<Jardín
de las mixturas. Tentativa de hacer lugar. 1995-…> En el
Museo Reina Sofía se pueden visitar una serie de trabajos que retoman parte del
que ya realizó en el Museo en 2013, Alejandra Riera (Buenos Aires,1965).
La muestra no tiene recorrido lineal programado, ni principio ni final, se
concibe como un conjunto de lugares singulares vinculados a través de una trama
narrativa abierta con libertad de circulación en la que subyace la idea de
entretejer, entrecruzar líneas e ideas, imágenes y textos, trenzar poéticas
cuyo hilo conductor se intuye a través de las salas.
El
proyecto ocupa distintos espacios del Museo: Las Salas de las bóvedas del
edificio Sabatini, donde recupera la acción iniciada en 2013 con el proyecto
poética (s) de lo inacabado, en la que se abrió un hueco en uno de los muros
que permite desde entonces el paso de la luz desde el exterior hasta el
subsuelo.
En la
planta baja seguimos en el edificio Sabatini, ese mismo gesto de apertura se
traslada al jardín del antiguo hospital donde, desde 2017, el colectivo Jardín
de las mixturas, abierto e integrado por personas de dentro y fuera del Museo,
ensaya formas de convivencia interrogándose acerca de “las presencias
humanas-y-no humanas”. En el jardín de las mixturas han intervenido, por
ejemplo, conservadores, vigilantes, artistas, gente del barrio sin jerarquías
ni distinciones de funciones.
Lo que
se hace en este espacio tiene que ver con la historia del edificio, mirar a
otras presencias, no necesariamente humanas; La vegetación como presencias y
pensamientos en movimiento. Así
lo expresa la artista: “¿cómo
hacer sitio a conjuntos que deshacen el imaginario de separación convenida
entre lo llamado “humano” y lo considerado “no humano”, entre lo que tiene
derecho a la palabra y lo considerado sin voz?, ¿cómo se hablan y apoyan?, ¿qué
aprendamos de la atención al lugar en el que estamos?, ¿cómo se transforma y
transformamos?”.
Seguimos
en el edificio Sabatini y subimos a la tercera planta que alberga también, a lo
largo de diez espacios, un conjunto de obras de Riera donde de nuevo
retoma trabajos anteriores. Esta parte se plantea como tejido en el que Hay
obras de otros artistas y no artistas con los que Alejandra Riera ha
realizado proyectos, a modo de cuadro colectivo, de poesía de lo conjunto; son
evocaciones, con obras o sin obras.
No hay
una jerarquía de medios. Así, en uno de los trabajos situados al final del
recorrido, centrado en un área de la población francesa de Valemce, textos e imágenes
dialogan sin que unos sirvan de explicación a las otras, ni viceversa. Las
fotografías proceden de archivos o han sido tomadas por la propia Alejandra
Riera, los textos son intercambios con los habitantes de la
zona. Ante la imagen conflictiva y devastada del lugar, estas historias
inacabadas e imperfectas son la mara de la que se alimentaba Ceija
Stojka cuando estaba en los campos de concentración, la esperanza que surge
de lo mínimo.
Más
que lo discursivo, lo importante es esta muestra es el gesto. El gesto de tejer
y destejer, reflejadas en las obras de Lanceta y en la misma Riera. Pero,
también el gesto de filmar. De ahí que Alejandra haya construido
diversos objetos, que se reparten a lo largo de toda la muestra y que para ella
constituyen cámaras de cine, no tanto porque graben nada, sino porque con sus
ruedas y movimientos repiten el gesto de las cámaras de cine mudo.
En el
trabajo de Riera está presente el repensar las formas
cinematográficas: El árbol-cámara que no filma, construida colectivamente;
deshacer las puertas del medio y hacer circular la cámara; pasar el micrófono para reencuadrar el fuera de campo; la
seguridad de las voces; hacer que la forma cinematográfica devenga muda como en
las primeras tomas de la historia del cine; velar la película, emparejar y
desemparejar imágenes y textos para interpelar y dudar; la presencia de la mesa
de montaje como metáfora de la observación
y mezcla de colores, del trabajo manual con las imágenes, la memoria que
se abre, lo que ha sido reprimido, borrado ( Los dibujos de niños kurdos sobre
la guerra, la vivencia de los campos de concentración de Ceija Stojka…)
La práctica artística de Alejandra es siempre relacional y colectiva.
Se
trata de un proceso en el que colaboran muchas personas y en el que el
intercambio es continuo. Nadie se arroga con la prerrogativa de representar al
otro, sino que las obras surgen a partir del diálogo y cuestionamiento de las
estructuras y del propio lenguaje. Existe, por supuesto un aspecto crítico en
su trabajo, pero lo importante para ella es el aprendizaje mutuo, descubrir lo
que no conocemos a partir de aquello que es en apariencia menos y frágil. De
ahí la importancia de los dibujos infantiles de la artesanía, de objetos
encontrados o de fotografías involuntarias, es decir, de aquello que nos habla
porque es un mudo o intraducible. Las relaciones entre seres y cosas son subterráneas
y tejen lazos profundos, como esos objetos en forma de raíz que la artista ha
realizado en los últimos años.
Alejandra
Riera vive en París. La artista combina fotografías con leyenda, textos y vídeo
lo que llama “modelos sin propiedades”. Su obra se ha expuesto en la Documenta
2011 y 2012 de Kassel. En 2013, dentro de “Fisuras” presentó en el Museo Reina
Sofía la muestra Poética (s) de lo inacabado.