Kandinsky o Picasso, otros muchos
fueron llegando progresivamente huidos de sus países por motivos políticos,
discriminación racial, homófoba o porque aspiraban a llegar a ser voces
artísticas importantes gracias a los filtros críticos parisinos. La amalgama de
procedencias se refleja en la exposición, donde se pueden ver hombres y mujeres
de, Argentina, Canadá, Chile, Cuba,
EE.UU., Haití, Méjico, Venezuela, Alemania, España, Italia, Finlandia, Hungría,
Portugal, Rumanía, Rusia, Suiza, Argel, Sudáfrica y Japón, por citar algunos. Entre sus nombres figuran entre otros muchos,
los de Eduardo Arroyo, Jean-Michel Atlan, Anna Eve Bergman, Minna Citron,
Erró, San Francis, Herbert Gentry, Carmen Herrera, Vassily Kandinsky, Ida
Karskaya, Mohammed Khadda, Roberto Matta, Pablo Palazuelo, Pablo Picasso,
Jean-Paul Riopelle, Loló Soldevilla, Nancy Spero, Rufino Tamayo, Chu Teh-Chun,
Jean Tinguely, Maria Helena Vieira da Silva, Wols o Zao Wou-Ki.
Atraídos
por la legendaria historia bohemia, los recién llegados encontraron en los
bares, clubs de jazz y estudios de París un aparente ambiente libre de
prejuicios y de comportamientos académicos tradicionales. A cambio, estos
creadores ofrecieron su aportación y colaboración en la reconstrucción cultural
de la ciudad, que seguía luchando por ser la abanderada del arte occidental.
Así
la ciudad recuperó en cierto sentido su condición de punto de encuentro
privilegiado para la comunidad artística. Sin embargo, ya no tenía la
centralidad mundial previa a la guerra. Su producción cultural distaba en gran
medida a la imagen de unidad que se consolidaba al otro lado del Atlántico,
Nueva York, en torno al expresionismo abstracto, y que contaba con el
beneplácito de amplios sectores de la crítica, el mercado y las instituciones
que se hacían eco entonces de la rígida dialéctica de bloques antagonistas
impuestos por la Guerra Fría.
En contraposición, los
artistas en París rehuyeron de ese discurso unitario, evidenciando con su
pluralidad de enfoques las tensiones, los conflictos y las disparidades de la
época. De ese modo la defensa del realismo socialista convivió en los primeros
años de posguerra con los debates entre la abstracción y figuración –o entre
distintos tipos de abstracción-, toda vez que el surrealismo adquirió una
renovada relevancia con experimentos cercanos al automatismo.
La muestra se presenta en doce espacios y de manera cronológica la
interesante mezcla de nacionalidades que realizaban prácticas artísticas similares, comienza con Kandinsky, que había
fallecido en noviembre de 1944 tan solo dos días antes de la clausura,
en la Galería parisina L’Esquisee, de su última exposición individual.
Mientras, el Salón de Otoño de ese mismo año, conocido como el de la
Liberación, homenajea a Picasso, que
acababa de declararse comunista y a quien los nazis consideraron uno de los
maestros del arte degenerado. Era un signo del retorno a la libertad que
albergaba el anhelo por el reconocimiento de las artes. Las obras mostradas por
el malagueño, realizadas durante el conflicto, reflejaban en cierta manera el
letargo en el que el artista, y también los franceses, habían esperado al final
de la guerra. En “El niño de las Palomas”, de 1943, se percibe, por
ejemplo, cierto escapismo del autor a la hora de tratar la despreocupación de
sus propios hijos.
Sin
embargo, y aunque la reconstrucción estaba en marcha y la ciudad seguía
manteniendo su reputación como capital internacional de la cultura, la
siguiente sala da cuenta de cómo la situación no era ni sencilla ni homogénea.
Para
preservar esa imagen de centro de referencia artístico, el establishment
museístico y crítico apostó por un
estilo ya en vigor durante la ocupación nazi, que consistía en combinar la
esencia de artistas famosos del pasado como Alfred Mannesier, Roger Bissière o Jean Bazaine. Con esta tendencia
convivían el realismo existencialista mostrado por Bernard Buffet en “Tres
Desnudos” (1949) o la realidad abstracta propuesta por Picasso en obras como “La cocina”.
