jueves, 13 de mayo de 2021

Gonzalo Chillida, en los años cincuenta

Galería José de la Mano. Gonzalo Chillida, en los años cincuenta.

La Galería José de la Mano presenta Ver y no dejarse ver, Gonzalo Chillida en los años cincuenta: título del texto del comisario de la exposición Alfonso de la Torre, para el catálogo. Un excepcional conjunto de obras sobre papel (32 dibujos) y dos esculturas. La mayor parte inéditas, del artista vasco.

Gonzalo Chillida Juantegui (San Sebastián, 1926-2008) a principios de 1951, se incorpora al Colegio de España en París, donde permaneció hasta finales de junio. Volvería en el otoño del siguiente año 1952, alojado hasta junio de 1953.

París voilà. Habitación número 34, estudio-taller 135 en una la de las torres del quinto piso del Colegio de España. Como revelan diversas fotografías, entre los encuentros uno hubo de resultar esencial: el sucedido con Pablo Palazuelo, con quien coincidió 1952 y 1953, recién retornado el madrileño desde Villaines y período previo a la marcha al mítico trece de la rue Saint-Jacques. En muchos aspectos, coinciden ciertas notas iniciales de las trayectorias de eso dos caballeros de la soledad.

Sin título. 1959.
Tinta china sobre cartulina. 329 x 504 mm
Firmado y fechado “G.CHILLIDA/ 59” (a lápiz, ángulo inferior derecho).

Su paso por París supuso dejar temporalmente a un lado la pintura figurativa encarando una intensa experimentación formal, de tal manera que, cuando retorna con nosotros, su vida como artista se había transformado. De ello da fe la fotografía tomada nada más regresar, en la ganbara de su estudio en Guipúzkoa (1955-1958) en cuyo caballete se aprecia, cuidadosamente colocado, un cuadro abstracto, constructivo y de estructura horizontal pareciere un paisaje geométrico constituido como un territorio de líneas y planos en agitadas fugas por los límites de la superficie pictórica, lienzo muy palazuelino y hermanado con ciertos dibujos lineales ahora expuestos en la Galería de José de la Mano.

Estudio de Gonzalo Chillida en Etxe-Ondo, Villabona (Gipuzkoa). 1955-1958. Fotografía: Cortesía © Archivo Gonzalo Chillida. A la derecha: Pablo Palazuelo. “Alto” (1954). Colección particular.

En el recorrido por la exposición encontramos dibujos con tintas negras, de evidente remembranza naturalista, Gonzalo Chillida viaja entre un territorio en equilibro que va de lo ilegible a lo legible y, así, aquellos nos devuelven a su pasión por los fósiles, fragmentos encapsulados del mundo vegetal y animal, desde una admiración por la naturaleza frecuente en los artistas vascos. Destaca el comisario: Como muestran otros dibujos descendientes semejare de las tintas-alfabeto de Michaux, artista expuesto con frecuencia en el barrio latino, Gonzalo nos devuelve a la querida naturaleza, dibujos como huellas, quizás ramas u hojas meciéndose desde el hueco, fluidos. Y, en otras pinturas estoy pensando, en su ciclo conocido como “Formas”, hay una cierta proximidad al quehacer de artista como Deyrolle, Palazuelo, Poliakoff o Jacques Villon. En tanto sus níveas esculturas de esta década, tallada en el yeso, evocan paisajes, visiones desde la altura esas formas blanco-sobre-blanco que nuevamente, muestran no son voces solitarias en su obra, hechos aislados, sino que podrían interrelacionarse con pinturas en ese tiempo.

Formas. c. 1960.
Relieve en yeso. 6 x 26 x 15,5 cm.
Firmado “CH” (inciso, ángulo inferior derecho); “G. CHILLIDA/ CH” (a tinta sepia, en la base).
Museo de Bellas Artes de Bilbao. Comodato de la familia Chillida Ameztoy, DEP2944.

Queda un conjunto de dibujos con color que llamo “neoplasticistas”, esencial mundo de bandas desplazadas hacia límites del espacio pictórico desde leves movimientos evocadores de notaciones musicales, como aquellos ritmos de danzas rusas de Theo Van Doesburg. Ejercicios de verdaderos viajes lineales interiores, silencioso universo de líneas evocador de los artistas de De Stijl y en detalles a las composiciones con líneas de Mondrian, circa 1916-1917.

Sin título. c. 1955-1959.
Tinta sobre cartulina. 501 x 702 mm.

A su retorno a España, Gonzalo Chillida abandona estas geometrías visibles en tanto ejerce una pintura que observa la naturaleza, el paisaje, desde un punto de vista progresivamente abstracto, sometido a eso que Celaya llamó el vértigo de la quietud, como paisajes y arquitecturas devenidos objetos: Castilla en lontananza, rocas o playas, barcas y pueblos que, además del citado Vázquez Díaz, en lo pictórico encajarían con el desencarnado lirismo de Díaz Caneja, Ortega Muñoz o ciertas zonas de Benjamín Palencia. Paisajes inquietantes poblados de arquitecturas.

Tras quince años practicando el oficio de pintor, a partir de 1962, fecha de la primera exposición individual, la pintura de Gonzalo Chillida es acogida en el contexto de la pintura de ese tiempo, de tal forma que su recorrido puede ser considerado clásico: artista integrado en la recién inaugurada Galería Juana Mordó (1964) donde tuvo inmediatamente una muestra individual. En el primer catálogo del Museo de Arte Abstracto Español de Cuenca (1966) ya fueron incluidas algunas de sus pinturas. Gonzalo visitó el Museo abstracto por primera vez en marzo de 1967, como consta en el libro de firmas, haciendo frecuentes viajes a Cuenca.

Sin título. c. 1959
Tinta china sobre cartulina. 503 x 702 mm.

En palabras de su hermano Eduardo Chillida “de una sensibilidad excepcional”.  El comisario de la muestra añade “claro está, pintor de pintores.

© Mariví Otero. 2021.
Manuel Otero Rodríguez.

Fuente: Ver (Gonzalo Chillida en los cincuenta) y no dejarse ver. Galería José de Mano. del 22 de abril- 5 de junio 2021. Comisario e investigación: Alfonso de la Torre. Documentación y fotografías de la galería: Alberto Manrique.

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