La Galería
José de la Mano presenta Ver y no dejarse ver, Gonzalo Chillida en los
años cincuenta: título del texto del comisario de la exposición Alfonso
de la Torre, para el catálogo. Un excepcional conjunto de obras sobre papel
(32 dibujos) y dos esculturas. La mayor parte inéditas, del artista vasco.
Gonzalo
Chillida Juantegui (San Sebastián, 1926-2008) a principios de 1951, se
incorpora al Colegio de España en París, donde permaneció hasta finales de
junio. Volvería en el otoño del siguiente año 1952, alojado hasta junio de 1953.
París
voilà. Habitación número 34, estudio-taller 135 en una la de las torres del
quinto piso del Colegio de España. Como revelan diversas fotografías, entre los
encuentros uno hubo de resultar esencial: el sucedido con Pablo Palazuelo, con
quien coincidió 1952 y 1953, recién retornado el madrileño desde Villaines y
período previo a la marcha al mítico trece de la rue Saint-Jacques. En muchos
aspectos, coinciden ciertas notas iniciales de las trayectorias de eso dos
caballeros de la soledad.
Su
paso por París supuso dejar temporalmente a un lado la pintura figurativa encarando
una intensa experimentación formal, de tal manera que, cuando retorna con
nosotros, su vida como artista se había transformado. De ello da fe la
fotografía tomada nada más regresar, en la ganbara de su estudio en Guipúzkoa
(1955-1958) en cuyo caballete se aprecia, cuidadosamente colocado, un cuadro
abstracto, constructivo y de estructura horizontal pareciere un paisaje
geométrico constituido como un territorio de líneas y planos en agitadas fugas
por los límites de la superficie pictórica, lienzo muy palazuelino y hermanado
con ciertos dibujos lineales ahora expuestos en la Galería de José de la Mano.
En el
recorrido por la exposición encontramos dibujos con tintas negras, de evidente
remembranza naturalista, Gonzalo Chillida viaja entre un territorio en
equilibro que va de lo ilegible a lo legible y, así, aquellos nos devuelven a
su pasión por los fósiles, fragmentos encapsulados del mundo vegetal y animal,
desde una admiración por la naturaleza frecuente en los artistas vascos. Destaca
el comisario: Como muestran otros dibujos descendientes semejare de las
tintas-alfabeto de Michaux, artista expuesto con frecuencia en el barrio
latino, Gonzalo nos devuelve a la querida naturaleza, dibujos como huellas,
quizás ramas u hojas meciéndose desde el hueco, fluidos. Y, en otras pinturas
estoy pensando, en su ciclo conocido como “Formas”, hay una cierta proximidad
al quehacer de artista como Deyrolle, Palazuelo, Poliakoff o Jacques Villon. En
tanto sus níveas esculturas de esta década, tallada en el yeso, evocan
paisajes, visiones desde la altura esas formas blanco-sobre-blanco que
nuevamente, muestran no son voces solitarias en su obra, hechos aislados, sino
que podrían interrelacionarse con pinturas en ese tiempo.
Queda un conjunto de dibujos con color que llamo “neoplasticistas”, esencial mundo de bandas desplazadas hacia límites del espacio pictórico desde leves movimientos evocadores de notaciones musicales, como aquellos ritmos de danzas rusas de Theo Van Doesburg. Ejercicios de verdaderos viajes lineales interiores, silencioso universo de líneas evocador de los artistas de De Stijl y en detalles a las composiciones con líneas de Mondrian, circa 1916-1917.
A su
retorno a España, Gonzalo Chillida abandona estas geometrías visibles en tanto
ejerce una pintura que observa la naturaleza, el paisaje, desde un punto de
vista progresivamente abstracto, sometido a eso que Celaya llamó el vértigo
de la quietud, como paisajes y arquitecturas devenidos objetos: Castilla en
lontananza, rocas o playas, barcas y pueblos que, además del citado Vázquez
Díaz, en lo pictórico encajarían con el desencarnado lirismo de Díaz Caneja,
Ortega Muñoz o ciertas zonas de Benjamín Palencia. Paisajes inquietantes
poblados de arquitecturas.
Tras
quince años practicando el oficio de pintor, a partir de 1962, fecha de la
primera exposición individual, la pintura de Gonzalo Chillida es acogida en el
contexto de la pintura de ese tiempo, de tal forma que su recorrido puede ser
considerado clásico: artista integrado en la recién inaugurada Galería Juana
Mordó (1964) donde tuvo inmediatamente una muestra individual. En el primer
catálogo del Museo de Arte Abstracto Español de Cuenca (1966) ya fueron
incluidas algunas de sus pinturas. Gonzalo visitó el Museo abstracto por
primera vez en marzo de 1967, como consta en el libro de firmas, haciendo
frecuentes viajes a Cuenca.
En
palabras de su hermano Eduardo Chillida “de una sensibilidad excepcional”. El comisario de la muestra añade “claro está,
pintor de pintores.
Fuente: Ver (Gonzalo Chillida en los cincuenta) y no dejarse ver. Galería José de Mano. del 22 de abril- 5 de junio 2021. Comisario e investigación: Alfonso de la Torre. Documentación y fotografías de la galería: Alberto Manrique.
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