Bernard Buffet. "Tres desnudos" 1949.
Según
sus tendencias políticas, los artistas franceses pugnaban entre sí a fin de
establecer un ambiente artístico sólido basándose en diversos tipos de realismo
o de orientaciones de la Escuela de París, surgida en 1925 como respuesta al
academicismo y en defensa de la idiosincrasia urbana. Pero indiferentes ante
esta disputa, algunos artistas extranjeros como se muestra en la siguiente zona
de la exposición adoptaron fórmulas alternativas como el Art Brut de Jan
Krizek o como la abstracción geométrica que experimentaron Carmen Herrera o Wifredo Arcay. El
argelino Jean-Michel Atlan también
era otro autor ajeno a la tradición, cuyo tipo de arte anunciaba una forma
moderna de ver y sentir, con cierta influencia del surrealismo.
Y mientras las
instituciones mimaban a los artistas considerados grandes iconos nacionales de
la reconstrucción, cualquier otra forma experimental se consideraba débil o
peligrosa. Era el caso del holandés Bram
Van Valde o del alemán Wols, a
los que las altas esferas no hacían el mínimo caso. En contraste, otros autores
más jóvenes, como el canadiense Jean
Paul Riopelle, alrededor del cual se organizaba el grupo escritura
automática surrealista Automatista, se alejaban de la abstracción y del
pensamiento de la posguerra.
Wols. "Composition" 1948.
Siguiendo la visita, podemos contemplar la creatividad de los trabajos
realizados desde perspectivas plásticas bien distintas por los artistas ligados
a la Galería Huit, un espacio creado en 1950 por un grupo de amigos de carácter
multirracial como Al Held, Raymond
Handler, Haywood Bill Rivers o, entre otros, el originalísimo escultor
japonés Shinkichi Tajiri, que
participa en la exposición con la obra “Lamento
por Lady” (para Billie Holliday) realizada en 1953 a partir de una trompeta
de jazz. Algunos de sus trabajos en la ribera del Sena fueron captados por la
fotógrafa suiza Sabine Weiss (en la
exposición).
Sinkichi Tajiri. "Lamento por Lady" 1953.
Con
el fin de presentar el contexto y las posturas adoptadas por los artistas
frente a la historia, la muestra incluye películas, periódicos, archivos y
programas de radio y en un monitor de esta zona puede verse el film Las víboras (1955) del propio Tajiri, que documenta el ámbito
artístico de la ciudad y su atmósfera bohemia.
Otra película, Un americano en París (1951), de Vicente
Minelli, da paso a un espacio donde encontramos a artistas como el español José García Tella, que estaba
desencantado con el devenir social y político de la ciudad, a la que estaban
llegando en la década de los años 50 multitud de turistas norteamericanos
atraídos por las producciones de Hollywood que retrataban París como una
metrópoli artísticamente abierta. En contraste, Tella describía en un estilo art brut la dura realidad de la vida
cotidiana con imágenes sofocantes del metro de París abarrotado de gente como
aparece en “La boca del metro” de
1953.
José Tella. "La boca del metro" 1953
En esta sala también pueden verse obras coetáneas del estadounidense San Francis “Composición”
(1950), de Eduardo Chillida “El espíritu de los pájaros I, de (1952) o
de Claire Falkenstein “Sol # 4, de 1954”, quien alcanzó gran
éxito y fue descrita como la Jackson Pollock de la escultura. Aparece en esta
sección una espléndida abstracción geométrica obra de otro español Pablo Palazuelo “Alborada” de 1952.
A continuación nos encontramos con CoBRA (Copenhague, Bruselas,
Ámsterdam), un grupo internacional creado en 1948 por artistas como Asger Jorn o Karel Appel que predicaba
la libertad mediante el deseo, la experimentación y la creación, todas las
cosas que la crítica parisina tradicional
ya no comprendía. Su arte integraba la expresividad infantil y las
formas primitivas para redescubrir la autenticidad con imágenes aterradoras a
menudo cargadas de humor.
Karel Appel. "Caballos salvajes" 1954.
Nuevos planteamientos.
En
1951 cerró la galería Huit, tomando el relevo la Galería Arnaud, un espacio que
generó gran actividad y que llegó a ser un centro de debate internacional. John Koenig, promotor del proyecto
junto a Jean Robert Arnaud, mostró allí sus obras y collages junto con pinturas
de Eliswoth Kelly, Jeanne Copel, Luis
Feito o Ida Karskaya, que incorporaba objetos encontrados en sus trabajos.
El objetivo era exponer obras de artistas abstractos de todo el mundo sin miedo
a las voces tradicionales de París.
En funcionamiento hasta
1962, la galería y su revista Cimaise,
sirvieron para alentar el análisis del arte abstracto, enfrentando diversos
estilos y abriendo el camino a nuevas propuestas experimentales como las de Ralph Coburn.
Luis Feito. "N.º 16 B" 1957.
Otra galería, de de Denise René, organizó en 1955 la exposición de
abstracción geométrica Le mouvement,
que abrió una nueva forma de concebir el papel del arte. En ella participaron
conocidos artistas como Marcel Duchamp y Alexander Calder, pero también otros
jóvenes valores como Jean Tinguely o Victor Vasarely, todos ellos interesados en el arte cinético y el
op art. En esos momentos, lo que se conocía como abstracción lírica o arte
informal, un arte violento expresionista y considerado caótico por mucho, se
había tomado hegemónico. Sin embargo, no se había logrado un estilo que
representará el París de la modernidad.
Victor Vasarely. "Oeta II" 1956.
En ese ambiente trabajaban refinados artistas abstractos como Nicolas de Staël o Ed Clark. Y aunque
puede que el mito se estuviera evaporando, la ciudad seguía atrayendo a nuevos
artistas. Zao Wou Ki o Chun The-Chun
introdujeron fascinantes grafías chinas en el nuevo planteamiento internacional
toda vez que el público se mostraba entusiasmado con los típicos azulejos portugueses de Vieira da Silva, la monumentalidad de Anna-Eva Bergman, las formas del japonés Kumi Sugai o las obras abstractas, tensas y resplandecientes de Beauford Delaney.
Zao Wou-Ki "30.10.61" 1961.
Ya en los años sesenta, en un contexto de intenso auge económico, acuden
a París una serie de autores, como el argentino Antonio Berni (1963), de quien podemos ver su obra “Juanito va a la ciudad”, el
estadounidense Larry Rivers “Dinero francés
II (1962) o españoles como Eduardo
Arroyo con sus “Los cuatro
dictadores” (1963), singularmente críticos, con la nueva sociedad de
consumo, manipuladora en su tendencia de espectacularizar la vida.
A
medida que avanzaba la década de los cincuenta, la guerra de Argelia
(1954-1962) despertó la solidaridad de numerosos artistas que, unidos en la
denuncia de la insostenible política colonial francesa, se enfrentaron a la censura y las sanciones con obras
comprometidas y críticas. Sobresalieron también en esta época las propuestas de
op art y cinetismo.
Pero
el mito de la Ciudad de la Luz quedó destruido en 1964 cuando el estadounidense
Rauschenberg ganó el León de Oro en la Bienal de Venecia. Fue el final de una
época, el final de la supremacía cultural parisina en el mundo. El ambiente
artístico se politizó aún más y se vivió aún más crítico con la consumista y conservadora nueva
sociedad francesa gaullista.
Por aquel entonces ya
trabajaban en París una serie de autores
singularmente críticos con los excesos del capitalismo y la nueva sociedad de consumo, y
desilusionados por la falta de respuesta de las corrientes en boga: el
expresionismo abstracto y pop art. Su apuesta por una nueva figuración irónica y contestataria preparó el camino para el
ilusionante clima de Mayo del 68, con él se pone fin a esta magnífica muestra.
Mayo del 68.
C, Mariví Otero 2018
Manuel
Otero Rodríguez
Fuente: París
pese a todo. Artistas extranjeros 1944-1968. Comisario de la muestra: Serge Guilbaut. Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. 20 de noviembre de
2018- 22 de Abril de 2019. Gabinete de Prensa Museo Reina Sofía. Madrid.
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